Una de ellas es una diva con deseos de ser madre, encarcelada en el caparazón de una neoyorquina feminista: asume... Sigue leyendo
Natalia Bravo
Cada 1ero de Diciembre, mi padre hacía aparecer una caja de madera con pequeñas puertas que tenían dibujadas los días del mes. Dentro de ellas, escondía mapas hechos a lápiz, acertijos y adivinanzas que me llevarían a un regalo oculto en otro lugar de la casa.
El resto del año, mi padre me regalaba un libro cada día; lo leíamos juntos. Así construimos una enorme biblioteca y él construyó mi infancia. Un hombre me enseñó a merecer las sorpresas del día a día, a rebuscar lo que deseaba y a amar la lectura. Un reconocido periodista hecho por la trayectoria y la disciplina, no por un título. Una mujer, mi madre, tomó el fusil a los 18 años y se fue a las guerrillas por nacionalista, creyente… por ser una verdadera “revolucionaria”. Pensó que cambiaría el mundo, pero poco después supo que el comunismo es utopía. Jamás dudó en enseñarme que se vive –o, a veces, se muere- por lo que se cree. Una periodista graduada, profesora jubilada de la Universidad Central de Venezuela y ganadora de premios como escritora. Ella me enseñó abiertamente la importancia tanto del sexo como de los derechos individuales. Mi madre me regaló pinceles.
Tuve una juventud de apertura plena. Rodeada de escritores, pintores, políticos e intelectuales. Tengo un título en Comunicación Visual-Diseño Gráfico, tomé clases de teatro y fotografía. No le temo a la cámara o al amor, pero prefiero escribir. Soy escritora. También — y por siempre— soy la hija de Ángela Zago y Napoleón Bravo.
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