Cada día es más evidente el daño que deriva del calentamiento global que, lejos de quedar circunscrito a las áreas pobres del planeta, está afectando peligrosamente también a las poblaciones que viven en los países considerados del primer mundo.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), creado en 1988 para facilitar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta, presentó en estos días su VI y último informe. En él muestran como el tiempo a nuestra disposición para garantizar un futuro sostenible y habitable para todos sea cada vez más escaso.
En el informe de síntesis leemos: “La quema de combustibles fósiles y el uso desigual e insostenible de la energía y las tierras durante más de un siglo han provocado un calentamiento global de 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales. Como resultado, se han producido fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes y más intensos que han generado impactos cada vez más peligrosos en la naturaleza y las personas en todas las regiones del mundo. Cada aumento del calentamiento se traduce en peligros que se agravan rápidamente. Las olas de calor de mayor intensidad, las lluvias más fuertes y otros fenómenos meteorológicos extremos exacerban los riesgos para la salud humana y los ecosistemas. En todas las regiones, el calor extremo está causando la muerte de personas. Se prevé que la inseguridad alimentaria y la inseguridad hídrica asociadas al clima se incrementarán debido al aumento del calentamiento. Cuando los riesgos se combinan con otros fenómenos adversos, como las pandemias o los conflictos, resulta aún más difícil controlarlos”.
Si bien ya no existe lugar en el mundo en el cual no se esté percibiendo el cambio climático y sus consecuencias, las áreas más afectadas siguen siendo las más pobres que, paradójicamente son también las que menos contribuyen al calentamiento.
Uno de los expertos del último informe, Aditi Mukherji, subrayó que: “en la última década, el número de víctimas mortales como consecuencia de inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces más alto en las regiones muy vulnerables”.
A raíz de esos desastres, millones de personas cada año se ven obligadas a migrar, a dejar sus tierras para desplazarse internamente o hacia otros países. Según un informe de ACNUR, de seguir así, en 2050, solo por el impacto del cambio climático, 200 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria.
Un editorial del sito BMJ firmado por los profesores Kristie L. Ebi y Robert McLeman, explica como los desplazamientos causados por los desastres climáticos representan un gran reto para la salud humana y para los sistemas de salud de los países. Aclaran asimismo que las muertes relacionadas con estos fenómenos están aumentando y seguirán creciendo en los próximos años. Así como proliferarán enfermedades asociadas con la alimentación y el agua que recibirán los recién nacidos, la malnutrición, las enfermedades respiratorias y otras. Adicionalmente los desplazados pueden contar con una menor protección con relación a los residentes ya que tienen menor acceso a las estructuras médicas. Los sectores de la población más vulnerables serán los ancianos, los indígenas, las mujeres embarazadas y las niñas y los niños. Según datos de Unicef, casi el 90 por ciento de las enfermedades que sufren los niños menores de cinco años son atribuibles al cambio climático y de ellos mueren más de mil cada día.
Uno de los problemas más graves causado por el calentamiento global, explica el informe de Unicef, son las sequías y la consecuente falta de agua potable que, no solamente es la causa prima de enfermedades e infecciones, sino también de la malnutrición provocada. Se considera que 600 millones de menores de 18 años en todo el mundo viven sin agua potable gestionada de forma segura y 1.100 millones, sin saneamiento gestionado de forma segura.
Los científicos que trabajaron en el informe del IPCC saben, y lo dicen con mucha claridad, que el tiempo a nuestra disposición se está acabando. Sin embargo, agregan que existe la posibilidad de lograr una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero. Aconsejan aumentar la financiación destinada a las inversiones en la esfera del clima subrayando que “los beneficios económicos para la salud humana derivados solo de la mejora de la calidad del aire serían aproximadamente iguales, o quizás incluso superiores, a los costos que implican reducir o evitar las emisiones”.
Cada día hay más ciudadanos preocupados por el cambio climático. Mucho menos conscientes son los sectores políticos y económicos.
Encerrados entre juegos de poder y cálculos de ganancia, parecieran no entender que el planeta y por lo tanto la humanidad, están en un peligro de muerte que aumenta a cada momento.
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