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editorial yanomami amazonia
Photo by: Andre Deak ©

Lula y la lenta agonía de los Yanomami

La destrucción de Amazonas y en particular de las comunidades indígenas que allí viven está llegando a extremos tales que ya se habla de genocidio y daños ambientales irrecuperables. 

Las culturas ancestrales de los pueblos originarios tratan desesperadamente de sobrevivir a la barbarie de nuestra “civilización”. Los indígenas siguen dando sus vidas para defender una parte del planeta de la cual depende el bienestar de todos.

En los años pasados, cuando llegaron los primeros garimpeiros, personas sin escrúpulos dispuestas a todo con tal de conseguir oro y otros minerales, los indígenas empezaron a morir a causa de enfermedades para las cuales no tenían anticuerpos. Recordamos las cifras de fallecidos que causó en los años de 1980 y 1990 la epidemia de sarampión.

Los gobiernos de Venezuela y Brasil no se han preocupado mucho por la salud y el bienestar de los pueblos indígenas que viven en la selva que comunica a los dos países. Sin embargo, el ex Jefe de Estado Jair Bolsonaro durante su mandato llevó adelante una política que prácticamente decretó su total defunción.

La Covid diezmó a las poblaciones indígenas y las leyes del gobierno de Bolsonaro dieron amplia libertad a los terratenientes y a los mineros. Hectáreas y hectáreas de bosques fueron talados diariamente y la minería ha envenenado los ríos que son vitales para la sobrevivencia de estas poblaciones y también de la fauna y flora que allí vive.

En esos años se asistió a incendios dolosos y toda clase de brutalidad, desde homicidios hasta violaciones, torturas, amenazas, que quedaron impunes.

Todavía hay miles y miles de mineros ilegales y terratenientes quienes continúan con la tala indiscriminada, miles y miles de personas quienes se dedican a destruir el ambiente y a matar a quienes allí viven.

Finalmente, el mundo tomó conciencia de este desastre humanitario y ecológico y Lula da Silva, electo nuevamente Presidente, entendió que la atención internacional está concentrada esencialmente en su política ambiental y en la defensa de las poblaciones indígenas.

Durante un viaje que realizó en la tierra de los Yanomami pudo comprobar con sus ojos el estado de miseria y abandono en el cual viven estas poblaciones. Desde los niños hasta los ancianos sufren los estragos de la desnutrición y las enfermedades. Un panorama sobrecogedor que dejó en shock al Presidente y llegó a ojos de Brasil y del resto del mundo a través de fotos en las cuales podemos ver a seres humanos transformados en esqueletos fantasmas.

La mayoría, enferma de malaria, en sus ataques de fiebre bebe agua que, al estar contaminada, empeora ulteriormente su salud. Es un genocidio y como tal será perseguido.

Lula, fuertemente conmovido, se comprometió a eliminar la minería ilegal y devolver a los Yanomami una vida digna. Sabe que no solamente los brasileños sino también gobiernos y poblaciones de otros países están a la espera de hechos que den contenido real a esas promesas. Sabe que de esas acciones dependerá el respeto del que gozará a nivel internacional.  

No es casual que su primer viaje internacional como Jefe de Estado lo haya realizado para participar en la Cumbre del Clima que se llevó a cabo en Egipto y tampoco lo es que haya ofrecido su país para acoger la Cumbre de 2025. Todo lo contrario de lo que hizo Bolsonaro: una de sus primeras decisiones fue retirar la oferta de celebrar la Cumbre de 2019 en su país.

La Amazonia de Brasil es fundamental para el planeta y lo saben líderes como el canciller Olaf Scholz, quien aseguró a Lula una ayuda de 203 millones de euro para frenar la deforestación. La ayuda alemana irá al Fondo Amazonía que había quedado congelado tras la llegada de Bolsonaro al poder y que ahora Lula está volviendo a activar.

El ambiente está también entre las prioridades de las conversaciones entre el Presidente de Estados Unidos Joe Biden y el de Brasil en su encuentro de estos días.

El planeta agoniza y es un problema de todos. Pero no solo. La vida, el bienestar, la defensa de la cultura de los pueblos indígenas es una responsabilidad colectiva aún más profunda, es un deber humanitario que debemos sentir en lo profundo todas y todos.


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