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Simetría Rota

Tendérsele sobre su larga mesa, abrírsele a lo largo y ancho como induciéndolo o invadiendo su postura arqueada. Al querer detenerla, ella desafiaría su correctiva. Incluso, se le aventajaría infringiendo, sin decencia, el orden que forja en el resto de las habitaciones. Nadie te anuncia jamás que los lugares oníricos mantienen las puertas abiertas; así es como se te escapan los sueños.

Presionen ambos codos sobre la manta. Construyan la postura desde el suelo hacia arriba. «Respira. Respira hondo, Natalia». Una gota corre tras otra, ambas logran equilibrarse en la punta de tu nariz. No hay registros de dirigir la pelvis y los pies hacia el cielo, mucho menos cabeza abajo. Empiezas a sentir un hormiguero esparciéndose por tu sangre, alcanza tus largos dedos afilados y el fin de tu columna vertebral. Dicen que al estar de cabeza la sangre de tus piernas vuelve al corazón, pero tu corazón golpea fuertemente contra el esternón como queriendo escapar. «¿Quién se atreve a atrapar un corazón? Ni los antiguos egipcios. Ellos lo dejarían intacto para la momificación». Hay quienes todavía creen que el corazón, una bombona cargada de células en suspensión, es el centro de las emociones; tú te lo has creído cuando él se acerca, como cuando en tu infancia creíste que un niño podía traer regalos a medianoche. Y esta es la causa: un corazón agitado te ha hecho palidecer frente al grupo. No importa, por momentos les permiten cerrar los ojos durante la práctica. Nadie nota tu ausencia; tu cuerpo aún tendido sobre aquélla mesa, tu mente: que no está en blanco, que presiona sus muslos… Él se ha dejado masajear de arriba abajo, hasta que llegaste a sus pies. Ahora vuelves a alcanzar el suelo e inhalas profundamente: «¡Ah! ¡Alcanzaste el suelo! ». “Awesome!”, vocifera el instructor de yoga.

Iniciaste yoga para volverte más flexible, para volverte más valiente. Cuando estás con él eres como una gata que nunca ha visitado el jardín, lo observas desde una ventana que logras alcanzar y encuentras el balance; desde ahí, lo observas nuevamente. Sueñas con escabullirte, con atraparlo. Ensayas: colocas el mentón sobre las patas delanteras, las pupilas muy juntas. Fijas tu objetivo. Precisamente ahora, te encuentras en la Postura del Delfín: brazos equidistantes a tus piernas, manos tocando tu dedo pulgar y tu dedo tercero, en ambos pies. Haz leído que tu dedo tercero, del pie derecho, es el dedo del deseo y tu dedo tercero, del pie izquierdo, es tu dedo de las emociones. Ambos dedos pulgares, uno de la alegría y otro de la tristeza, están siendo también sujetados por tus manos. Flexionas completamente tus piernas hacia distintos lados. Pretendes proseguir, tus piernas comienzan a temblar desesperadas. Permaneces con la cabeza mirando hacia el frente, como parte de una formación (1). Como eres una practicante de yoga rendida a la causa o eres una principiante haciendo muy mal el trabajo, el instructor aproxima unas tiras que recortan la distancia que adolece.

“Los que vienen a hacer yoga porque es fácil y es relajante se equivocaron de clase”, reafirma el instructor. “Si les duele, háganlo más fuerte. Si no les cuesta, no están haciendo nada. Inhalen. Exhalen 3,2,1. Retengan. Exhalen”. Tu cuerpo chorrea sudor, jamás has sudado como hoy.

Es lunes 20 de abril, lo anuncian por radio: El sudor ajeno podría producir felicidad. «Debes haberlos bañado de alegría». Tú reías y sudabas, lo mismo haces cuando no obtienes lo que quieres, te pones tan nerviosa …la transpiración emite hormonas que comunican y contagian el humor de quien está transpirando. Fuiste como Tita en Como Agua para Chocolate (2), que al no estar autorizada para conquistar a Pedro, contagiaste a toda la mesa con tu platillo de codornices en pétalos de rosas

Él piensa que es una obsesión, que es admiración o es capricho. Hay dos únicos lugares donde sientes que te elevas descalza; «debiste aprender a levitar como tu padre dice que hacía cuando niño». 

“Paz, placer, felicidad. Encuentren ése sitio” —insistía Pablo, tu instructor.

«Convéncelo —convéncelo — que puedes lograr una postura invertida». Sabrás respirar y escabullirte, entonces tu tórax rosará tu pelvis. Habrás encontrado ése deseo más grande por el cual vivir significativamente, pero aún así te preguntarás: ¿quién sabe a qué huele su olor corporal, quién puede mirarse sin espejo y sin cámaras? ¿cómo disfrutarnos sin poses ni posturas sino tenemos un testigo?

“Inhalen. Concéntrense en qué desean lograr en la práctica de hoy.”

«Mi Brahman (3), déjame ser tu testigo de vida: describirte a qué hueles, cómo miras, cómo posas firme frente a mí, pero esta vez, tendiéndome sobre tu larga mesa abierta a lo largo y ancho, me besas».

«Pero no, invariablemente te mantienes decorosa frente a él». 

Manos juntas se acercan al centro. Los latidos ahora en calma como el impacto de las gotas en el agua. Samādhi (4).

Horas antes…

-Tú eres Pablo, ¿cierto?

-A veces soy Pablo, otras no sé quién soy… ¿qué es ser?, dijo el instructor. Y tú, ¿quién eres tú?

-Una escritora… («Eso creo»). Escribo sobre sexo.

-¿Cómo? ¿sobre qué escribirás?

-Sobre el yoga y el sexo. Estarás en mi próxima publicación.

-Tengo curiosidad por saber la conexión…

Om


(1) Formación: Forma en que los miembros de la unidad militar se distribuyen para poder desplazarse al unísono.

(2) Como Agua para Chocolate: Película mexicana basada en el libro de la escritora Laura Esquivel.

(3) Brahman: Dios sin forma.

(4) Samādhi: Estado conciente de meditación, contemplación o recogimiento en la que la persona que medita siente que alcanza la unidad con lo divino.

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