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Rodrigo Del Río: ama contar historias y la luz es su gran aliada

NUEVA YORK: Enamorado de la luz, Rodrigo Del Río va por el mundo escudriñando sombras, colores, detalles que otros no ven. De carácter esquivo, tímido, Del Río habla, comunica, cuenta historias, a través del lente de una cámara, sea esta para foto fija o para cine.

La pasión por la imagen, que lo acompaña desde siempre, lo ha llevado a estudiar cine en México y a especializarse luego en fotografía en su país y en Nueva York. Su sensibilidad creativa y su meticulosidad le han permitido construirse un espacio aún en un mundo tan competitivo como lo es el del cine y son ya muchos los cortometrajes en los cuales la dirección de fotografía lleva su firma.

Al hablar de las diferencias que comporta trabajar en México o en Nueva York, Del Río nos explica:

– A nivel de estudios puedo decir que en México están focalizados esencialmente en la técnica mientras que en Nueva York se preocupan más de la parte creativa. Su principal objetivo consiste en contar historias. Por lo que se refiere al trabajo de campo, tanto Ciudad de México como Nueva York son ciudades muy grandes, cosmopolitas y con mucha cultura. Quizás la mayor diferencia, entre esas dos realidades, fuera de los circuitos del gran cine, reside sobre todo en el presupuesto que manejan los realizadores. Las producciones mexicanas de cine independiente, que son las que yo prefiero y donde me estoy desarrollando profesionalmente, trabajan con poquísimos fondos mientras que aquí los mismos proyectos cuentan con mejores recursos. Eso permite a todos tener más tiempo y serenidad para desarrollar un trabajo creativo. 

 

¿No crees que a veces los latinoamericanos logramos resolver problemas que parecen sin solución para quienes están acostumbrados a trabajar con un sinfín de recursos a disposición? Es como si la necesidad agudizara la creatividad.

Es verdad. Nosotros estamos acostumbrados a resolver, siempre, a pesar de las dificultades. Sin embargo, hacemos películas interesantes y dignas de ver. En general tener que buscar soluciones obliga a pensar con mayor creatividad y a veces logras darle una vuelta que le imprime más fuerza al argumento. Recuerdo, por ejemplo, que estaba trabajando en Los Angeles, como director de fotografía en un cortometraje, una comedia. Una noche teníamos que trabajar en una locación muy pequeña, en un barrio poco seguro y las limitaciones de presupuesto no daban para una grabación adicional. En la acción se desarrollaban siete personajes que estaban en la misma escena y había que terminar la película a como diera lugar. Tras pensarlo mucho propuse trabajar con un gran plano secuencia transformando la cámara en otro personaje. Fue una excelente solución, logramos terminar en los tiempos justos y el resultado fue muy bueno, mejor del que habríamos obtenido si no hubiésemos tenido que buscarle una vuelta a esos problemas de presupuesto.

 

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Muchas son las diferencias de luz entre países como México, Centroamérica, el Caribe y otros ubicados en Europa o Estados Unidos. Tu trabajo, como director de fotografía, testimonia un estudio muy meticuloso de la luz. ¿Cómo enfrentas esas diferencias?

Confieso que siempre, donde quiera que vaya, analizo la luz. Me encanta viajar y cada vez que llego a otra ciudad me pongo a comparar los estilos de luz entre un lugar y otro. A veces son detalles muy sutiles pero, con mi experiencia, logro identificarlos. La posición del sol, la altura, modifican el color de la luz. En México el sol se eleva bastante más que en Nueva York, y eso imprime a las formas y a las personas características más duras. La luz cenital, en algunos países de Centroamérica confiere otra temperatura a las cosas, mueve sentimientos distintos. Cuanto más te alejas del ecuador más se suaviza el ángulo de luz y todo asume una calidez particular. Es difícil expresarlo en palabras, sobre todo para quien, como yo, está acostumbrado a hacerlo con imágenes.

 

Rodrigo Del Río ama perderse en los museos, analizar el trabajo que los grandes artistas de siempre han realizado con la luz, pasa horas entre las paredes llenas de obras de arte que hablan de otras personas que dieron vida, personalidad, sentimientos, a retratos y paisajes a través de la luz. Para él es muy importante lograr una comunión con el director y recuerda con particular placer los proyectos en los cuales ha podido dedicar tiempo a analizar con ellos hasta los más pequeños detalles.

 

Sé que te gusta hacer reuniones de preproducción con los directores en los Museos.

Sí. Me gusta hablar con un director, de su proyecto, mientras paseamos por los pasillos de un Museo. El estudio de la luz, de los colores, de los brillos y sombras, de la composición y la separación entre los planos, tiene una larga historia. Mucho de mi trabajo está inspirado en la obra de grandes artistas que han hecho cosas extraordinarias con la luz. Analizar sus cuadros, junto con un director, durante la etapa de preproducción es muy enriquecedor. Muchas veces caminamos hablando de la historia, de la vida, y de pronto encontramos obras de arte que reflejan exactamente la luz, los colores, el ambiente que queremos dar a una escena determinada. Estar allí, frente a esa pieza, poderla analizar con el director, estimula la creatividad y me permite desarrollar mejor los estilos que se necesitan en cada película.

 

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¿Prefieres trabajar de noche o de día?

En realidad no tengo preferencias. He trabajado en películas que filmamos completamente de noche, otras solamente de día y otras donde la transición entre el día y la noche tiene un simbolismo especial. Las vidas de los seres humanos cambian: de día estamos en la calle, socializamos, trabajamos, hay un mayor contacto con el mundo exterior; las noches, en cambio, las transcurrimos en casa, con la familia. Es un tiempo más íntimo y personal. Cuando tienes que hacer una escena de día o de noche hay que saber reflejar esas diferencias, depende de lo que quieres comunicar a través del subtexto.

 

¿Hay algún director de fotografía que admiras particularmente y que consideras un ejemplo para tu trabajo?

En realidad hay muchos. Me gusta el trabajo de Christofer Doyle y también la manera de contar las historias que tienen Roger Deakins y Seamus McGarvey. Me parece excelente el trabajo de Emmanuel Lubezki en cuestiones de creatividad cinematográfica. Él ha logrado que la cámara sea un medio para compartir una experiencia y eso me parece muy admirable.

 

¿Te gustaría dirigir una película tuya?

La respuesta llega inmediata.

No. En la escuela intenté dirigir algunas cosas pero decididamente no es lo mío. Lo que me apasiona es lograr una narrativa visual con las luces, los colores, los movimientos de cámara, la elección de los lentes. Me considero, antes que nada, un contador de historias y quiero ayudar al director a contar su historia a través de las imágenes.

 

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¿Estás desarrollando algún proyecto en el campo de la foto fija?

Sí, me gusta mucho fotografiar. Es algo muy íntimo, un espacio personal que dedico a lo que me gusta. He desarrollado un proyecto mientras hacía el Camino de Santiago. Son fotos en blanco y negro, de formato medio, que reflejan el paisaje y transmiten las emociones que viví durante el recorrido. Ahora estoy en la etapa de postproducción buscando una galería que me ayude a imprimir todo el material.

Del Río confiesa preferir los paisajes a los retratos.

Soy muy tímido y perfeccionista. Me resulta difícil pedir a un extraño que pose para una foto durante el tiempo que yo necesitaría para lograr el efecto que deseo. Prefiero los paisajes porque me permiten esperar el momento en el cual la luz le da el significado que yo busco. Puedo escoger el ángulo que prefiero, ese que esconde y muestra al mismo tiempo. Y me da mucho goce disfrutar de ese fenómeno natural que nos regala momentos especiales que tratamos de reproducir con la fotografía.

 

¿Proyectos futuros?

Estoy trabajando con Jesús Alarcón, un director mexicano quien vive en Nueva York, sobre un musical largometraje que queremos filmar. La historia es muy interesante, gira alrededor de temas de inmigración y del contraste entre la vida rural de algunos pueblos mexicanos y la vida urbana de una ciudad tan compleja como Nueva York. Ya tienen varias canciones escritas para el musical y nosotros estamos trabajando desde hace dos años para preparar la filmación. Otro proyecto interesante, que me tiene muy emocionado, es una película que se desarrollará en la India y cuyos diálogos serán en hindú regional. Es un thriller psicológico y creo que el director, Manoj Beeda, me escogió como director de fotografía justamente porque, al no conocer el idioma, espera que capture las emociones del trasfondo, esas que van más allá de lo que se dice en la pantalla.

 

Como todo buen fotógrafo, Rodrigo Del Río, aún sin cámara, mira al mundo como si estuviera detrás de un lente y nunca deja de admirar y de sorprenderse al notar los múltiples matices que dibuja la luz. “Analizo los colores, los contrastes, la calidez de la luz en cada momento del día. Se ha vuelto un ejercicio constante, un hábito que siempre me premia porque nunca un momento es igual a otro”.

Perdido tras ese amor lleno de matices y claroscuros, rendido al coqueteo de las sombras y de los brillos, Del Río disfruta hasta la última gota de un bien, la luz, que nos envuelve a todos con igual generosidad y que, sin embargo, casi nadie logra apreciar en todo su esplendor.

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