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Paola García

Paola García: la poesía es el alma del ser humano

Paola García es escritora, traductora y abogada. Estudió en Columbia Law School y en la Universidad de Texas en El Paso. Vive en la ciudad de Nueva York desde el 2002.  Creció en Ciudad Juárez, México, donde su familia aún vive. Tradujo al poeta peruano Juan Gonzalo Rose y publicó en el 2014 el libro The Poetry of Juan Gonzalo Rose in Translation, editado por DiazGrey Editores. Escribe semanalmente para el Morocco World News y colabora ocasionalmente con la revista ViceVersa. Paola es musulmana progresiva y habla español, italiano, inglés y un poco de árabe. Además, por motivos de trabajo y de placer, viaja constantemente a varios países del medio oriente.

Hola Paola. Muchas gracias por darme un espacio libre entre tus continuos viajes y esas multiples ocupaciones laborales que tienes. Sé que hoy dejaste el yoga y la danza, actividades que realizas en tu corto tiempo libre, para atender a un viejo ‘feroz’ amigo, y como tu repites, hablar de poesía siempre es ‘a joyful time’ y, más, mucho más, cuando se habla de un poeta como Juan Gonzalo Rose; pero dejémonos los preámbulos y empecemos.

¿Por qué Juan Gonzalo Rose? Además de su lenguaje que invita a la autenticidad del ser ¿qué mas encuentras de singular en él?

La autenticidad de Juan Gonzalo Rose es la razón principal de mi interés en su poesía. El enfoque central de los versos de Rose es el alma de la poesía, y la poesía es el alma del ser humano. Rose logra una comunión con sus lectores. Admiro el carácter de Rose, su decisión de utilizar un lenguaje simple y accesible. Me fascinan la profundidad de sus versos, su total falta de pretensión, su espiritualidad. Rose no estaba motivado por la idea de obtener reconocimientos o ser elogiado como un gran poeta ni mucho menos como académico o intelectual.

Me atrae, también su coraje, su compromiso con la justicia. A pesar de las consecuencias que esto ocasionara en su vida, Rose se mantuvo fiel a sus principios y defendió sus creencias firmemente frente a la oposición y opresión que encontraba. Me identifico profundamente con su poesía por todas estas razones.

Comparto también su idea de que muy poco puede aprender un poeta en un salón de clases; un poeta aprende de sus experiencias de vida y su obra es una extensión o manifestación de lo que el poeta es como ser humano. En una entrevista que le hizo Eduardo Chirinos, cuya traducción incluyo al final de mi libro, Juan Gonzalo dice que él no concibe, por ejemplo, que un artista vaya a Paris a estudiar semiótica.  

A Juan Gonzalo no le interesaba mínimamente darse aires de intelectual o de superioridad; lo cual desafortunadamente abunda en el mundo literario. Rose, y por lo tanto sus versos, era sencillo y auténtico. La poesía de Rose tiene una belleza pura, original, inocente, transparente y profunda. Sus versos, como su persona, tienen un valor enorme.  

En la poesía de Rose hay melodías. Su poesía es, en algunos casos, para ser recitada, cantada, para que llegue directamente a los oídos. ¿cómo transmitir, entonces, esa música a otra lengua, a otra fonética?

Es difícil traducir la melodía y musicalidad de los versos de Rose. Creo que es imposible transmitir estos aspectos con total fidelidad, pero que es posible lograr que el espíritu, el significado, y la belleza del lenguaje lleguen al lector en el nuevo idioma. En inglés, la poesía de Rose sigue siendo bella y musical, pero obviamente en una forma distinta. Hice todo lo posible por preservar la cualidad de musicalidad del lenguaje siendo muy cuidadosa y selectiva con las palabras que utilicé. Fue un proceso de años. 

El exilio de Rose y su compromiso con una justicia social inexistente en su país tienen, o cumplieron alguna influencia en tu propia perspectiva de cosmos, es decir, en tu lejanía de México, en tu ser cosmopolita, en tu cercanía a Dios.

El exilio y compromiso con la justicia son dos cuestiones en las que me identifico con Juan Gonzalo, particularmente su compromiso con la justicia social. He pasado casi la mitad de mi vida lejos de México, entonces, eso ya no lo percibo. Parte de mi siente que pertenece a todos los países del mundo. Tiendo a sentirme ‘local’ en gran parte de las ciudades y pueblos que visito, sea el Cairo, Amman, o con los beduinos en Siwa o en Jordania, en Madrid, Boloña o Rabat. Con la excepción de las ciudades alemanas o escandinavas donde me siento extraña, en la mayoría de lugares me siento en casa. También me siento así en Manhattan, ciudad en donde vivo desde hace más de 12 años. También tengo días en los que me siento muy egipcia, otros días muy cerca de la India o Pakistán, o Perú, o Italia. Muchas veces soy más mexicana que nadie. Creo que quiero decir que con el pasar del tiempo, me siento cada vez menos identificada con nacionalidades y culturas específicas y más con los seres humanos en general. He protestado, por ejemplo, en Egipto, durante la revolución, y la gente me preguntaba porqué, si no soy egipcia. O por qué defiendo y quiero tanto a Palestina si no soy palestina. Esto me causa un poco de horror. La idea de que a alguien le interese únicamente el sufrimiento o las luchas de otros si tienen relación directa con ellos mismos, con un “país” que identifican como propio, o que forma parte de su identidad, de la etiqueta que se dan a sí mismos. Para mí ese sentir por los derechos, culturas, creencias, y luchas de otros no tiene absolutamente nada que ver con donde nace uno. Yo quiero a toda esa gente, y a la mayoría de los países del mundo, como si fueran mi propio país porque lo son. En realidad, no existen las fronteras ni las nacionalidades, son artificios. En el nivel más profundo, todos tenemos los mismos deseos, los mismos miedos, los mismos instintos y la misma luz. 

Sin embargo, otra parte de mi se siente siempre extranjera, inclusive mas extranjera en México, y particularmente en Ciudad Juárez, la ciudad donde crecí. Ese sentimiento lo he tenido desde que era muy niña y fue una de las razones que tuvo más peso en mi decisión de irme a los 18 años. Es una especie de asfixia.  

El exilio de Juan Gonzalo, desde cierto punto de vista, es diferente pues no fue elegido, sino forzado por motivos de persecución política. En ese sentido, mi situación es diferente. Pero bajo otra perspectiva, es muy similar pues yo dejé México porque no me sentía libre en la sociedad en la que crecí (Ciudad Juárez a fines de los 90s). Definitivamente mi forma de ser, de pensar, de ver el mundo y la vida no concordaban en lo absoluto con la mentalidad que prevalece en esa sociedad y con la necesidad que existe allí, una exigencia de amoldarse y seguir las reglas y costumbres locales. Lo que llamas mi cercanía con Dios y mi tendencia hacia la espiritualidad o “misticismo” como lo llama mi madre, me llevan a identificar en Juan Gonzalo, tanto en su persona como en su obra, cualidades y valores que para mí son esenciales: la sencillez, humildad, autenticidad, sinceridad, transparencia, sentido innato de justicia, su demanda de igualdad entre todo ser humano, fidelidad a su verdad, a sus principios y forma de pensar. El nunca ‘venderse’ por decirlo así, con todo esto me identifico enormemente. Creo que comparto gran parte de mi “perspectiva de cosmos” con la de Juan Gonzalo Rose.

Cito a Juan Gonzalo Rose, en el poema Carta a María Teresa, escribe: Para ti debo ser, pequeña hermana, //el hombre malo que hace llorar a mamá. Y luego cito el poema Marisel: Yo recuerdo que tú eras // como la primavera trizada de las rosas, // o como las palabras que los niños musitan // sonriendo en sus sueños.// Estos son de los pocos versos que conozco de memoria, y los recuerdos por su bellas y encontradas imágenes y metáforas. La palabra como herramienta y como materia de cosmos. Para ti, ¿qué es la palabra? ¿qué es la poesía?

Para mí la palabra es poder y belleza. La palabra es uno de los instrumentos más poderosos con los que cuenta el ser humano. A través de la palabra uno no sólo puede expresar y compartir su mundo interior, sino, además, crear su mundo exterior. Las palabras tienen una energía mágica capaz de crear nuestra realidad externa. Para mí la profundidad y la belleza son necesidades básicas, y las palabras de Juan Gonzalo las satisfacen a la perfección. La poesía es una exigencia para una persona que desea alimentar su lado ‘humano’ y que se encuentra en la búsqueda eterna de sentido con la que los seres humanos hemos sido creados.

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