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Maria José Navia

Maria José Navia: La literatura es el complemento de lo que no se maneja

Detrás del acto de escribir suele haber síntomas, carencias, traumas. Esa es una posibilidad, pero jamás se debe tomar la parte por el todo. María José Navia es ante los ojos que la conocen, dos cosas: chilena y muy alegre. Es demasiado fácil decir que un autor “irradia” tal cosa, pero Navia de verdad ama lo que hace. En la mesa, abrimos espacio para la grabadora entre algunos libros y una libreta que la tenía allí, esperando por la caza de su próxima historia. Esta joven escritora, que creció escuchando a su abuela leer y grabar cintas para ciegos, ama cantar y ama contar. Saltándose la cacofonía, resume: “me habría encantado hacer Grad School Musical”. Instrucciones para ser feliz publicado en Estados Unidos bajo el sello de Sudaquia Editores, la trajo a Nueva York para ser presentada, junto a su compatriota Alejandro Zambra. Navia se estrenó en las imprentas en 2010 con su novela SANT.

 

¿Cómo se escriben las instrucciones para ser feliz? ¿Llegaste a ese título como un concepto, una vacilación, una idea?

Maria José NaviaEmpezó como una línea en una novela. Tenía una frase que era: “…el día que se publicaron las instrucciones para ser feliz, murieron 50 personas”. La frase me quedó dando vueltas y cuando estaba escribiendo el cuento que terminó por llamarse así, pensaba en la obsesión del personaje por la última escena de Lost in Translation donde Murray le dice a Johansson las verdaderas instrucciones para ser feliz. Ahí vino el título. Entonces terminé de escribir toda la colección y lo elegí como título central, porque la mayoría de los cuentos tratan de personajes que creen que pueden ser felices logrando tal cosa o yendo a París. Además, aquí en Estados Unidos hay muchos libros de autoayuda, me llama mucho la atención el consumo de estos manuales. El libro en el que estoy trabajando se llama Manual de etiqueta para ascensores, ya ves, estoy obsesionada con esta idea de libros que te dan instrucciones.

 

Bueno, está ese antecedente de Cortázar que busca explicar lo evidente y luego ironizar con su dificultad. ¿Qué premisa unió los períodos en que escribiste los cuentos?

Los escribí durante mis años del doctorado en Georgetown. Entre el peso de los cursos, no le podía dedicar tanta atención a la novela, así que me dediqué a escribir cuentos y sus temáticas empezaron a interrelacionarse. El cuento con el que empieza el libro, que se llama París por la Ventana, lo leí en un encuentro en la Universidad de Cornell y el público reaccionó muy bien, así que me sentí muy envalentonada y eso me sirvió de talismán.

 

Más allá del tono que hay en cada autor, su versatilidad y cadencia, tú tienes un apoyo claramente sonoro. Las abuelas, que suelen ser origen de las primeras narraciones, llegan a tu caso en el hilo de una voz. Llegas a la escritura no por la lectura, sino por tus oídos.

Sí, mi abuela tal y como decías, grababa cuentos para ciegos y me grababa a mí también los cuentos para niños. Yo los aprendía, solo para repetirlos luego. ¡Los amigos de mis padres pensaban que ya sabía leer desde los 2 años! En realidad solo reproducía de memoria las grabaciones de mi abuela. He incorporado a mi manera lo del efecto sonoro, porque cuando termino un cuento, lo grabo en el teléfono y después voy escuchando mis propios cuentos. Así me voy dando cuenta de un montón de cosas que no veo cuando los leo… frases muy largas o palabras que disuenan cuando las escucho… lo sonoro me importa muchísimo.

 

Me gusta la construcción que haces de literatura dentro de la literatura. Ese tránsito de personajes. Julio Verne o Shelley son otros, en tus manos. Es como trazar libremente sobre los arquetipos literarios. ¿Te gusta que esa sea tu forma de relacionarte con la tradición?

Me gusta volver a los libros y me gusta mucho jugar con los epígrafes. Trato de rendirle homenaje a los escritores que me han marcado. Siempre estoy leyendo y busco todo el tiempo traer a colación mi amor por la literatura. Puedo leer dos novelas diarias, o muchos libros de cuentos. Tengo un blog de recomendaciones de libros donde me gusta escribir reseñas bastante rápido, me parece que la parte crítica es importante, así dejo por fuera mi outlet creativo. Busco usar twitter para eso, porque también disfruto ver a mis escritores haciendo eso en línea. Leo, tomo esto o aquello y escribo, como en una marea de referencialidad.

 

Chile tiene una tradición poética extensa, riquísima y muy variada. Además de la música, ¿Hay referencialidad con esa otra búsqueda del lenguaje?

Maria José NaviaMe encanta. Leo al azar a Sexton, Dickinson, Bishop. Todas ellas están entre mis referencias. De Chile me encanta Jorge Tellier, además de los autores de esa gran tradición chilena que mencionas. Veo en la poesía la capacidad de producir belleza y creo que eso me salva. Para escribir mis cuentos tengo una relación muy linda con los versos, esa brevedad y ese lenguaje. Yo busco como un regalo, conseguir esa frase que se lleve al lector.

 

Tengo entendido que te pasó algo terrible dormida y que a partir de ello escribiste varios textos. ¿Es el reino onírico una fuente de tu escritura o lo reduces al absurdo? Ya sabemos lo que una infección logró en Borges.

No creo que los use mucho. La anécdota es que llevé a unos chicos de Georgetown a Ecuador y me tocaba viajar por diferentes lugares del país. Me tocó estar una semana en Río Bamba que es un lugar con bastante altura, donde hace mucho frío y me dieron una habitación para mí sola. La cosa es que había tres camas y yo me sentía como ricitos de oro. Me cambié de cama cada noche y tuve sueños muy raros… ¡En mi locura que era por falta de oxígeno, me obsesioné con tomar agua!

 

Encarnas la figura moderna o clásica, como se diga, de alguien que ama escribir, que tiene sus libros consigo, delante o encima, sus libretas, las diversas extensiones de su sed de crear. ¿Cómo es tu perspectiva de escritora frente al mundo?

Me gusta mucho poder hacerlo y además disfruto un montón la respuesta del público, porque uno no está en control total de lo que el cuento cuenta. Siempre puede resultar que el lector no entiende tu intención o descubre otra cosa. Durante la presentación, Zambra me comentó que le había gustado un detalle específico, puntualmente, un pastillero que aparece en una narración. Me encanta cuando eso pasa, así sea algo muy pequeñito, esa es la máxima maravilla de poder escribir, el complemento de lo que no se maneja.

 

Tomando en cuenta que te alentaron la lectura desde niña y que has publicado con aciertos tus trabajos siendo muy joven, ¿Qué ha significado para ti ser escritora?

Un sueño, es un sueño. Cuando era chica me preguntaban qué quería ser, como sabes, cuando se va creciendo, eso va mutando, que igual no quiere decir que eso sea defraudarse. En mi caso se mantuvo y hay una magia ahí, de estar desde pequeña siendo feliz leyendo y queriendo ser escritora. Poder escribir, que las cosas se publiquen, que la gente reaccione, es un sueño.

 

ViceVersa, palabras de ida y vuelta

Un día perfecto para ti: Depende del clima, si está nubladito estar en la casa viendo series con mi marido o leyendo mucho, si está soleadito me gusta estar afuera, disfruto mucho caminando por la ciudad y eso lo extrañaré mucho en Santiago.

Dos canciones que te gusten mucho: American Girl de Tom Petty and the Heartbreakers, y Dance me to the end of love, de Leonard Cohen.

Algo que no harías nunca: Tirarme en paracaídas

¿Y algo que volverías a hacer siempre?: Patinar en hielo, esa imagen vino a mi cabeza.

Un rito para escribir: Lo que te contaba de grabar un cuento cuando lo termino.

¿Un miedo?: Quedarme con proyectos incompletos.

¿Qué es para ti el éxito?: Que alguien lea mis cuentos y se sienta menos solo. Por muy cursi que eso suene.

¿Qué le dirías a alguien que se está iniciando en el mundo de la literatura?: Que todo sirve, que escriban, escriban y escriban. No se trata de estarse pegando latigazos… alguien me dijo algo muy importante sobre eso y es que escribir es “self-forgiveness”. Perdonarse no escribir algo tan bueno o que a veces no está saliendo tan bien, y no quedarse en el suelo como si fuese un fracaso.

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