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Linda Briceño

Linda Briceño: “La canción es un mensaje, una palabra, un nombre”

La música de Linda Briceño es una extensión de su mirada. Creció rodeada de música, de beats, percusiones. De jazz. Eso es cierto, pero también es cierta la armonía que muestra con su don. Su talento, mezcla de virtuosismo y afincada constancia, hace increíble su delicadeza y sobre todo, su agradecimiento por poder, usando aquel bello descriptivo de Miles Davis: «traficar con aire».

De Caracas y el riesgo del halago vacuo se despidió en 2013 para atender a la urgente necesidad de despedir «la historia» y empezar la suya. Es curioso pensar en todas las notas, todos los solos, que guardan y deparan sus pulmones. La escucho y pienso en el libro de Sánchez Peláez, Linda es Aire en el aire.

En 2014, Tiempo, su primera producción discográfica, recibió una nominación que la llevó a pisar la alfombra de los Grammy Latinos, luego de casi quedarse sin vestido. Es cofundadora de la Simón Bolívar Big Band y tanto el Lincoln Center como Wynton Marsalis han percibido lo evidente: el sonido de Linda, más que grandilocuente, es real. Una vibración, un estado.

Hay un estigma que busca reducir la música venezolana al joropo o a lo que se entiende por música llanera. Desde Aldemaro Romero a Simón Díaz, pasando por toda una tradición de variedad y apuestas. Tú en la distancia, y con toda la experiencia que tienes, ¿cómo definirías a la música venezolana?

Yo creo que la música venezolana no tiene nada que ver con un género específico. Puede ser jazz, interpretado por los grandes músicos de la primera generación, por ejemplo. Puedo mencionar a muchos jóvenes que hoy en día no se limitan a un género. Hay mucha influencia de todas partes. Nosotros somos simplemente embajadores de Venezuela en el mundo, no tiene que ver con un género específico.

¿En quiénes sientes que está representada históricamente esa manifestación?

Mira, tú mismo acabas de mencionar a Simón Díaz. Para mí puede ser Omar Ruiz, puede ser Diego Álvarez, puede ser José Antonio Abreu, puede ser Gabriela Montero, pueden ser muchos. Hay una diferencia grande entre los géneros venezolanos más actuales, con respecto a la música tradicional, el joropo, los tambores… Puedo nombrar a Andrés Briceño, a Contramaestre, pudiésemos pasar aquí horas hablando de cultores, pero han sido muchos los responsables de darle ese toque a lo que conocemos por música venezolana.

¿Tú sienes que todo el mestizaje que compone a Venezuela tiene un reflejo actualmente o que hay una influencia muy directa del mercado o el sistema externo hacia el cual se debe producir?

Yo siento que evidentemente nosotros estamos pasando por una transición fuerte en la industria de la música. Las nuevas generaciones han tomado la decisión de investigar sobre sus raíces, porque está ese espacio vacío. Nos cansamos de escuchar reggaetón en la radio y simplemente nos tocó formarnos. Yo creo que queremos tener nuestra propia historia. El ritmo, las mezclas, el afro, lo llanero… todo eso está allí, pero también estoy consciente de que lo que está pasando ahorita trasciende las circunstancias… el mundo está cambiando, en general.

La era digital le permitió a la gente transmitir a través de Youtube lo que está haciendo. ¿Cómo ha influido eso en el proceso de formación de los músicos? Antes tenían que esperar el milagro de que una discográfica los descubriese y ahora no.

Mira, la parte digital ha permitido que artistas independientes como yo mostremos nuestro trabajo como nos venga en gana. Yo no tengo disquera, grabé todo y produje todo como quise. La plataforma digital me permitió mostrarle al mundo una imagen de cómo soy. Las motivaciones acertadas son las que deciden si alguien quiere trascender con su música o solo hacer cosas para “pegar”. Hay mucha música hecha con el propósito de hacer dinero, de llegar a masas para controlar, etc.

Nueva York es, por definición, una ciudad de fusión, choque y encuentro de distintos géneros, en todas sus manifestaciones. Quizás prevalece el jazz. ¿Puedes reconocer una influencia puntual desde que llegaste?

La primera vez que vine, recuerdo haber estado caminando por la calle y encontrarme ¡tocando! Al trompetista Tom Harrell, quien sufre de esquizofrenia paranoide, y que dentro de su enfermedad es un genio de la música, de la vanguardia. Sin duda es de los que más me ha influenciado. Esa primera vez caminando por la calle no lo podía creer. Me senté, lloré y dije: esta ciudad es para mí. Eso fue en el 2010. Estando aquí, más que volver a esos músicos que me influenciaron, me ha inspirado muchísimo ver a tantos jóvenes haciendo música de tanto nivel.

Como cantante tienes el reto de reunir una historia o una emoción en 3 o 4 minutos. Si tuvieses que definir qué es una canción, ¿cómo lo harías?

Para Linda Briceño la canción se define simplemente en una cosa: la palabra. La palabra define, tiene un poder importante, le da nombre a las cosas, identidad, y esos dos elementos son fundamentales. Cuando yo nazco, necesito un nombre, dependo de ese ruido. Y cuando soy recién nacida, dependo del proceso en el que voy creciendo y le voy dando forma a mi lenguaje, y esa forma ocurre a través de las palabras. La canción es un mensaje, una palabra, un nombre. Y si tuviese que explicarle a un marciano qué es una canción, tendría que buscar esa palabra en la que él y yo tenemos algo en común.

Tu rol como músico ha tenido impacto en un compromiso social. ¿Cómo ha sido tu participación dentro del Foro Económico Mundial?

Pertenecí al grupo de Global Shapers, donde recibimos un premio por ser jóvenes influyentes en nuestra generación. Cada quien desde su ámbito, yo representaba a la música. Allí tuve la oportunidad de conocer jóvenes brillantes e involucrarme con las nociones de emprendimiento social, sostenibilidad. Notar que frente al estado del mundo yo tenía una responsabilidad y algo que aportar. En cada concierto el músico le habla a 100 personas distintas. Es muy profundo el impacto positivo que se puede tener con solo tener conciencia de lo influyente que puede ser un mensaje.

Atendiendo a esa misma idea del compromiso, compartiste una charla TED propia.

Tuve la oportunidad de estar en TED Woman, la única latinoamericana que tuvo la oportunidad de hacerlo en 2015. Recibí la invitación para tocar simplemente, sin embargo, se convirtió en 6 minutos de hablar sobre mi vida y 4 minutos de música. Conté mi historia de todo lo que me costó tomar la decisión de dedicarme a esto. Yo tuve una crisis, en un momento decidí estudiar economía, cuando en realidad quería estar enfocada en la música. Eso pasó hasta que un profesor me agarró en la universidad y me dijo: tú no perteneces a este lugar, te voy a reprobar. De eso trata mi TED Talk.

Llegó un día en que te despertaste y Winton Marsalis te invitó a tocar en Lincoln Center. ¿Cómo ocurrió eso?

La Simón Bolivar Big Band estaba de gira en NY y asistimos a un concierto con el maestro. Cuando terminó, entre los saludos, uno de los encargados se acercó y me invitó a un ensayo para escucharlo y conocerlo. Cuando llegué recuerdo que empecé a llorar, no podía contenerme. Casualmente estaban ensayando para el Duke Ellington Essential, que es una competencia anual con la música de Duke. Él me invitó a tocar y toqué lo que tenía que ejecutar. Había otros estudiantes y al terminar se me acercó y me dijo: “Great sound”, y se fue. Después me mandaron a llamar para que tocara en el concierto. Fue una oportunidad gigantesca y pasó lo que tenía que pasar.

Linda briceño

VICEVERSA, PREGUNTAS DE IDA Y VUELTA

Una película inolvidable: Farinelli il Castrato.

Una canción para el amor: A todo pulmón. No es una canción de amor.

Qué es el éxito: Tener la capacidad de amar y ser amado de vuelta.

Sueño o pesadilla recurrente: Un sueño es que la música trascienda. Una pesadilla es terminar en un sitio donde no estás soñando.

Algo que no harías: Consumir drogas.

¿Qué le recomendarías a alguien que está iniciándose en la música?: Que le eche bolas.

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