Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Faride Mereb

Faride Mereb: El libro «Es una buena máquina» es completamente de Miyó

Faride Mereb en un primer contacto habla poco pero cuando se expresa sobre aquello que le apasiona el diálogo se extiende con brío e impulso. Cuando tenía 19 años y estudiaba diseño gráfico se acercó a la obra de Miyó Vestrini por medio de una amiga; a partir de ese momento los poemas se adentraron en cada uno de sus nervios y voluntad.

La niña de los carteles de Desaparecida que marcaron cada poste y pared de Valencia homenajeó por primera vez la obra poética de Miyó en el año 2012, mediante una exhibición de carteles titulada El espacio de la palabra, para así emprender un largo recorrido que hoy se resume en inédito.

Esta lectora de poesía, diseñadora perfeccionista e investigadora cuyo deseo es dedicarse al arte y a los libros tiempo completo mueve sus manos con frecuencia y su seriedad no es otra cosa que sencillez y convicción. Con su editorial Letra Muerta, fundada el año pasado, reúne en el libro Es una buena máquina, cada verso, frase, foto, tachadura y apuntes de Miyó.

En el prólogo explica “la máquina de escribir, además de denotar el contexto temporal, es testimonio de la secuencialidad de los mismo papeles; a través de la tinta y el tipo mecánico como percutor del papel”.

Con portada blanca y el repetido sintagma Es una buena máquina conduce al lector a textos que permanecieron durante años en espera de ser descubiertos. Digamos que Mereb fue quien tuvo esa dicha.

Creo que este libro no fue casualidad. Definitivamente más que una búsqueda fue un encuentro. 

De papeles y fotos a una obra inédita

Cada obra tiene un comienzo, y como si se tratase de un ser humano no empieza con el nacimiento sino con la concepción, el feto, el embrión, y así cada etapa significativa e imprescindible. Para Mereb todo inició a partir de registros fotográficos que almacenaba en su computadora, “decidí empezar a organizar: desde papeles que me había dado la negra (Elisa Maggi), hasta reproducciones de archivos de la Biblioteca Nacional”, en ese momento varios acontecimientos detuvieron el proceso, entre ellos la muerte de un amigo, el no disponer de tiempo, ni el ánimo.   

Después de estas pausas obligatorias logró concluir varios trabajos que le permitieron reunir dinero suficiente para comprar las primeras resmas de papel y abonar dinero para la impresión. Sin embargo, la empresa con la que pensaba trabajar en Valencia le informó que no podía cumplir con los requerimientos del libro.

—Decidí viajar a Caracas y hablar con Javier Aizpúrua. Estando reunida con él descubrí que además de haber conocido a Miyó, fue quien imprimió sus primeros libros en la Editorial Arte, lugar donde trabajaba en aquel entonces. Desde esa reunión todo fue tomando más forma. Pues me ayudó muchísimo con la parte técnica y con el papel que me faltaba.

Otras de las personas que colaboró con Mereb desde la fundación de Ediciones Letra Muerta hasta la corrección de los textos fue la escritora e ilustradora Deisa Tremarias.

Al principio Es una buena máquina eran poemas escritos por Miyó en diferentes años, que Mereb reunió para formar finalmente dos tomos, el primero que se divide en tres partes: poemas titulados, prosa y poemas sueltos de varias épocas. Y el segundo que contiene lo que ella llama «la pequeña memoria» o una especie de anecdotario íntimo, un registro de manuscritos de la autora y fotografías.

La mayoría del material me la dio su amiga Elisa Maggi. Desde el 2013 he estado consultándole con frecuencia muchas cosas y gracias a la confianza se hizo posible. Definitivamente tener a la Negra Maggi como cómplice nos ayudó mucho. Es una buena máquina es un libro muy cuidado editorialmente hablando. Quizá porque quisimos darle un enfoque más sensible, cercano. Fastidié mucho a la negra consultándole las decisiones que tomaba y luego de hacer la selección, ella la revisó y hubo dos textos que no pasaron el filtro por no estar “completamente trabajados”.

Todo fue escrito por Miyó

A Mereb le gustaría pensar que esta obra es un tributo a Miyó y una continuación de las exhibiciones donde difundió la obra poética por medio de carteles como El espacio de la palabra, en el cual asegura que incluyó muchas anécdotas familiares que han pasado a lo largo de su vida pero que narró a través de las palabras de la poeta. Pero, en este caso el libro es la historia de Miyó. “El ritmo del libro también es testimonio de eso”, afirma. 

Es una buena máquina es completamente de Miyó, lo único que no fue escrito por ella fue la introducción de Elisa Maggi y mi nota a modo de prólogo. La decisión de hacer dos tomos fue justamente por eso, para separar la parte más subjetiva donde emito opiniones, si se pudiese decir. Eso se refleja desde el color del papel hasta en el tipo de encuadernado. 

Las nuevas generaciones la seguirán recordando

Esta obra es una muestra de la vigencia de Miyó Vestrini en el mundo de las letras. Para Mereb su poesía es atemporal porque todavía se lee con la misma fuerza de hace veintitrés años.

Parafraseando a Boltanski una persona muere dos veces, la primera cuando deja de existir y la segunda cuando alguien mira su fotografía y ya no sabe quién es. Creo que todos seguimos sabiendo quién es Miyó. Las nuevas generaciones también han aprendido sobre su obra y definitivamente las siguientes la seguirán recordando.

Tiene razón Mereb, Miyó vive a través de sus poemas, de sus textos, de sus trabajos periodísticos. Vive también por medio de quienes la amaron y la consideraron su amiga. Como dice Elisa Maggi en la presentación de Es una buena máquina: “Cuando lees a Miyó nos reconocemos en los ángeles y demonios que la habitaron, pues ellos habitan en nosotros”.

Hey you,
¿nos brindas un café?