Para algunos, el norte de México es una frontera. Para otros, una encrucijada y no sólo de países. Es un punto de encuentro; el lugar en el cual se cruzan paisajes, historias, culturas, clases sociales, razas e individuos. Alejandro Cartagena se ha dedicado a retratar esta encrucijada con su fotografía.
Natural de República Dominicana, pero radicado hace bastante tiempo en Monterrey, en el estado de Nuevo León, Cartagena está fascinado por el espacio y las personas que, con diferentes grados de arraigo, habitan este espacio. Después de todo, es en Monterrey donde ha hecho los proyectos Suburbia Mexicana y Carpoolers. En el primero su objetivo se ha fijado en las construcciones habitacionales que han nacido alrededor de la ciudad; en el segundo, ha retratado a los mexicanos durmiendo en la parte traseras de camionetas rumbo a la jornada laboral.
Su trabajo, original y lleno de contenido social, no ha pasado desapercibido a los ojos de medios importantes de América y de Europa. Por ello, agradecemos el tiempo dedicado a esta conversación con Viceversa Magazine.
¿Cómo fueron tus inicios en la fotografía?
Empecé formalmente trabajando en una fototeca del estado. Estuve allí cinco años. Me desempeñé en el área de digitalización. Mi educación fue ver el trabajo de otros, escaneando y archivando fotografías de autores mexicanos. Podemos decir que así fue como aprendí a hacer fotografía.
¿Hay algún fotógrafo en particular que sientes que haya tenido influencia en tu trabajo?
Tengo muchos. En esa primera etapa formativa me tocó escanear el trabajo de un fotógrafo mexicano de nombre Eugenio Espino Barros. Sus fotografías me ayudaron a descubrir fotográficamente la importancia de espacio y paisaje. Él era un inventor e inventó su propio tipo de cámara llamada “Nova”. Era un técnico perfeccionista. Me tocó escanear sus negativos de vidrio, de plata de 8×10, de 11×14… y me ayudó mucho ver la manera en que disponía del espacio. Poder ver todo su trabajo creo que me ayudó mucho. Su trabajo tuvo una gran influencia en mi. De manera conceptual, me nutrí mucho de los fotógrafos norteamericanos y europeos que exploraban el paisaje como símbolo del momento histórico que vivían. El progreso, el modernismo, el abuso de recursos naturales. Creo que esa combinación entre este fotógrafo mexicano muy técnico, muy preciso y las ideas críticas de los que vivían en el extranjero es lo que usé para forjar mi mirada fotográfica.
Estas ideas del paisaje y el uso de las personas del paisaje es algo que comenzaste a tocar con Suburbia Mexicana, un proyecto al que dedicaste nueve años. ¿Cuál es, para ti, la idea central de Suburbia Mexicana?
La fotografía te permite crecer como ser humano. No puedo negar que, al principio de ese proyecto, mi agenda estaba muy enfocaba a mostrar los abusos contra el paisaje mexicano. Pero, conforme vas avanzando, haces una lectura del propio paisaje. Descubres que hay necesidad de habitar ese paisaje; te das cuenta de que hay una necesidad de tener habitación. Es parte de la problemática humana. Tenemos ese deseo infalible y constante de un shelter. Documentando paisajes tienes la impresión de que no estás interactuando con la gente. En el momento que interactúas con la gente te das cuenta de que hay deseos insaciables por tener una casa-habitación. Ese deseo no lo pueden dejar ir. Lo que pasó aquí en México con este proyecto de vivienda es que se dieron cuenta que tenían un negocio con el cual lograban satisfacer el deseo de la casa-habitación y, al mismo tiempo, podían beneficiarse los grandes constructores. Muy en el fondo este proyecto no es sólo sobre casitas en el paisaje. También es la necesidad del home ownership. Hay un abuso de este por parte del gobierno federal mexicano y las interconexiones que existen entre el home ownership y el crecimiento desmedido. Por ejemplo, falta de transporte, despojo de terrenos ejidales. Un sinfín de problemáticas que están aunadas a un crecimiento que se basa en deseos y no planeación.
Tu proyecto Carpoolers podría entenderse una extensión de estas ideas. Ya tienes el paisaje, ahora toca enfocarse en la gente que habita ese paisaje.
Exactamente. Me interesa encontrar nuevas maneras de contar esta historia del deseo de vivienda. Para mí, la práctica de la fotografía documental o de la fotografía como fotografía está basada en diferentes puntos de vista sobre el mismo tema, aunque sean contradictorios. Estos permiten dar una visión mucho más interesante y mucho menos enjuiciadora. El no fotografiar la gente en sus casas me parecía fundamental porque era una imagen que ya estaba inferida. Así que cuando empiezo a fotografiar a los Carpoolers retrato ese mismo confinamiento que ya vivían pero desde otro punto de vista, de una manera mucho más perspicaz y sugerente. Ves a estas personas cuando van al trabajo, dormidos, como si estuvieran en sus casas, todos apretados y a veces incómodos y siendo un objeto más en el paisaje urbano.
Esa falta de literalidad es lo que hace interesante a la foto contemporánea. Puedes hablar de paisaje urbano, hablar de desarrollo urbano desmedido sin tener que mostrarlo. Por eso las imágenes de Carpoolers me atraían tanto. Ves esas fotos y primero ves a trabajadores en camionetas. Pero luego empiezan las preguntas: ¿Por qué viajan de esta manera? ¿Qué pasó en el plan de proyecto gubernamental que no les ha permitido ofrecerles transporte público digno para que no tengan que viajar de esta manera ilegal y peligrosa? Y es cuando se pone interesante la foto. Es una práctica tan cotidiana que se vuelve invisible y al hacerla visible y repetitiva te preguntas que está pasando. Ahí está también el poder de la fotografía y de la observación cotidiana que tenemos como ciudadanos. La fotografía permite acumular comentarios y abre un posible nuevo entendimiento a una práctica social rutinaria.
¿Qué reacciones ha generado tu trabajo en la gente de Nuevo León?
Tiene buena recepción en círculos críticos. Creo que el mundo en que vivimos actualmente, saturado de imágenes, complica la penetración de imágenes críticas en el circuito cotidiano de los habitantes. Con mucha pena digo esto pero lo que hago sigue siendo un producto para minorías. No tiene el público masivo que pudiera tener un reportaje más ligero, más comercial. Pero eso no demerita el trabajo ni el esfuerzo que se hace para que la imagen se disemine y sea vista por un público mayor. Mi estrategia de los últimos años ha sido utilizar el libro fotográfico como medio final de mi trabajo. Siento que ha cobrado fuerzas porque una exposición es algo temporal y pierdes esa conexión planteada en el espacio museístico. Un libro, en cambio, es algo que perdura y tiene, creo yo, una de las más grandes oportunidades de expandir el discurso fotográfico más allá de la pared.
¿Siento que al haber nacido en República Dominicana posees una perspectiva diferente sobre la vida en México?
Siempre he creído que no ser oriundo de México me ha permitido ver el país con otro ojos. No es el cliché de que por ser de afuera lo veo diferente sino que, en conjunto a ciertas lecturas de estudios críticos, me ha permitido entender que las culturas son estructuras sociales que los humanos nos construimos para sentirnos en paz y poder convivir. Al entender que hay un velo frente de mí me permite pensar y preguntarme si lo que estoy viendo es normal o no. Cuando veo a Monterrey la veo con escepticismo. Todo lo que está a mi alrededor se vuelve pregunta: ¿Quién estructuró esto? ¿Quién construyó esto otro?
¿Qué significa Monterrey para ti?
Es mi hogar. La ciudad en la que he decidido vivir. Es una ciudad problemática; también lo es con oportunidades. Me atrae mucho porque tiene una unas fuertes contradicciones entre una ciudad humana y una ciudad industrial con un empuje económico bastante fuerte. Es un lugar de cultivo de ideas por este dilema que existe entre estos dos polos.
Hablando del norte de México es inevitable tocar el tema de la migración y las relaciones con Estados Unidos. ¿Cómo surge entonces la idea de Americanos?
Inicialmente surge por mi propia dualidad de nacionalidades: soy mitad dominicano, mitad mexicano y además mi esposa es mitad mexicana, mitad estadounidense y su papá es canadiense. Así que esta idea de la multiculturalidad siempre ha estado presente en mi casa. Cuando estábamos decidiendo tener un hijo nos preguntábamos si también queríamos ofrecerle esta nacionalidad dual y vimos la posibilidad de tenerlo en Estados Unidos pero al final fue muy complicado, principalmente por razones económicas. Esto me llevó a preguntar a gente si había hecho este proceso. Es decir, ser mexicano pero contratar de manera legal un doctor y un hospital para tener al hijo en Estados Unidos para convertirlo en ciudadano por nacimiento. Surgió que mucha gente de verdad lo hace, principalmente de la clase media o media-alta y descubrí que muchos amigos eran americanos mexicanos. Entonces me interesó la ciudad de Tijuana que es la ciudad fronteriza mexicana por excelencia. Ahí contacté a un grupo de gente y le pregunté si los podía retratar como ciudadanos estadounidenses que viven en México. Algunos de los mayores que fotografié me decían que hubo un momento, antes de 1992, que no se permitía la doble ciudadanía y ellos eran entonces ciudadanos legales en Estados Unidos pero ilegales en México. Tenían un certificado de nacimiento falso para asistir a las escuelas mexicanas. ¡La ironía de la vida! Me parecieron fundamentales estas historias porque son invisibles. Uno de los requisitos que puse en Americanos es que fuera gente que no quisiera vivir en Estados Unidos, que querían vivir en México. La única historia de migración que conocemos entre México y Estados Unidos es que los mexicanos quieren estar en Estados Unidos. Con la fotografía puedes contar otras historias. Siempre es quien tiene el poder de escribir y de publicar, quien cuenta la historia oficial. La fotografía entonces te permite contar historias alternativas a esa historia oficial. Con estos retratos quería hacer visible que existe otra manera de migración, otra manera de plantearnos como ciudadanos mexicanos y estadounidenses. Es totalmente ajeno al cliché de que todo mexicano quiere estar en Estados Unidos.
¿Cómo has sentido que ha sido recibido tu trabajo fuera de México?
Creo que hay una sed de alternativas a la historia que conocemos de México y de Latinoamérica en general. El trabajo ha sido recibido muy bien porque hay un esfuerzo honesto de querer contar nuevas historias, historias diferentes a las que conocemos sobre el continente.
¿Qué otros proyectos tienes para el futuro?
Estoy trabajando en un proyecto que se llama Por lo que peleamos. Son once lugares alrededor del mundo en el cual la gente sale y lucha por su derecho a la ciudad, por su derecho al espacio público. Por ejemplo, el año pasado fui a Nicaragua. Están planeando, con inversión de China, construir el Canal de Nicaragua. Entonces, la cantidad de personas que hay que desplazar, los terrenos que hay que invadir, los ríos que hay que rediseñar, todo eso es gigante. Y la gente no se ha quedado callada. Ha estado protestando contra este plan de desarrollo del gobierno de Ortega. A mí no me interesa la protesta como tal, sino el espacio mismo por el que se está peleando. Fui a Nicaragua y documenté parte de la ruta por la cual va a pasar el canal. Una gran parte es selva todavía virgen, pertenecientes a estas comunidades. Básicamente es documentar; documentar este espacio presintiendo su final inminente. Otro proyecto, en Costa Rica, es una carretera que están tratando de construir de San José a San Ramón. Ya llevan 10 años peleando ese proyecto, para cuya realización se autorizó a una firma brasilera. Así que la gente de San Ramón se organizó contra la entrega de un proyecto tan importante, tan costoso, a una firma extranjera. La comunidad, con ayuda de especialistas, hizo una contrapropuesta y ganaron la pelea. El gobierno costarricense despidió al contratista brasilero. Es en Costa Rica, es en México, es en Colombia, en España, en Italia. Todos estos son sitios en los cuales la gente pelea por tener voz sobre los cambios de su medio ambiente, de su sociedad. Entonces esta pieza es un periódico que consta de 48 páginas. Hay comentarios de activistas, políticos y gente de la comunidad sobre estos proyectos y los espacios que están en pugna. Este proyecto ha tardado casi cinco años pero ya va a salir en el mes de octubre.