NUEVA YORK: Entrar en la galería de Gigi y Rodrigo Salomón, en el corazón de Tribeca, nos llena de emoción. El espacio amplio, silencioso, nos acoge con la solemnidad de un templo, en este caso un templo del arte neoyorquino, un lugar donde quedan los ecos de una Nueva York bohemia y alocada que quedó sofocada por el peso de los dólares. Aquí, en este mismo lugar, Rodrigo Salomón desarrolló su trabajo cinematográfico, aquí reunió a todos los que deseaban compartir su arte. Había espacio suficiente para performances y exposiciones, lecturas de poemas y obras de teatro. Era un lugar dedicado exclusivamente a los que, al igual que él, vivían de su arte y se habían mudado al vecindario de Tribeca porque era el más económico de Nueva York.
“Siempre me ha gustado la interacción entre las distintas expresiones artísticas – nos dice Rodrigo -. Solía seguir a la esposa del amigo con quien compartía este espacio en giras por todo el país. Ella era mimo y me encantaba la mezcla entre el performing act y el cine. Amaba estar con otros artistas, compartir con ellos, aprender de sus trabajos, experimentar”.
“En esos años – nos comenta Gigi Salomón, compañera de vida y de trabajo de Rodrigo quien es urbanista y diseñadora ambiental – podías alquilar un loft de 90, 100 metros por 150 dólares mensuales”.
Tribeca que en años anteriores había sido una zona próspera que reunía a empresarios del área de los alimentos y de textiles, se había vaciado y empobrecido.
“Tribeca es un área de sólo 78 cuadras. En los tiempos en los cuales reunió a los empresarios y comerciantes de telas y alimentos fue muy rica y los que vivían aquí llamaron a arquitectos famosos quienes embellecieron toda la zona uniendo estilos diferentes, desde el Art Deco hasta el Boes Art o el arte griega. El edificio a nuestro lado es un “Cast Iron” y es considerado patrimonio nacional no solamente de este estado sino de todo el país”. Sigue explicando Gigi quien ha dedicado mucho de su tiempo al estudio de la historia arquitectónica de Tribeca.
El declive de esta área empieza cuando los trenes para el transporte de las cargas son sustituidos por los camiones. Las calles estrechas de Tribeca no permitían el acceso de los camiones gigantes que llegaban con la mercancía y poco a poco los comerciantes empezaron a dejar los espacios que tenían para mudarse a zonas de más fácil acceso.
Tribeca se transformó en un vecindario fantasma. Los edificios quedaron vacíos, no había ni escuelas ni supermercados. Los alquileres bajaron radicalmente y era posible comprar esos inmuebles, que más tarde lanzarían la moda de los lofts neoyorquinos, a precios sumamente económicos.
Los artistas fueron sustituyendo a los viejos propietarios, los grandes espacios de fábricas y almacenes eran perfectos para realizar sus trabajos y los precios bajos eran un aliciente considerable. En muchos casos tuvieron que construir ellos mismos los baños, las cocinas, arreglar los sistemas de luz y de tuberías y poco a poco fueron regando una nueva alma y un nuevo estilo de vida en toda la zona.
Eran los años 60 – 70 y fue justamente la época en la cual llegó a Nueva York Rodrigo Salomón.
Tenía solamente 18 años y quería estudiar para ser cineasta. Pronto entendió que no había mejor escuela que la práctica y así fue alternando los estudios con un trabajo de segundo asistente de dirección.
“En esos años – recuerda – había mucha producción tanto cinematográfica como televisiva. Había becas para jóvenes realizadores y el canal 13 producía muchos programas donde era posible hacer pasantías. El actor Ozzy Davis daba unas becas y yo empecé a enseñar producción. Mi trabajo se desarrolló durante muchos años sobre todo en el área de producción”.
Salomón estuvo a cargo de la producción de películas con presupuestos hollywoodianos. La primera fue “Fort Apache, the Bronx” con Paul Newman. Siguieron muchas otras, todas millonarias hasta que, a un cierto momento, lo asalta la necesidad de hacer algo más creativo. Su pasión eran los documentales. El primero lo había desarrollado en Colombia, en la selva. El documental se centra en la hierba “Yagé”, una ayahuasca que usan los chamanes y los curanderos para sus trances. Lleva una narración del famoso escritor William Borrows quien había escrito el libro que inspiró el mismo documental.
También en Nueva York, sigue haciendo cortometrajes y documentales.
A lo largo de los años filma decenas y decenas de entrevistas a los artistas que vivían en Tribeca. Son las personas con quienes comparte su espacio, su vida, sus ilusiones.
“Tribeca para los artistas era como la realización de una utopía – nos dicen Gigi y Rodrigo – No había colegios, clínicas, farmacias ni supermercados. Para lavar la ropa había que ir a Soho y de noche no podías caminar en las aceras porque estaban llenas de ratas pero los artistas tenían acceso fácil a los materiales que necesitaban para su arte. Había vidrio, cuerdas, telas y maderas. Y para los pintores había muchos lienzos porque las fábricas que los hacían estaban aquí. Era una utopía. Tenían el espacio y los materiales para trabajar”.
Rodrigo lograba vivir con el sueldo de un trabajo a medio tiempo y el resto lo dedicaba a sus documentales. Hoy Tribeca se ha transformado en el “Financial district” y los precios de las habitaciones son los más altos de todo Estados Unidos.
“Quise ponerle una cara a todos esos artistas de los que se hablaba como de un recuerdo lejano. ¿Quiénes eran? Todos llegaron muy jóvenes y algunos han quedado pero la mayoría se ha ido. Al principio había como 3mil artistas, ahora sólo somos 200 y estamos prácticamente escondidos”.
“Siguen viviendo en el vecindario – agrega Gigi – artistas como el escultor Richard Serra, James Rosenquist, Marisol Escobar, Edward Alby autor de “¿Quién le tiene miedo a Virginia Woolf?” y Harvey Keitel. El mismo Robert De Niro vivía aquí junto con su padre artista antes de mudarse en el Upper East Side”.
– ¿Y cómo nace la Salomón Gallery?
– Alquilé este lugar junto con un artista que se llamaba Alan Shields. Era un pintor muy importante que está entre los de la galería de Soho, Paula Cooper. Alan era amigo de Andy Warhol, Richard Serra y muchos otros. Hacía unas pinturas que llegaban de una punta a otra de las paredes, él mismo cosía sus lienzos y llenaba de pintura el piso. Sus pinturas eran mas bien unas instalaciones, la gente podía entrar y salir de ellas. Yo mandaba su arte a todas partes del mundo y fue así como comenzó mi trabajo de galerista. A los años surgió esta galería, nunca me propuse ser galerista, sencillamente ocurrió-.
Rodrigo Salomón está buscando ayuda económica para editar las horas y horas de material que ha filmado. Los próximos 27, 28 y 29 de octubre en la galería One Art Space que dirige Elizabeth Villard organizarán una exposición con el preciso objetivo de recolectar fondos para concluir su película que está destinada a los museos con un propósito educacional. Serán tres días llenos de creatividad en los cuales participarán poetas, pintores, músicos, todos ellos de Tribeca.
La película de Rodrigo Salomón será un documento muy importante no solamente para la ciudad de Nueva York sino para todos los Estados Unidos. Ojalá una ciudad que cambia rostro con tanta rapidez como Nueva York pudiera tener más documentales a recuerdo de un pasado destinado a quedar borrado por el frenesí del presente.
La exposición de One Art Space concluirá con una fiesta de Halloween el próximo 31 de Octubre.