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Toña Vegas

Los inventarios de Toña Vegas y Tony Vázquez-Figueroa

NUEVA YORK (Hasta el 29 de septiembre): Sigue la exitosa exposición de Toña Vegas y Tony Vázquez-Figueroa en The Clemente Soto Vélez Cultural and Educational Center of New York. Titulada Inventario – Inventory/Takes la idea de esta exposición surge a raíz de coincidencias y reflexiones que cruzaron los caminos de los dos artistas. Ambos, por razones distintas y diferentes motivaciones, habían estado trabajando en inventariar trabajos relativos a sus vidas y a la vida de su país, Venezuela. En ese espacio íntimo y colectivo al mismo tiempo, la curadora de la exposición Lorena González encontró un nexo profundo y con extrema sensibilidad empezó a tejer los hilos que podían transformar ese trabajo individual en una exposición que reflejara el recorrido que Vegas y Vázquez-Figueroa habían estado transitando durante meses.

Si por un lado Vázquez-Figueroa refleja en una serie de objetos cotidianos, transformados en arte, la angustia de un pueblo que, casi de repente, despertó en medio de un desierto falto de lo esencial, Toña Vegas recupera momentos de su vida personal, los ensambla en mixed media impresos sobre papel para la serie Transmigración y en óleos sobre tela para una segunda serie que titula Ser dignos del olor del pan.

En Transmigración la artista parte de imágenes fotográficas producto de su observación del entorno, de sus memorias, del contacto con obras de otros artistas. Es una mirada ligada al recuerdo, oblicua, difuminada como son los recuerdos. Construye espacios a través de una asociación que imponen el color y las imágenes capturadas en algún momento de su vida, imágenes que, en ese “transmigrar”, se transforman en obras de arte en sí mismas.

“El color es el elemento que une las dos imágenes y funciona a veces como un cierre y a la vez, como una apertura hacia nuevos espacios. Como si fuera una puerta corrediza que permite el diálogo entre dos imágenes que, antes, no tenían relación”, comenta Toña Vegas. En esas composiciones que reflejan el recuerdo del detalle de un mosaico desgastado por el tiempo, de una puerta que la regresa a una infancia feliz, de fragmentos de obras que han alimentado su afán por la belleza, queda reflejada la melancolía de quien, desde la adultez, observa un pasado propio y colectivo, de su misma casa y de un país, casa alargada, que se ha ido desvaneciendo y que, a pesar de todo, queda reflejado en el arte, la creatividad y la belleza.

Las piezas tienen títulos significativos pero que no aparecen cerca de cada una de ellas, porque ese nombre rompería la armonía de un todo ya que las obras constituyen, en su conjunto, un gran mural y al mismo tiempo tienen vida propia y respiran solas.

La serie Ser dignos del olor del pan, aparentemente distinta, por material -óleo trabajado con cera para crear una pasta mate densa, sin brillos- en realidad está íntimamente ligada a la anterior ya que cada cuadro nace de la observación de un fragmento, ampliado, de las obras que aparecen en Transmigración.

“Estas pinturas surgen de la necesidad de exponer mi vivencia de la situación actual venezolana en relación a la gran escasez, no solo desde el punto de vista de la alimentación física, sino de la dignidad humana esencial que significa la acción de percibir el olor del pan (hecho cultural y espiritual fundacional de lo humano)”, explica Toña Vegas quien, para reflejar esa pérdida, deja en cada cuadro una pista. Son trazas casi invisibles que no saltan a la vista sino que aparecen tras una atenta observación y que simbolizan el pan venezolano, la arepa y la Harina Pan con la cual se prepara, harina que, desde siempre, acompaña el diario vivir de las familias de ese país y sin embargo hoy se ha vuelto un recuerdo y un deseo.

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