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Karl Krispin

La silla radioactiva

Uno de los géneros enigmáticos y atemorizantes de la literatura es la ciencia ficción con sus invasiones extraterrestres y dictadores interplanetarios asomados al inabarcable abismo de sus reinos frente a sus naves. En su mundo la ciencia marca un mundo guiado por la intriga y quienes se quieren apoderar del universo. La nutre la teoría de la conspiración y el enfrentamiento entre los poderosos. Dado el hecho de que la contemporaneidad ya bosteza frente a la tecnología, los cultores del género no piensan tanto en los días que vivimos sino en un inclasificable futuro donde nos persiguen insectos de titanio que pretenden esclavizar a la raza humana. La ciencia ficción vive hoy un momento menguado y ha cedido ante el cine con sus groopies que se disfrazan de Darth Vader en las ferias de culto de Las Vegas.

El género promete gracias a una nueva noticia. La señorita Eva Golinger ha declarado recientemente a un medio bolchevique que el presidente Hugo Chávez fue objeto de varios atentados por parte de la inteligencia del Imperio. El malogrado que nos interesa destacar fue el que habrían perpetrado en una universidad “local” de los EEUU por medio de una silla radioactiva descubierta por los muy sagaces servicios secretos venezolanos ayudados por un mítico detector Geiger. Lástima que la información oculte el nombre del centro de estudios superiores y el método que se practicó  para aislar la silla irradiante. Si como dice la nota, la poltrona emanaba suficientes chispas nucleares para aniquilar a la víctima, debió haber sido retirada por un personal altamente científico con unos trajes diseñados para resistir al uranio enriquecido. Tampoco se aclaran los niveles radioactivos o si estaba involucrado algún otro tipo de kriptonita. Seguramente estas huellas dactilares del mal se mostrarán en un futuro muy cercano con la publicación de la saga literaria que revele el rostro verdadero de los mercenarios del imperio. La autora del éxito de ventas del futuro sabe cómo adelantar sus investigaciones: apenas nos da una clave incompleta. Luego vendrá el resto.

No sé cuantos millones de ejemplares habrá vendido el Código Chávez pero gracias a la popularidad de la que presumen rojos, bolichicos y boliburgueses, seguramente la estadística es opulenta. El texto en camino batirá récords intergalácticos. Se imprimirá tanto como la Biblia o el catálogo de Ikea. El recuento del delito frustrado fue desde la Gran Manzana. Raro que la agente Golinger haya decidido mudarse a la enloquecida Nueva York en lugar de preferir la potencia Venezuela.

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