Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
La Belle Créole

“La Belle Créole”, la condesa cubana que cautivó La Habana, Madrid y París

NUEVA YORK: La hermosa y seductora cantante cubana, María de las Mercedes Santa Cruz, la Comtesse Merline, es la protagonista de una biografía realizada por Alina García-Lapuerta. “La Belle Créole”, así es como la llamaban sus muchos admiradores en Paris y en la Habana y así es como se titula el atento trabajo, que la autora García-Lapuerta presentará en Americas Society.

El libro explora la vida de la controversial y fascinante cantante y escritora cubana, su visión sobre la Cuba del siglo XIX y su contribución al debate sobre la esclavitud. Admirada por su hermosa voz, María de las Mercedes Santa Cruz cantaba y animaba el club parisino donde Liszt, Rossini y otras divas de la época se presentaban para ofrecer espectáculos inolvidables en los cuales participaban Rothchilds, Balzac y la realeza. De adolescente se mudó de La Habana a Madrid para unirse a la sociedad élite de España junto a su madre.

Allí se formó participando en el salón cultural de la madre que pronto se transformó en el más importante de Madrid y que reunía a los más importantes artistas, militares, políticos y nobles de España.

Cuando se casó con un general francés y se mudó a Francia puso a fruto todo lo que había aprendido en los años de su adolescencia junto a su inteligente y fascinante madre.

Fue una estupenda y alabada soprano pero, más allá de su carrera musical, logra alcanzar fama como escritora al reseñar sus memorias y viajes a Cuba para la sociedad europea, lo que hizo que se generaran debates sobre la esclavitud y otros temas de índole social en ese país. Escribió varios libros autobiográficos pero la fama le llegó con el libro compuesto por 36 cartas dirigidas a su hija y a varias celebridades: La Havane.

Su salón cultural era tan famoso que recibió a los más importantes intelectuales de la época. Desde escritores como George Sand, Victor Hugo, Balzac hasta músicos como Chopin, Listz y Berliotz, Rossini hasta artistas, cantantes de ópera, nobles y políticos, participaron a sus interesantes veladas. También recibía a los cubanos más famosos del momento como José de la Luz y Caballero, Josè Luis Alfonso y Domingo del Monte.

Luis Felipe le concedió la Legión de Honor y sus restos reposan en París, en el cementerio Père Lachaise, el mismo que hospeda las tumbas de Proust, La Fontaine, Colette y otros grandes.

En 1844, después de haber escrito varios libros autobiográficos (Mes douzes premiers anées, 1831; Histoire de la sœur Inès, 1832; Souvenirs et mémoires, 1836; Les loisirs d´une femme du monde, 1838), en medio de una situación financiera deplorable que le hace vender joyas, relojes y hasta su coche por no tener con qué pagar a sus criados; viuda y enredada en amores con el oportunista y siempre endeudado Pilarète Chasles, se publica en París la más importante de sus obras: La Havane.

El texto consiste en 36 cartas dirigidas tanto a su hija, como a celebridades, de acuerdo con el interés que pudieran tener estas últimas en el tema tratado. Así, una carta sobre las costumbres habaneras tiene como destinataria a George Sand; otra sobre el tabaco cubano se propone llegar al vizconde Simeon; una tercera sobre el comercio en la Isla se encomienda al barón J. Rothschild; mientras que al vizconde de Chateaubriand le dedica una narración sobre la campaña de Bartolomé de las Casas en defensa de los aborígenes.

La traducción al español que ese mismo año se publicó con el título Viaje a la Habana fue brutalmente censurada, al punto que los hispanohablantes sólo tuvieron acceso a diez cartas, prologadas por la ilustre escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Los temas referidos a la conquista de Cuba por Diego Velázquez, a la administración de la justicia, la agricultura, el tabaco, la civilización intelectual, las habaneras, la esclavitud en la Isla, o los tiranos que la gobernaron son algunos de los excluidos.

Aunque la Merlin y su libro tuvieron por entonces una buena acogida por el público cubano, no faltaron también agudas críticas. Tal es la del escritor Félix Tanco y Bosmeniel con su Refutación del folleto intitulado Viaje a la Habana por la condesa de Merlin, publicado en el Diario de La Habana.

Tanco parece haber sido el primero en advertir algunos de los plagios cometidos por la autora, como es el caso de los pasajes que tomó de la novela Una pascua de San Marcos, escrita por Agustín de Palma. Pero no hay que ser tan injustos con la condesa.

José Antonio Saco, Domingo del Monte y otros intelectuales cubanos habían colaborado con ella enviándole informes detallados acerca de la situación general de la isla de Cuba. Saco, por sólo citar un caso, la había facultado a hacer cuanto quisiese con los dos artículos que le envió, y no pretendía ser citado.

Si bien es cierto que la belle creole se sirvió de fragmentos de obras ya publicadas y de colaboraciones de aquel tipo, también lo es que suplicó a su negligente amante, encargado de su edición, que incluyera ciertos nombres como el del mismo Agustín de Palma y el de Cirilo Villaverde, de cuyas obras había tomado detalles y descripciones costumbristas.

No podemos perder de vista que la arruinada condesa tuvo siempre presente el público al que le dirigía su obra, tanto en la versión francesa como en la inglesa. Nada más natural entonces que impresionarlos con situaciones exóticas de los lejanos parajes en que se encontraba, ni que procurara mostrar siempre más de lo que su poca experiencia de vida en la Isla le podía proporcionar.

Era de esperar que una afilada inteligencia como la de Félix Tanco, además de percibir toda suerte de errores y plagios en la obra de la condesa apostrofara: “la señora de Merlin (…) ha visto la Isla de Cuba con ojos parisienses y no ha querido comprender que la Habana no es París”.

Yo, por mi parte, no puedo pasar por alto que a pesar de haber salido de Cuba con tan sólo doce años, después de haber escapado de un convento donde pensaba recluírsele; que a pesar de haberse afrancesado en la corte española y tenido que huir luego por ello a Francia; que a pesar de haber ganado la admiración de lo más selecto del arte, la literatura y el pensamiento de su época; que a pesar, en fin, de haber brillado en París como una auténtica reina, la condesa habanera María de la Merced Santa Cruz y Montalvo, nacida el 5 de febrero de 1789, no olvidó jamás cuál era su patria, ni a dónde pertenecía. 

Alina Garcia-Lapuerta, autora del libro, nació en La Habana, Cuba, es graduada en Economía Internacional de la Universidad de Georgetown. Ha trabajado por varios años en el mundo bancario, está casada y es madre de dos niños. Pasa mucho de su tiempo en el sur de la Florida y es miembro de la Organización Internacional de Biógrafos y del Club de Biógrafos.

Hey you,
¿nos brindas un café?