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Elena Poniatowska

Elena Poniatowska: voz de los que nadie escucha

NUEVA YORK: “Soy muy chaparrita así que puedo pasar desapercibida, no tengo una apariencia que asusta y las personas me confían sus vidas”, con esta descripción en la cual deja colar un toque de ironía, Elena Poniatowska, en el Instituto Cervantes, ha resumido una vida volcada a la escritura, al periodismo, al ensayo y a la narrativa.

En Nueva York para participar en un encuentro organizado por el Instituto Cervantes  y el Instituto de Cultura de México, Elena Poniatowska habló de la realidad de las mujeres en México, de su posición en la literatura, del proceso creativo y de su opinión con respecto a los acontecimientos mexicanos, en una conversación desarrollada conjuntamente con la escritora norteamericana Siri Hustvedt y la periodista española Bárbara Probst Solomon. El salón del Instituto Cervantes estaba lleno hasta rebosar de personas ansiosas de escuchar a la escritora mexicana, sobre todo en un momento tan doloroso para su país tras la desaparición de 43 jóvenes estudiantes.

La observamos mientras pasea una mirada atenta a su alrededor, reconociendo rostros amigos y probablemente preguntándose qué secretos encerrarían las vidas de las personas sentadas allí con el único deseo de escucharla, de verla. Con sus cabellos blancos, su falda y blusa mexicanas, casi a querer recordar al mundo que ese es el país al que pertenece y al que ha dedicado su vida entera, y una sonrisa que no se aleja nunca de su rostro, contesta con voz pausada a las preguntas que llegan de un público que aprendió a amarla a través de sus escritos y que queda suspendido en el silencio mientras ella expone sus puntos de vista.

Elena Poniatowska ha consagrado horas y horas a escudriñar los aspectos más obscuros de la existencia, esos que muchos preferirían dejar de ver. Ella ha transformado las sombras en personas, ha dado voz y rostro a los más pobres, a los campesinos, a los indígenas, a las mujeres. Lo ha hecho en una época en la cual las señoritas debían pensar solamente en novios, esposos e hijos y en un país, México, que sigue siendo aún hoy profundamente machista.

–       Mi primer trabajo como periodista lo desarrollé en El Excelsior en la sección de sociales. Era el único espacio permitido a las mujeres periodistas. La idea común era que no se debía invertir ni un solo centavo en una mujer porque ellas trabajaban “mmc”, “mientras me caso”, y luego se iban a criar a sus muchos hijos –

Elena recuerda con una sonrisa esos primeros tiempos en los cuales “describía los vestidos de Dior de la novia tal y el sombrero de Chatillon de su mamá. A eso hay que agregar que en esa época estaba prohibido hablar de cosas que pudieran empañar la imagen de México. No se podía hablar de la pobreza, no podíamos sacar fotos de hechos violentos. Esas noticias no tenían que existir”.

Y sin embargo poco a poco, con tesón y una fuerza que esconde tras su apariencia menuda y la sonrisa dulce, Elena ha logrado crearse un espacio en el periodismo, pasar de sociales a política, hablar de los males que aquejan a la sociedad mexicana y llevar adelante contundentes denuncias.

–       Hoy las cosas son distintas – agrega – hay muchas mujeres periodistas y se dice que las mujeres son menos corruptas que los hombres. El diario para el cual trabajo, La Jornada, tiene una directora, Carmen Lira Saade, quien es mujer y es de izquierda -.

Muy distinta era la realidad cuando Elena Poniatowska decidió ser periodista y emprender un camino totalmente opuesto al que estaba destinada por ser hija de una familia de la nobleza polaca descendiente del último rey de Polonia, Stanislas Augusto Poniatowski y del Mariscal de Francia, el príncipe Josef Ciolek Poniatowski. Tuvo que luchar contra el malestar de sus mismos padres, el rechazo de la sociedad en la cual se había criado y sobre todo contra sus mismas incertidumbres.

–       Las batallas más duras fueron las que se libraban dentro de mi, las que surgían de mi inseguridad-.

Elena recuerda a los padres con la nitidez que solamente permite el amor, única arma que tenemos para enfrentar el olvido de la muerte.

–       En esa época a las señoritas decentes los periódicos dedicaban tres líneas en toda su vida. Cuando nacían, cuando se casaban y cuando morían. Que tu nombre apareciera más veces en un periódico era considerado de muy mal gusto. Sin embargo sentí una gran solidaridad de mi mamá quien recortaba mis artículos y los pegaba en un álbum -.

Elena queda un momento en silencio recordando sus primeros pasos en el periodismo.

–     Uno está muy marcado por los formalismos de su familia y del entorno social. Al no hacer lo que todos hacen te vas aislando. Pero en ese aislamiento me fui acercando a los que menos tienen, a los que luchan día a día para sobrevivir-.

Y su voz no podía faltar en un momento de dolor como el que está viviendo México tras la desaparición de 43 estudiantes en el estado de Guerrero.

“Regrésenlo” ha sido el amén que recitó junto con la multitud que participó en una masiva protesta pacífica, el pasado 23 de octubre.

Es justo – dijo Elena Poniatowska en esa ocasión a un público atento que bien conocía su valor y su solidaridad – a pesar de que sólo podamos hacerlo con unas cuantas líneas, que recordemos a cada uno y por eso les pido que después del nombre y la descripción de cada muchacho digamos todos al unísono: “Regrésenlo”.

  1. Jhosivani Guerrero de la Cruz, de 20 años, de Omeapa delgado, de cara espigada, de ojos rasgados apodado “Coreano” camina 4 kilómetros de ida hasta la carretera para tomar el transporte y cuatro de regreso porque quiere ser maestro de primaria en su tierra Omeapa.

“Regrésenlo”

  1. A Luis Ángel Abarca Carrillo, de 21 años, de la Costa Chica, de San Antonio, municipio de Cuautepec lo apodan Amiltzingo. Muy cariñoso, es miembro de la “Casa Activista” en la que los normalistas pueden inscribirse para recibir formación política. Allá adentro resuena el nombre de Lucio Cabañas. Los ricos de Guerrero consideran revoltosos a los normalistas porque el héroe al que buscan imitar es el guerrillero Lucio Cabañas que también fue maestro.

“Regrésenlo”

  1. A Marco Antonio Gómez Molina, de 20 años apodado Tuntún de Tixtla le encantan las tocadas de rock, le gusta mucho “Saratoga”, “Extravaganza”, “Los Ángeles del Infierno”. También él es compañero que siempre hace reír de la Casa Activista.

“Regrésenlo”

  1. A Saúl  Bruno García, de 18 años lo conocen como Chicharrón, y es “desmadroso”, es de los que trata de hacerte reír hasta donde más, muy bromista y amistoso. Es de Tecuanapa y le falta el dedo anular de la mano izquierda porque se lo mordió el molino cuando hacia la masa. Saúl Bruno García rapó a todos los de la “Casa Activista”. Un compañero tenía fotos del momento de la rapada en su celular, pero los policías se lo quitaron.

“Regrésenlo”. Elena siguió describiendo a cada uno de los 43 estudiantes y la multitud siguió repitiendo el amén de “Regrésenlo”. Al hacerlo los jóvenes dejaron de ser nombres, a veces solamente números, para transformarse en seres humanos, en muchachos con esperanzas, sueños, gustos musicales, estudiantes que querían salir adelante a pesar de las tantas limitaciones heredadas por nacer en cunas pobres.

Una vez más Elena Poniatowska logró dar vida a unas sombras.

–       Es gente pobre, abandonada y quise que se acordaran de ellos que supieran como eran, que todo el mundo entendiera que estábamos hablando de unos jóvenes que podían haber sido hijos, nietos, hermanos nuestros -.

–       Lamentablemente no es la primera vez que en México hay una masacre. Es aterrador ver cuantas fosas comunes están descubriendo mientras buscan los cuerpos de los 43 estudiantes. Sin embargo pareciera que este último asesinato se haya transformado en la gota que rebosa el vaso. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias para el país?

–      Es verdad, hay muchos cuerpos de personas quienes desaparecieron en la nada, sin que nunca se supiera cómo y por qué. – comenta Elena Poniatowska con un dejo amargo en la voz – Sin embargo ahora hay un despertar de los jóvenes. Han organizado tres manifestaciones gigantescas. Una inmensa multitud se ha concentrado en el Ángel de la Independencia de manera pacífica y sin ninguna intervención de la policía -.

Al hablar de política y de los males de su país el semblante de Elena cambia por completo. La sonrisa desaparece y vislumbramos a la mujer fuerte, determinada, la que nunca ha dejado espacio a miedos y compromisos. Sin que le tiemble el pulso lanza sus acusaciones a la clase política.

–       Los carteles no tendrían tanto poder si no hubiese connivencia con la política. México es un país sin gobierno. La culpa de lo que está pasando y de lo que pasó en los años pasados es de los gobiernos que tenemos y que hemos tenido, tanto del PRI como del PAN. Creo que el último gran Presidente que tuvo este país fue el general Lázaro Cárdenas quien abrió la puerta a Trotsky y dio cobijo a los republicanos quienes huían de la guerra civil española -.

Al hablar de su escritura Elena recuerda el libro que publicó en 1968 y le dio una notoriedad internacional colocándola definitivamente entre los grandes reporters del mundo. “La noche de Tlatelolco” traducido al inglés con el título “Massacre in México” y en muchos otros idiomas, es el relato duro, doloroso de los hechos acaecidos en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Son hechos que aún hoy quedan sumisos en la opacidad. Decenas y decenas, quizás centenares de personas en esos días fueron asesinadas, heridas, desaparecidas y encarceladas a manos del grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia y del ejército mexicano.

La denuncia clara y honesta de Elena Poniatowska dio la vuelta al mundo. Sus palabras arrancaron para siempre del olvido la terrible matanza de Tlatelolco.

Las mujeres, su condición, las dificultades en el trabajo, el escaso reconocimiento que se da a sus obras, sus escritos, su participación en eventos relevantes, son otro de los temas recurrentes en los escritos de Elena Poniatowska quien sufrió en carne propia los efectos de la discriminación de género.

–       México es un país sumamente machista. Las mujeres son hechas a un lado, la única excepción es la de Frida Khalo quien es venerada como la Virgen de Guadalupe.

–       Y tu has dedicado muchos escritos a rescatar a las mujeres de ese olvido.

–       – dice con una sonrisa – por ejemplo dediqué un libro a Leonora Carrington, una gran pintora surrealista y otro a una “soldadera”, una de esas mujeres que seguían a los soldados. Nadie habla de ellas y sin embargo sin su presencia los hombres habrían terminado por desertar. Eran esas mujeres, quienes muchas veces viajaban con los hijos a cuestas, las que daban fuerza y aliento a los hombres para seguir luchando -.

El libro, que fue traducido a muchos idiomas se llama “Hasta no verte Jesús mío”.

–       En esa época – sigue explicando Elena – en el fondo de los vasos de licores había una imagen de Jesús. Los que querían mostrar su hombría tomaban el licor hasta ver esa imagen en el fondo. De allí el nombre del libro -.

–       Llama la atención que la masiva matanza de mujeres que ensangrienta desde hace años algunos estados mexicanos, no haya merecido nunca una compacta y masiva solidaridad de la sociedad, como está pasando ahora con los estudiantes de Guerrero. ¿Por qué?

–       Las mujeres han sido víctimas de episodios terribles. Sobre todo las que trabajan en las maquiladoras, fábricas establecidas en la frontera con Estados Unidos que aparecen y desaparecen. Generalmente producen artefactos electrónicos como microchips para los cuales se necesitan las manos pequeñas de las mujeres. Muchas de ellas, decenas y decenas, se habla de más de cuatrocientas, fueron brutalmente asesinadas y sus cuerpos a veces se encuentran esparcidos en el desierto. Eran casi todas jóvenes, de estatura pequeña, de pelo largo y negro. Ha habido escritos sobre esos episodios, Jane Fonda participó en una marcha en solidaridad con las familias y la cineasta Lourdes Portillo hizo una película muy buena cuyo título es “Una señorita extraviada”. Sin embargo es verdad, nunca explotó una indignación tan fuerte como la de hoy.

Mi esperanza es que esta indignación no se apague, que permanezca el deseo de justicia y de cambio. La opinión internacional en estos casos es fundamental. A raíz de estos episodios la imagen internacional de México se ha deteriorado y eso puede ser una buena razón para que las cosas cambien -.

La acuciosa curiosidad del buen periodista nunca abandona a Elena quien, casi sin querer, empieza a hacerme preguntas y yo, casi sin darme cuenta, me descubro hablando de mi, de mi vida, de mis esperanzas. Esa mujer “chaparrita” por un momento me hace olvidar que soy yo la entrevistadora. Sonrío en mis adentros y la despido con la admiración que reservamos a los maestros.

 

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