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willy wong
Photo by: Art DiNo ©

En cuatrimoto

Debido al último intento de golpe de estado en el Perú, y de la posterior instalación del nuevo gobierno, me consultaron sobre el futuro económico de la nación. Demás está decir que este, seguido de la corrupción, es el tema más importante para los peruanos. En tanto, contextualicé mi respuesta sin olvidar el pasado. Respondí a la consulta: “En la década de los noventa, después de aprisionar al terrorismo, el gobierno de turno aceleró el paso de la economía. Logró que avance a velocidad de combi asesina -estas, son buses que por lo general movilizan con rapidez, pero violando las reglas de tránsito-. Con prontitud se erradicó el mal de la inflación. Los abastos empezaron a llenarse realmente de abastos y no de colas. Las mesas de las familias volvieron a ingerir las tres comidas diarias. No obstante, ese recorrido veloz por la carretera generó graves atropellos a las instituciones del Estado y los derechos humanos. 

Pasada esta etapa dictatorial, la economía peruana en democracia obtuvo la celeridad de un convoy de emergencias de la cruz roja. En los años 2000 nos recuperamos del desastre del último gobierno Fujimorista. Un buen equipo de técnicos refundó las bases para que el Perú sea catalogado como la estrella de Latinoamérica. La bonanza empezó a palparse. Después de esta fase de renacimiento, un segundo mandato de un presidente inflacionario terminó de inaugurar la prosperidad con auto de carrera. Alan García, arda a quien le arda, estableció unas de las mejores gestiones económicas en la historia republicana del Perú. Si fue suerte del momento minero, o si los Dioses conspiraron a su favor, lo cierto es que su administración incrementó cifras. Dejó una cantidad de reservas internacionales mayores a la de sus antecesores. El crecimiento despegó con velocidad de Ferrari.

Luego de viajar a pasos de gacela, el ascenso de la facción rosada del comunismo, los caviares, modificaron la intensidad en el rumbo. De automóvil de alta gama pasamos a una locomotora donada por algún país comunista. Del 2011 al 2021, el pensamiento inoperante y cínico de los presidentes de turno estancaron la riqueza nacional. Diez años de aletargamiento se coronaron como nefastos cuando el tren paró al no dar para más y, repentinamente, comenzamos a viajar en burro. Desde el 28 de julio de 2021 hasta el 7 de diciembre de 2022, el Perú paso de ser líder de la región a equino de observación. En año y cuatro meses, un expresidente golpista destruyó lo ganado al gestionar la patria con velocidad, y cerebro, de un cuadrúpedo de carga. Hoy, nos preguntamos cuál será la intensidad del nuevo gabinete nombrado. Humildemente, creo que hemos bajado del burro para subirnos a una cuatrimoto.

Es innegable que la crisis económica es mundial. Que los riesgos sanitarios aún persisten por las apariciones de nuevas enfermedades. Que la paz social capitalista está dejando de ser famosa por obvios resultados exclusivos. El Perú, no es ajeno a los impactos de todo ello. En este contexto, será difícil crecer con aceleración. Adicionalmente, el camino local continúa presentando riesgos políticos y sociales. Se presentan como una trocha por la cual solo puede transitar una moto de cuatro ruedas. Un simple y pequeño vehículo riesgoso, pero que la vez sirve para deleitarse cuando se turistea. Porque recordemos, pese al caos político que lo agobia, el Perú mantiene intactos sus atributos más fuertes: un Banco Central autónomo, las reservas de cobre más grandes del planeta, 4.7 millones de toneladas de litio y, sobre todo, una mano de obra emprendedora sinigual. Esperemos pues, pronto transmutar de cuatrimoto a Ferrari, como en los buenos y no tan viejos tiempos”.


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