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Francisco Martínez Pocaterra

De escupitajos y fantoches

Leopoldo López esputó escupitajos viscosos contra sus aliados en el G4 – reducido ahora a G3 – y, sin asco, arrojó un tonel de estiércol frente a un ventilador, salpicando a todo y a todos. Por su parte, PJ, AD y UNT excusan su protagonismo al frente al fin del interinato, aunque, recluyéndose en justificaciones políticas, omite la juridicidad que, con sus defensores y detractores, sustentaba la presidencia interina. Ocultos en sus covachas, de cara al rechazo de una ciudadanía agobiada por la crisis y decepcionada de un liderazgo pusilánime, por ahora han evitado vomitar reprimendas y reclamos contra los disidentes quejosos. Ya vendrán. Por lo visto, su único fin ha sido conservar el statu quo, tal vez porque les conviene, tal vez porque cegados por su soberbia, resguardan la ilusión de controlar la eventual transición. 

Quizá no asuman algunos que, esencialmente, oposición son todos aquellos opuestos al gobierno de Nicolás Maduro. Otra cosa son las diferencias de mayor o menor profundidad entre las diversas facciones. Y, en todo caso, son estas, naturales y propias de todo orden democrático. No obstante, la polarización cultivada en estos veintitantos años ahora rinde sus frutos y, satisfecho, el gobierno cosecha la fractura en el seno opositor. Pulverizados, no son capaces de reagruparse en una fuerza más eficiente. 

Lo ocurrido con el fin del interinato demuestra la vaguedad con la cual se entiende el Estado de derecho, como la pulverización de la oposición, tampoco es fortuito. Desoyen muchos pues, lo que pocos acusan: no es este gobierno una dictadura corriente, sino una de nuevo cuño, propio de estos tiempos, que se vale de las ofertas populistas, de la polarización de la ciudadanía en parcelas irreconciliables y un discurso mítico, muy cercano a la mentira y al engaño. 

Desmontar un modelo como este no será fácil ni incruento, como lo sugiere Moisés Naím en su ensayo «La revancha de los poderosos». Sus prácticas persiguen un único propósito: la preservación del poder para ejercerlo hegemónicamente. Para ello, sin pudor alguno, no solo recurre a políticas demagogas y a un discurso por igual falsario que virulento, sino también a la represión brutal de las viejas dictaduras latinoamericanas de mediados del siglo pasado. Sobre todo, porque en las filas opositoras, que ya se ha dicho, son variadas y en algunos casos, en principio antípodas, perdura el mismo discurso demagogo y embustero, así como idéntica soberbia. Si la revolución se valió de la antipolítica para acceder al poder, sus detractores recurren hoy a la misma estrategia. 

En principio, ese rechazo al statu quo, que en 1998 defenestró al liderazgo regente entonces, a los partidos tradicionales y al propio sistema, ha servido para desmantelar todo ensayo unitario, bien mediante estratagemas carentes de ética, como la ridiculización de personajes o acusaciones absurdas pero agradables a una audiencia ávida de espectáculos circenses, y me refiero al circo romano y no a los tinglados de payasos y polichinelas; bien mediante el soborno, el chantaje o la más antigua de las formas de represión: el garrote. Si son pusilánimes, sinvergüenzas o ineficientes poco importa a una ciudadanía agobiada por el empobrecimiento sostenido más allá de los límites tolerables. Su desprecio es el alimento de sátrapas y oportunistas al asecho. Sin embargo, el muro erguido por el gobierno revolucionario para resguardarse de la disidencia bien puede caerle encima, empujado por fuerzas superiores. La antipolítica, nos dice Moisés Naím, como una potente droga, envicia a los pueblos, y cada vez recurrirá a dosis más exageradas para sosegar su resentimiento. 

Frente a logros parciales, candidatos mediocres y condiciones de vida decadentes por políticas demagógicas, la ciudadanía se siente insatisfecha y frustrada. Tal vez antes, cuando las arcas alcanzaban para disparates económicos, el empobrecimiento no amenazó realmente la prosperidad alcanzada en el curso de unos pocos años por personas nacidas en ranchos paupérrimos, la gente toleró errores y siguió apoyando a los mismos líderes, pero, una vez que la posibilidad real de perder sus bienes y, lo más importante, el nivel de vida adquirido con esfuerzo, se materializó el descontento en 1989: ocurrió el Caracazo. Chávez emergió en esos años como el portavoz de la antipolítica. ¿Quién dice que, en las sombras, como los espantajos de los mitos llaneros, no aguarden ahora otros charlatanes con un discurso aún más enconado? Insatisfechos, bien podrían los ciudadanos llevar a alguno de ellos en hombros a Miraflores, como en 1998 llevaron a Chávez. 

En principio, desgastados los líderes del G4 y del PSUV, en unas elecciones más o menos libres (cuya realización dudo, y mucho), podría avanzar María Corina Machado como la vocería más radical en contra de un liderazgo agotado, sin dudas marchito. Sería una salida pacífica. No obstante, con la apuesta en juego, grande no solo para el gobierno y sus aliados sino también para algunas facciones opositoras influyentes, intuyo que las primarias y las elecciones razonablemente libres permanecerán como una promesa incumplida. Frente al eventual triunfo de la ingeniera Machado no solo en las primarias, sino en las presidenciales, las facciones que por ahora constituyen el establishment – el PSUV y la oposición reunida en el G3 – harán lo indecible para evitar su triunfo. No es un secreto la desconexión de buena parte del liderazgo con la realidad. 

Esta maniobra seguramente conduzca a una mayor radicalización. He aquí el principal riesgo: la llegada al poder de nuevas formas autocráticas. Ocurrió en Chile en 1973, y si bien las dictaduras del siglo XXI han sido eficientes buscando mecanismos para blindarse de posibles descalabros similares al que padeció Salvador Allende, ciertamente no hay conjuro capaz de resguardarlas totalmente de versiones mejoradas de sí mismas. Y no lo dudemos, de surgir, será llevado en hombros a Miraflores este demonio emergente, aunque muy pronto se revele como lo que realmente es: una versión avanzada de sus predecesores.   

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