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Jose Bernardo Gomez
Photo Credits: Dan Meineck ©

La necesaria introspección

Después que la Luna hubiera alcanzado su completa redondez, en la madrugada del pasado sábado 4, y hubiera logrado su mayor aproximación mensual a la Tierra, al día siguiente, ha comenzado su proceso de disminución durante toda esta semana, hasta ocultar la mitad de su rostro, el venidero viernes 10, cuando se inicie formalmente su fase menguante.

La progresiva disminución del fulgor de la Luna de esta semana, va acompañada de la lenta reducción de la presencia solar en las latitudes del norte, facilitando así la tarea de buscar dentro de nosotros las claves y señales para tomar el camino que nos conduzca al destino anhelado.

La responsable de iluminar nuestras noches estará desarrollando la tercera cuarta parte de su ciclo sinódico. Durante este lapso, que comenzó en su tránsito por Tauro y que culminará en su paso por Virgo, es decir, la zona por donde habitualmente el Sol expresa mejor toda su potencia en el hemisferio norte (verano), la Luna nos conectará con la necesidad de volver la mirada hacia adentro.

La paulatina pérdida de presencia y luminosidad lunar en cada una de las siguientes siete noches, nos obliga a buscar dentro de nosotros aquello que no es posible encontrar fuera. El Sol representa la luz que proviene del Universo externo y que atrae nuestra atención; mientras que la Luna es la linterna interior que nos permite escudriñar en los espacios oscuros del alma.

Nuestros dos grandes luceros, Sol y Luna son como espejos de nosotros mismos, nos vinculan con dos de nuestras facultades humanas: la inteligencia y la emoción, y con la posibilidad de integrar ambas (inteligencia emocional). La racionalidad para entender lo que responde a la lógica del pensamiento; y la sensibilidad para captar la realidad no-racional que nos envuelve.

Las dos luminarias nos muestran los dos mundos en que existimos: el visible externo, que nos permite percibir de día los paisajes de fuera, las montañas y los mares, la agitada vida citadina y los sonidos que de él provienen; y el invisible interno, que nos permite sentir de noche los miedos y las euforias, las tristezas y alegrías, las angustias y esperanzas, que subyacen en nuestro paisaje interior, acompañado por las voces del alma, que nos habla desde dentro.

El Sol representa aquella parte de nosotros que puede relacionar las ideas, jerarquizarlas, compararlas y organizarlas, para comprender el mundo que nos rodea. La Luna representa la otra parte, aquella que siente, que intuye, que imagina, que sueña y que crea. El Sol es la vida consciente, mientras que la Luna es el mundo inconsciente.

Así como Sol y Luna cumplen sus respectivas funciones en el Universo, mente y alma, cuerpo y espíritu, inteligencia y emoción, consciente e inconsciente, cumplen su respectivo rol en la existencia humana. Nuestra tarea en este mundo es aprender a integrarlas para poder cumplir con nuestra misión de vida.

Cuando observamos y nos percatamos del proceso de crecimiento o decrecimiento lunar en el transcurso de las noches, por ejemplo, podemos asociarlo con nuestra necesidad de conectarnos con nuestro inconsciente, con nuestras emociones o con nuestras vivencias interiores, para extraer de ellas las herramientas necesarias para encarar el mundo consciente.

Esta nueva fase de la Luna, en esta época del año –mitad del otoño norteño- nos obliga a replegarnos, a buscar internamente respuestas a nuestros anhelos y deseos. Es el momento propicio para la reflexión, la evaluación y la reprogramación. La luz externa declina para que nuestras pupilas se adapten y nuestra mirada se enfoque en aquello que ha permanecido oculto, fuera de nuestra vista.

El desinflamiento de la Luna también está acompañado por los cambios de signo de dos planetas interiores. Mercurio, el que maneja pensamiento y lenguaje, que llega a Sagitario; y Venus, que se ocupa de sensaciones y sentimientos, ahora transitando por el introvertido signo de Escorpio.

Mercurio, el planeta más cercano al Sol, está desde el domingo 5, en el signo que representa la frontera entre el otoño y el invierno: Sagitario. Será el tránsito más prolongado de ese planeta en un solo signo zodiacal. Por tratarse de la órbita más reducida del sistema solar, Mercurio suele tardar sólo cerca de tres semanas en recorrer cada uno de los signos, pero, esta vez permanecerá hasta 66 días anclado en Sagitario. Es decir, más de tres veces su tiempo habitual.

Mercurio prolongará su estancia en Sagitario (del 5 de noviembre al 11 de enero) debido a que en esa zona desarrollará su último movimiento retrógrado de este año, durante buena parte del mes de diciembre. Esa retrogradación decembrina, junto a la llegada de Venus a Escorpio, el próximo martes 7, constituyen elementos adicionales de la necesidad de introspección en esta última parte del año. Todos ellos nos invitan a hurgar en los más recónditos resquicios del alma.


🇺🇸 Puedes leer el Código Estelar en inglés: http://bit.ly/2yKZUU0

Traducido por Jorge Pardo Febres-CorderoTraductor Público Certificado (Español-Inglés-Español) – [email protected]


astrologuia.wordpress.com

Photo Credits: Dan Meineck ©

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