Un sombrero en la calle, una mancha de sangre. En México asesinaron a otro periodista: Javier Valdez, el gran cronista de Sinaloa quien denunciaba a pesar de las amenazas. Lo mataron en pleno día, una cachetada a la justicia, una advertencia para todos, para que nadie olvide el poder de la narcoviolencia. Valdez no se dejaba amedrentar y, en esa guerra asimétrica entre la pluma y el plomo, perdió. Él perdió la vida pero la sociedad entera va perdiendo el alma. Porque un pueblo sin prensa es un pueblo mudo, débil. Una comunidad, esté donde esté, sin sus medios de comunicación está destinada a diluirse, a perderse, a olvidar y a ser olvidada.
El enésimo luto causó un revuelo entre los comunicadores que manifestaron su rabia y pidieron mayores garantías.
Solamente en el mes de marzo cuatro periodistas fueron atacados por sicarios: Miroslava Breach, Ricardo Monlui, Cecilio Pineda, Armando Arrieta. Tres de ellos murieron, el último, Armando Arrieta, está hospitalizado y su situación es grave.
Miroslava Breach era corresponsal de los diarios La Jornada y El Norte de Juárez en Chihuahua, en el norte del país. Fue asesinada mientras salía de la casa para acompañar a su hijo a la escuela. Uno de sus últimos reportajes hablaba de los campesinos desplazados de la sierra y obligados a sembrar amapola para los “narcos”. Otro, el que muy posiblemente representó su boleto hacia la muerte, lo había titulado “Impone el crimen organizado candidatos a ediles en Chihuahua”. Denunciaba la inclusión de miembros del crimen organizado, en las listas de los dos partidos más importantes del país, el PRI y el PAN para candidatos a alcaldes.
Ricardo Monlui, originario de Córdoba en el estado de Veracruz, era autor de la columna “Crisol”, que publicaba en “El Sol de Córdoba”, y en distintos medios de Xalapa. Era también director del impreso “El Político”; y dueño del portal digital “elpolitico.com.mx”.
Cecilio Pineda en el sureño estado de Guerrero se desempeñaba como reportero del periódico “El Debate de los Calentanos” y en sus notas denunciaba los vínculos de alcaldes de la región de Tierra Caliente con grupos de la delincuencia organizada.
Arrieta Granados, también de Veracruz, es editor del diario “La Opinión” de Poza Rica y catedrático de la Universidad Veracruzana. Fue atacado cuando llegaba a su domicilio después del cierre del periódico.
Los periodistas amenazados y asesinados son, en gran mayoría, los que ejercen su profesión lejos de la capital. Sus muertes tienen un efecto devastador sobre otros comunicadores que se repliegan en el silencio. Después de 27 años de vida, el periódico “Norte” de Ciudad Juárez anunció el cierre de su edición impresa ante la inseguridad que viven sus periodistas y la falta de garantías para realizar su trabajo.
El dueño del periódico Oscar A. Cantú Murguía, en su texto de despedida, escribió: “Estimado lector, me dirijo a usted para informarle de que he tomado la decisión de cerrar este matutino debido a que, entre otras cosas, no existen las garantías ni la seguridad para ejercer el periodismo crítico, de contrapeso”.
Si bien la situación mexicana sea particularmente grave, es importante subrayar que la libertad de prensa está amenazada en casi toda América Latina así como en muchos países del Caribe.
En Venezuela, hace poquísimos días, uno de los más serios e importantes periodistas, César Miguel Rondón, fue retenido en el aeropuerto mientras iba a viajar junto con su esposa. Anularon el pasaporte a ambos, argumentando que habían sido denunciados como perdidos, y les impidieron abordar el avión. Poco antes el Presidente Maduro lo había señalado con nombre y apellido diciendo que debería estar preso. Cada día crece el número de periodistas agredidos mientras cubren las manifestaciones y marchas que se desarrollan en todo el país. La Sociedad Interamericana de Prensa denunció en 2016, 123 hechos de intimidación contra periodistas y medios de comunicación tanto nacionales como internacionales. Los tribunales venezolanos han abierto 29 investigaciones contra periodistas por los delitos de difamación e injuria entre 2013 y 2015.
Según el dossier elaborado por “Reporteros sin fronteras” el país de la región en el cual la libertad de prensa está mayormente en peligro es El Salvador. La causa deriva de la violencia de los cárteles unida al enfrentamiento del Presidente Salvador Sánchez Cerén con los medios de comunicación a quien acusó de participar en una “Campaña de terror psicológico” contra su gobierno.
En muchos países latinoamericanos y del Caribe la mutilación de la libertad de prensa deriva de gobiernos que tratan de eternizarse en el poder y por lo tanto necesitan no solamente silenciar cualquier crítica sino evitar que se ofrezcan a los ciudadanos datos e informaciones que les permitan crearse criterios propios. En otros, las amenazas surgen de la degradación institucional, de la impunidad y de la fuerza de las organizaciones criminales.
Dentro de las naciones de América Latina y el Caribe, una isla feliz la constituye Costa Rica, que se encuentra en el grupo de los diez primeros países a escala mundial en lo que se refiere a libertad de prensa. Siempre según el análisis de Reporteros sin fronteras Costa Rica cuenta con una legislación muy favorable para la prensa y un verdadero reconocimiento de la profesión periodística.
Los males que, como hemos visto, aquejan la prensa libre en América Latina los encontramos también en Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo.
El ascenso de un nuevo populismo camina paralelamente con la necesidad de silenciar la prensa libre. Los líderes que se presentan como los defensores de los derechos de los más desfavorecidos, que basan su poder en la promesa y la amenaza, no pueden lidiar con una prensa libre capaz de detectar y mostrar las costuras en su actuación y la vacuidad de su discurso.
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Photo Credits: Portada del informe Libertades en resistencia de Artículo 19