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Kurda Konducta

Es toda culpa de la risa

Cuando la crítica llega a través de la sátira los políticos tiemblan. Saben que la lama afilada de la risa puede herir más que cualquier artículo de opinión. Muchas veces tratan de ignorarla, disminuirla, o, cuando el poder se lo permite, acallarla definitivamente.

Es lo que pasó en Venezuela con los creadores y el conductor del programa humorístico Kurda Konducta que sale en YouTube todas las semanas.

Siguiendo la tradición de programas inolvidables como Radio Rochela, los creadores Reuben Morales y Greisis Leal, y el presentador Napoleón Rivero, inventaron una parodia del programa Zurda Konducta que transmite la televisión nacional “Venezolana de Televisión”.

Los implacables sketch que dirigen a todos los personajes más importantes del chavismo, sin dejar de lado al propio Nicolás Maduro, han logrado colmar la paciencia del gobierno que ordenó el allanamiento de las casas de Morales, Leal y Rivero y al día siguiente emanó una orden de captura contra ellos.

La acusación es de incitación y promoción al odio, un delito que no prescribe y que es tan vago que puede ser aplicado con enorme libertad de juicio. 

Ninguno de los tres acusados vive actualmente en Venezuela. Sin embargo, allí están sus familiares, amigos, allí regresaban cada vez que podían. Ahora ya les será imposible porque, a raíz de la orden de captura, irían directamente del aeropuerto a la cárcel.

No son los primeros en tener que exiliarse por culpa de la risa. Ya la caricaturista Rayma tuvo que salir del país hace unos años y, como bien dijo en una entrevista: “La caricatura es un termómetro de las libertades de un país”.

Otro humorista, esta vez en España, recibió amenazas y denuncias por su espectáculo satírico “Mongolia sobre hielo”. Es el director de la reconocida revista Mongolia, Darío Adanti quien, al hablar de los límites que debería tener la sátira, afirmó: El límite de la democracia se llama fascismo. 

Sofocar la prensa libre es una de las prioridades de los gobiernos populistas y autocráticos y la sátira, en todas sus acepciones, encabeza la lista de las voces que desean silenciar.

No solo. También en los países democráticos los humoristas están en la mira de los políticos. Baste recordar el triste momento en el cual The New York Times decidió cerrar el espacio dedicado a la viñeta política, tras publicar un trabajo del viñetista portugués Antonio Moreira Antunes. En ese momento quedaron sin caja de resonancia, las maravillosas viñetas de Patrick Chappatte y Heng Kim Song, quienes, de la noche a la mañana, quedaron sin trabajo. Chapatte llevaba 20 años trabajando con el importante medio neoyorquino.

Como bien ilustra Umberto Eco en su libro En nombre de la rosa, la risa tiene un poder enorme, un poder que está en perenne lucha con la política y la religión.

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