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Darío Adanti: los humoristas tenemos “cabeza de tostadora”

Darío Adanti es uno de los caricaturistas y autores de novelas gráficas invitados al evento Bitter Laughter que ViceVersa Magazine realizará, en colaboración con The Cooper Union, el próximo 9 de noviembre a las 6:30pm.

Copiar comics con papel trasparente fue la terapia que le ayudó a superar sus problemas de disgrafía. Darío Adanti, historietista, ilustrador y animador argentino, nunca volvió a alejarse de esos amigos de infancia que le ayudaron a diferenciar letras y números. En Buenos Aires, ciudad donde nació y se formó, estudió dibujo y cine. A los 19 años empezó a crear sus propios personajes y a publicar las primeras historietas en una revista progresista que se llamaba El Porteño, en el suplemento Sátira/12 del periódico Página/12 y también en Clarín.

Su deseo de explorar nuevos mundos, de vivir experiencias diferentes lo llevó a España y a Estados Unidos. Tras vivir un tiempo en Barcelona y publicar en El País, decidió viajar antes a Nueva York y luego a Miami. En Nueva York publicó algunas ilustraciones en el New York Times y en Miami trabajó para MTV creando las animaciones: Vacaláctica y Elvis Christ. Finalmente volvió a España, antes a Barcelona y luego a Madrid, ciudad en la cual encontró el amor y se quedó.

Ha publicado numerosas novelas gráficas y es fundador e ilustrador de la revista satírica Mongolia, una de las más cáusticas no solo de España sino de Europa.

 

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Photo Credits: Aitana Pérez | Cicuta Films

 

Mongolia ha llegado también al teatro y a la televisión. ¿Cómo empezó?

El proyecto Mongolia nace como reacción a la crisis de 2008 que dejó sin trabajo a muchos freelance como yo. De repente, casi de la noche a la mañana, pasé de ser un ilustrador e historietista que publicaba en diferentes medios y tenía su vida resuelta, a ser un desempleado. Decidimos juntarnos Edu Galán, crítico cultural, Pere Rusiñol, periodista, Fernando Rapa, director de arte, y yo y fundar una revista satírica que uniera la sátira política agresiva con una sección de periodismo de investigación. Es una fórmula que imitamos de la revista satírica francesa Le Canard Enchaîné. No tenemos una redacción, cada uno de nosotros trabaja desde su casa. Mongolia es un espacio en el cual expreso libremente mi sentido crítico a través del humor. Luego empezamos, Edu Galán y yo, a incursionar en el teatro con Mongolia Musical que en realidad de musical tenía nada porque ninguno de los dos sabe cantar. Llevamos al escenario la sátira política con libretos bastante fuertes. Por ejemplo yo entrevistaba a un yihaddista, algo que nos ponía muy tensos tras el atentado de Charlie Hebdo. Veíamos a las personas filmar el sketch. Sabíamos que existía la posibilidad de que lo montaran en las redes y de allí llegara no se sabe dónde. Pero nos fue bien y ahora estamos presentando Teatro sobre hielo, que tampoco tiene que ver con hielo y patines. De allí nos llamaron a la televisión y hacemos un bloque de humor satírico de 10 minutos en un programa de actualidad que se llama Al rojo vivo en el canal de mayor audiencia que es la Sexta. De esa manera hemos logrado diversificar las entradas necesarias para sostener una revista independiente.

 

Es curioso que tu hagas sátira política en España, un país que no es el tuyo. ¿Cómo lo toman los españoles?

En España el fenómeno de la inmigración es reciente, empezó en los años ’70 del siglo pasado. Hay una parte de la población más progresista que ríe y le encanta escuchar a alguien con acento extranjero metiéndose con su vida y su política. Obviamente quien compra la revista Mongolia o acude al teatro, es parte de ese sector de la población. Pero, cada vez que aparezco en la tele y por lo tanto llego a un público mucho más amplio, empiezo a recibir mensajes de todo tipo en las redes sociales, desde los comentarios racistas más violentos hasta los elogios más entusiastas.

 

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Pero en Argentina haces humor para toda la familia. ¿Será que te asustan más los argentinos de los españoles?

En realidad me gusta hacer humor para toda la familia, un humor un poco surrealista, ingenuo. Lo hago también en España. Pero creo que en Argentina me perdonarían menos la sátira viviendo fuera del país. En seguida me dirían ¿Y tú qué sabes si no vives aquí? Casi me considerarían un traidor a la patria por criticar estando lejos y yo quiero volver a visitar a mi madre sin problemas.

 

Acabas de publicar “Disparen al humorista” un ensayo gráfico sobre los límites del humor, o mejor dicho sobre los límites que quisieran imponer al humor. ¿Por qué asusta tanto el humor?

Escribí este ensayo tras años de reflexión sobre los límites del humor. En realidad todos quisieran poner esos límites. Cuando la sátira toca temáticas relativas a la familia o la religión se ofenden los sectores más conservadores, cuando haces chistes sobre las minorías sociales te critican los sectores más progresistas. Es por esa razón que quise hacer un ensayo universal que intentara poner el humor en un contexto, basándose en el pensamiento de filósofos que trataron el tema de la comicidad como una excepción a la regla. Es como decir que para la convivencia en un mundo global es importante la libertad de expresión pero una libertad de expresión respetuosa, mientras que al humor, a la comedia, está permitido superar esos límites porque de alguna manera nos hacen reflexionar.

 

No solamente estamos en un mundo global sino en un mundo inmediatamente interconectado gracias a las redes sociales. ¿Hasta qué punto esa multiplicación del mensaje es positiva o negativa para el humor satírico?

Creo que Internet ha sido maravilloso porque nos ha dado a todos la posibilidad de tener un altavoz para la libertad de expresión. Pero, al mismo tiempo, es la cloaca más grande del universo. Hay días en los cuales ni entro en mis redes sociales porque para responder a mis chistes utilizan todo tipo de insulto. La verdad es que el usuario se ha vuelto muy emocional, en su respuesta no hay la mediación de la reflexión.

 

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El rechazo hacia la sátira deriva también de la fuerza que, en un momento en el cual a la lectura se prefieren el mensaje rápido o la imagen, logran tener una tira o una viñeta.

Es muy cierto y es la radiografía que yo hago en el libro. La velocidad de lectura que te da Internet por un lado nos lleva a leer más que en cualquier otra época, ya que estamos pegados a las redes sociales y a whatsapp, pero al mismo tiempo no tenemos tiempo para profundizar. La sátira con una sola imagen puede golpear en el estómago. Es lo que pasó con la portada de Charlie Hebdo, una revista que muy pocos conocían antes del atentado y que, sin Internet, hubiera quedado en un kiosko. Tras el atentado surgieron muchas voces, algunos se solidarizaron, otros hablaron de los límites de la sátira, pero muy pocos leyeron la revista. Se quedaron en la imagen de la portada. Internet no solamente difunde un titular, una portada, un dibujo sino que permite a la audiencia reaccionar sin pensar y sin profundizar. Para usar las palabras de Dickens en su libro Historia de dos ciudades: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Los que hacemos sátira sabemos que existe el riesgo de llegar a personas incapaces de manejar la crítica y por lo tanto dispuestas a reaccionar de manera violenta, sin embargo creo que hoy más que nunca la sátira es importante y, si molesta mucho, es buena señal.

 

¿Le temes más a la política o a la religión?

Es una pregunta difícil. En España la Iglesia Católica local, o por lo menos los sectores más conservadores, apoyaron a Franco quien les dejó la educación y en general les dio un gran poder. Y no hay que olvidar que Franco quedó en el poder hasta su muerte. Luego llegó la democracia, sin embargo la Iglesia Católica más retrógrada sigue manteniendo un fuerte poder económico y político. Cuando hubo la marcha feminista del 8M salieron curas y arzobispos diciendo que la ideología de género es contraria a Dios. Son quienes siguen luchando contra el aborto o el matrimonio homosexual. Sin embargo también entre los políticos vemos un retroceso tanto en Europa como en Estados Unidos y ahora en Brasil. Llegó el populismo al poder, no importa su ideología, son populistas que dicen solamente lo que la gente quiere escuchar y no toleran la crítica. La prensa, la sátira, los intelectuales, los poetas servimos un poco como resistencia ante esos poderes.

 

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Quizás lo que asusta más de las religiones, de todas las religiones, sea la capacidad que tienen de tocar las fibras más sensibles del ser humano, de manipular el miedo a la muerte y al más allá.

Las religiones, todas, tienen mucha fuerza. Dependiendo de cada país una es más poderosa que otras. En España indudablemente lo es la Iglesia Católica, baste pensar que existe una ley que prohíbe ofender los sentimientos religiosos y que en la realidad se aplica solamente a la religión católica. Es una ley tan retrógrada. Yo me dedico a ofender los sentimientos religiosos para ver si logro llevar a una reflexión y cambiar algo. En una ocasión estábamos en Cartagena, Colombia, para presentar nuestra obra de teatro y justo en esos días ganó Trump las elecciones estadounidenses. Nosotros, que siempre jugamos con la imaginería religiosa, en esa ocasión cambiamos la imagen de la Virgen de Cartagena que es la Virgen de la Piedad y tiene al Cristo agonizante entre sus brazos. Pusimos la cara de Trump a la Virgen y la cara de Hillary al Cristo. Era una sátira a Trump pero la reacción de la población religiosa fue asombrosa. Más de quinientas personas se congregaron frente al teatro, con una actitud sumamente agresiva, nos lanzaban piedras y la policía tuvo que hacer un cordón para defendernos. La verdad es que todas las religiones tratan de silenciar la sátira. Es muy peligroso. Como decía el físico americano Richard Feynman, del que soy fans, estamos en una sociedad que por un lado es cada vez más tecnológica y científica y por el otro, casi por reacción, se vuelca con mayor interés hacia cosas oscuras y primitivas. En la revista tenemos dos páginas dedicadas a las religiones. Hacemos chistes sobre todas, desde el judaísmo ortodoxo hasta el islamismo, el budismo y también las terapias new age. Después del atentado a la redacción de Charlie Hebdo, salimos con una portada en la cual pusimos a un rabino ortodoxo, un imam, un cura católico y en el titular decía: “Diga no a las drogas” mientras que abajo había una tira con escrito: “La droga mata”, “Cuida a tus hijos de la droga”. 

 

Volviendo a la política, tampoco los políticos son muy tolerantes con la sátira, sobre todo en un momento en el cual muchos presidentes, empezando por Trump, sueñan con poner mordazas a la prensa. Pareciera que los malos de los comics estén ganando las batallas. ¿Por qué, en tu opinión, las personas se sienten atraídas por sentimientos tan negativos como el nacionalismo, la xenofobia y el racismo?

Yo creo que hay una mezcla de factores locales y globales. Cada vez nuestras ciudades son más diversas, con personas diferentes y diferentes culturas. Esa realidad crea mucho miedo. Creo que el miedo es el sentimiento que mueve las reacciones más extremas, miedo a los cambios, miedo al futuro, miedo a la libertad. Como decía Chavela Vargas “no hay nadie que aguante la libertad ajena”. Es el mismo miedo que se esconde detrás de la homofobia. Por otro lado también hay que analizar las responsabilidades de la izquierda. Tras la caída del muro de Berlín no hubo forma de justificar los desastres que se hicieron en nombre de una ideología. Frente a eso no supimos refugiarnos en valores humanistas y en un socialismo abierto y democrático, sino más bien empezamos a sentirnos en culpa. Buscamos la corrección política hasta niveles exagerados. Una cosa es la cortesía y otra andar persiguiendo a la gente por lo que dice. Esa actitud nos ha ido alejando de la clase trabajadora que nos percibe como unos elitistas salidos de las universidades, una clase media intelectual. Hay veces en las cuales alguien dice palabras como negro sin ánimos de ofender. Pero nosotros estamos allí listos para castigarlo, acusándolo de racismo. Muchas personas se han ido volcando hacia otros movimientos, otras personas que sentían que les hablaban de igual a igual. De allí el éxito de los populismos. Son temas sobre los cuales deberíamos reflexionar.

 

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En tus libros no hay un personaje principal. No hay una Mafalda que te caracteriza. ¿Hasta qué punto es positivo o negativo?

En realidad soñaba con inventar una Mafalda y ser un Quino pero no sucedió. Creo que tuvo que ver con mis defectos más que con mis virtudes porque empezaba un personaje y luego llegaba un momento en el cual surgía otro. Por ejemplo cuando empecé a trabajar para MTV en Miami inventé Vacaláctica pero a los tres años se me ocurrió hacer Elvis Christ. En España ocurrió lo mismo.  Me canso de mis propios personajes pero me divierto mucho.

 

¿Cómo surgen tus personajes?

Creo que surgen de las cosas que veo, leo, escucho. Por ejemplo el Niño Dios que era Jesús pequeño pero con barba, surge de una historia que leí en uno de los Evangelios Apócrifos, diferentes de los canónicos, de la colección de Jorge Luis Borges. Allí se hablaba de un niño Jesús muy malo, que usaba sus poderes para hacer maldades a los compañeros. Recuerdo que me quedó grabado uno de sus milagros con el cual le quitó los brazos a un compañerito que lo había empujado. Luego, se los vuelve a poner tras el regaño de la Virgen. También mi personaje es muy pero muy malo, va a una escuela de dioses donde están el pequeño Buda, el pequeño Mahoma que nadie conoce porque nunca va al colegio, y usa sus poderes para hacer maldades. Para otro personaje, el Hombre Gato, tomé inspiración de una leyenda urbana que había en Argentina: un hombre gato que, decían, trepaba en las paredes y entraba en los apartamentos para robar o matarte. Sin embargo yo tenía una gata que era tan tonta, lo digo con cariño, que a mi Hombre Gato le pasa de todo y al final produce lástima más que miedo.

 

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Photo Credits: Aitana Pérez | Cicuta Films

 

¿Tu personaje preferido?

Los personajes que más me han gustado fueron los que puse en el último libro “Disparen al humorista” y sobre todo el Señor Cabeza de Tronco que se cuestiona todo y el Señor Cabeza de Tostadora, que en el fondo es mi alter ego. Yo digo que la cabeza de quienes hacemos humor es como una tostadora. Tenemos el cable conectado con la realidad que le va dando la electricidad, le ponemos el pan en blanco que es la idea en blanco y de pronto sale un chiste. Muchas veces ocurre en el momento menos indicado, por ejemplo cuando estás en una funeraria, lo dices al que está a tu lado y quedas mal, pero no puedes evitarlo porque salió de la tostadora de tu cabeza.

Con su sonrisa abierta y mirada traviesa, Darío Adanti tiene la profundidad de quien ama la lectura, el pensamiento, la reflexión y la levedad del niño que va descubriendo el mundo manteniendo intacta su curiosidad y la capacidad de asombro.

 

Muchos humoristas en la vida cotidiana son melancólicos. ¿Y tú?

Absolutamente no. Me gusta reír, me río todo el tiempo aunque soy muy serio cuando hablo de política o de filosofía. Trato de ver siempre el lado positivo de las cosas y de no tomarme la vida con demasiado dramatismo. Cuando me siento un poco dramático me digo a mi mismo: “No te engañes, eres un privilegiado, no estás tan mal, tienes Netflix, ponte a ver una película”. Y así Netflix es mi psicoanalista.

 

Darío Adanti es uno de los caricaturistas y autores de novelas gráficas invitados al evento Bitter Laughter que ViceVersa Magazine realizará, en colaboración con The Cooper Union, el próximo 9 de noviembre a las 6:30pm.

 

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