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Los muchos grises del “Yes, we can”

El “yes, we can” tantas veces gritado por el Presidente Obama en sus campañas presidenciales y tantas veces repetido por centenares de personas llenas de sueños y de esperanzas, más de una vez se ha estrellado contra la sólida e inclemente pared de las reglas de la política norteamericana. En una democracia en la cual el poder del Presidente tiene grandes limitaciones en lo que a política interna se refiere, muchos de los objetivos que se había fijado Obama han tenido que someterse a la realidad de lo posible.

La fuerza de las lobbies, de los grandes capitales, la intransigencia de los republicanos, aún de los moderados que tienen que vérselas con el poder del Tea Party, la sutil oposición de algunos demócratas preocupados en mantener sus posiciones más que en secundar los designios del Presidente, han vuelto añicos muchos de los deseos de Obama quien ha tenido que tragar más de un sorbo amargo e ir recortando sus sueños.

Si la batalla para obtener una sanidad más justa y más a la medida de la gente con bajos recursos ha sido dura, difícil y sin exclusiones de golpes, más todavía promete serlo el desafío por la ley de inmigración, tantas veces anunciada y tantas veces retrasada.

El problema migratorio es grave y Obama lo sabe. También sabe que había alimentado muchas esperanzas con las promesas repetidas en distintas ocasiones, la última el pasado mes de junio, e incumplida una vez más. La realidad se impuso y no le quedó más remedio que seguir el consejo de los otros demócratas que temen traer a colación un tema tan delicado y contrastado, a pocas semanas de las elecciones parlamentarias de noviembre. En este momento tratar de aprobar unas medidas vueltas a regular la situación de los inmigrantes ilegales y frenar las deportaciones sería políticamente muy arriesgado. Si bien la comunidad más afectada sea la hispana y su voto sea crucial para las elecciones presidenciales, mucho menor es su incidencia en las elecciones parlamentarias. Hay estados en los cuales los republicanos, sobre todo los más conservadores, aprovecharían esas medidas para alimentar los miedos de la población americana y reforzar nacionalismos y xenofobias al fin de erosionar el electorado de los demócratas que podrían quedar en minoría tanto en la Cámara como en el Senado. Eso significaría la asfixia para los demócratas y la muerte de todas las ilusiones para el Obama que se enfrenta a su último periodo presidencial.

Esta nueva dilación representa una desilusión para quienes creemos en la integración de los pueblos, para quienes duele ver las nefastas consecuencias de las deportaciones, sobre todo las de los adolescentes, quienes al regresar a sus países corren serios riesgos de muerte. Estamos conscientes de que hay que enfrentar de manera seria y urgente el problema de las migraciones de los niños centroamericanos. Aun así creemos que hay que encarar esta realidad dispuestos a seguir luchando por una sociedad más inclusiva. Quizás la única manera de llegar a tener una ley justa que acompañe una sana inserción de los inmigrantes en la sociedad americana sea demostrando los aspectos positivos del aporte que dan cada día al país las personas que aquí llegan en busca de progreso y de paz.

Las sociedades, aun las más tolerantes, tienen la tendencia a rechazar a los diversos, a quienes consideran una amenaza. Y sin embargo la realidad histórica indica que nunca el inmigrante ha sido una amenaza sino más bien una riqueza.

El inmigrante tiene una capacidad de trabajo sin límites, quiere que sus hijos estudien y escalen posiciones sociales a través de la educación, buscan paz. Sin duda también hay sectores violentos pero son minorías si los comparamos con la gran masa de trabajadores quienes aceptan las dificultades del desarraigo porque buscan un futuro mejor.

Para su positiva inserción en la sociedad hay que promover procesos de integración y no de asimilación. La asimilación tiende a destruir las culturas originarias y en consecuencia a romper los ritmos familiares hechos de creencias y tradiciones. Un bagaje cultural que representa un enriquecimiento para el que lo trae y para el que lo recibe.

El camino de la integración no es fácil, requiere respeto y aceptación de las diversidades. El bombardeo de informaciones negativas que muchas veces utilizan los que adversan a los inmigrantes debe ser contrastado con igual fuerza. Los argumentos no faltan.

Pero hay que repetirlos. Aquí llegan personas con oficios aprendidos por generaciones, son albañiles, carpinteros, sastres, traen sus conocimientos y su voluntad de trabajo. Por ejemplo hay muchos mexicanos que se insertan en el mundo de la restauración porque vienen de una zona del país donde están acostumbrados a la buena comida, a una cocina sencilla pero bien sazonada. Pocos lo saben, la mayoría cree que trabajan en los restaurantes no por escogencia sino por necesidad.

Al mismo tiempo están llegando centenares de jóvenes con estudios universitarios dispuestos a mejorar su preparación y a insertarse en el mundo del trabajo norteamericano. Sus capacidades, su cultura, su deseo de progreso son una gran riqueza para los Estados Unidos así como una gran pérdida para los países de los que tuvieron que salir por falta de oportunidades.

Una ley de inmigración que permita una mejor inserción de las personas que llegan de otros países sería un gran paso adelante para Estados Unidos. Pero, si los congresistas temen perder escaños con su discusión, significa que hay mucho camino todavía por recorrer.

Educar, promover el conocimiento de las otras culturas, mostrar la riqueza que hay detrás de cada idioma, puede ayudar a crear una matriz de opinión positiva capaz de contrastar la negativa, y así favorecer el trabajo de los legisladores.

ViceVersa aporta su grano de arena en este camino, mostrando la capacidad profesional, crítica y creativa de los muchos latinoamericanos que aquí traen y buscan cultura.

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