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¿Y Guantánamo?

“En 2010 cerraremos Guantánamo”. Esa fue una de las promesas de Barak Obama al asumir su primer mandato.

Cuatro años más tarde, en 2014, Guantánamo seguía abierta y Obama, frente a las denuncias de tortura que salieron a flote con la violencia de un volcán, dijo que esa cárcel sin reglas ni leyes, no solo representaba algo contrario a los valores del país sino que su mantenimiento era “salvajemente caro”.

Hoy, un año más tarde, Guantánamo sigue abierta a pesar del proceso de distensión entre Cuba y Estados Unidos que pone fin a décadas de incomprensión.

La dura oposición en el Congreso de mayoría republicano, no ha permitido al Presidente Obama cumplir la promesa hecha, con absoluta contundencia, hace ya 7 años.

Pero Guantánamo no es solo una espina en el costado de Obama, sino que representa una vergüenza para Estados Unidos, una realidad que no merece un país orgulloso de su democracia. Como dijo el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto, es, «una cicatriz psicológica en nuestros valores nacionales».

Guantánamo que desde 1903 hasta 1959 ha funcionado como una normal base naval, tras la llegada de Fidel Castro, ha sobrevivido a las tensiones entre Cuba y Estados Unidos sin grandes roces.

Las cosas han cambiado radicalmente tras los atentados de 2011. El ex Presidente Bush ha transformado la más antigua base naval en territorio extranjero, en una de las más terribles cárceles, en un lugar sin ley y sin derechos humanos. Allí han llegado prisioneros de todo tipo y edad. Muchos de ellos con acusaciones débiles y en algunos casos absolutamente infundadas.

Una población asustada por un lado y un gobierno complaciente por el otro, han cerrado los ojos frente a una realidad dolorosa y han permitido a militares y funcionarios de la CIA, utilizar las más aberrantes prácticas de tortura para obtener confesiones e informaciones.

Un silencio cómplice encubría esas actividades y hasta había médicos psiquiatras y psicólogos que apoyaban los inhumanos interrogatorios.

Las denuncias que explotaron como un relámpago en el Senado, el 9 de Diciembre de 2014 han obligado a los estadounidenses a tomar conciencia de una realidad que muchos hubieran preferido seguir desconociendo.

Hojas y hojas de un dossier de 6mil páginas de las cuales se conocieron solamente 500. En un silencio compacto senadores y ciudadanos escucharon atónitos la lectura del resumen del informe que revelaba, sin lugar a dudas, las torturas que fueron aplicadas a los distintos prisioneros.

El país se estremeció pero, cuando parecía haber llegado el momento de poner un definitivo punto final a tanta brutalidad e ilegalidad, los atentados de París volvieron a despertar el miedo, miedo que una vez más utilizaron los republicanos más reaccionarios para oponerse al traslado a otros países o a otras prisiones de quienes quedan atascados en Guantánamo.

En ese penal ubicado en un territorio montañoso y desolado la población reclusa llegó a un máximo de casi 700 presos en 2003. Hoy solamente quedan 116. Algunos de ellos no han sido juzgados y otros esperan que los reubiquen en otros países.

La justicia que se aplica en el penal tiene fallas enormes. Se han multiplicado las denuncias de distintos organismos nacionales e internacionales y el Tribunal Supremo declaró ilegal en 2006 el sistema con el que son juzgados los llamados “enemigos de combate sin privilegios”.

A pesar de todo Guantánamo sigue allí. Herida abierta, espejo de horrores anacrónicos, laceración en el tejido democrático del país.

El Presidente Obama lo sabe y el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, recientemente aseguró que están trabajando en el borrador de un nuevo plan que debería conducir finalmente al cierre del penal.

¿Será verdad? ¿Logrará Obama cumplir también esta promesa antes de concluir su segundo mandato?


Photo Credits: Medill DC

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