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Photo Credits: Celine Nadeau ©

Venezuela tiene hambre

No hace falta leer indicadores ni escuchar analistas. En Venezuela el hambre camina por las calles, desnuda y sin pudor. La delatan los cuerpos demasiado flacos o demasiado gordos, las manos que escarban ansiosas en las bolsas de basura, la voz de los niños que piden en cada esquina “un pedazo de pan, señor, por favor”.

Aún más la vemos en las zonas rurales, en las comunidades indígenas, en todos esos lugares que se han transformado en infiernos para la humanidad que allí vive sin esperanza de salir.

Si bien la situación se ha agravado exponencialmente en los últimos años, todos sabían que el hambre estaba minando la población venezolana desde hace mucho tiempo, a pesar de los “pañitos calientes” que representaron las varias “misiones, útiles sin duda para mitigar el problema inmediato, pero incapaces de dar soluciones a mediano y largo plazo. Era evidente, para quien hubiese querido ver, que las políticas orientadas a impulsar las importaciones más que a favorecer la producción nacional, iban a tener una repercusión muy negativa en el momento en el cual bajaran los precios del crudo, único bien exportable del país. También que esa crisis iba a impactar a los más vulnerables. Y así fue. Al privilegiar las importaciones para, por un lado quebrar la producción interna, en su mayoría en manos opositoras, y por el otro ampliar el clientelismo de los países “amigos”, tanto Chávez como Maduro han llevado el país a una crisis alimentaria sin precedentes en la historia.

Una crisis tan grave que la FAO, (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), que “premió” en dos ocasiones el gobierno de Venezuela al considerar que gracias a la Revolución Bolivariana se había “erradicado el hambre” en el país, tuvo que admitir que Venezuela es hoy en día la nación de América Latina con el más alto crecimiento de hambre y malnutrición. En el último informe que presentó el organismo internacional junto al Programa Mundial de Alimentos y la Organización Panamericana de la Salud se lee que el hambre en Venezuela triplicó en el último trienio, o sería más apropiado decir, cuanto menos triplicó, ya que la misma FAO admitió que los datos proporcionados por el gobierno no fueron ni completos ni totalmente confiables.

Finalmente se derrumbó ese pastel de crema que el organismo internacional había construido con los dos reconocimientos dados sin analizar a fondo la realidad del país, sin considerar la fragilidad y volatilidad de las ayudas asistenciales, sin mirar la vida de los ciudadanos detrás de los fríos formularios.

El hambre es una condena. Las personas que pasaron hambre en sus primeros años de vida, o cuyas madres pasaron hambre durante el embarazo, presentan serios problemas de desarrollo físico y mental, problemas que muchas veces es imposible solucionar, aun si de adultos tienen acceso a una alimentación normal. Un menor desarrollo cerebral significa menor rendimiento en la escuela, en el trabajo y por lo tanto menores posibilidades de superarse y de salir de la condición de pobreza.

En Venezuela, según los datos de la FAO, un millón trecientos mil personas, en los últimos dos años, están malnutridas o desnutridas. Un millón trecientos mil personas están condenadas a ese círculo perverso que crea el hambre perpetuando la pobreza y la falta de oportunidades.

El informe de la FAO señala otro grave problema, el aumento de la obesidad, consecuencia de la malnutrición y muestra como este mal, así como la desnutrición, afecta sobre todo a las mujeres. Es evidente que, también en lo que se refiere a alimentación, hay una discriminación de género. Eso significa que esas mujeres también van a estar sujetas a embarazos difíciles y a parir niños con problemas físicos o mentales.

La pobreza, las diferencias sociales, el aislamiento de las zonas rurales e indígenas, son males que afectan toda la región en medida mayor o menor. Según el informe de la FAO América Latina y el Caribe se han alejado del cumplimiento del objetivo de hambre cero. El número de personas subalimentadas aumentó por tercer año consecutivo, llegando a 39,3millones. En este contexto Venezuela es el país que presenta las cifras más altas y preocupantes.

Ya no quedan dudas, ya la realidad no permite disfraces, ya no es tiempo de premios sino de acciones que ayuden, a pesar del gobierno, a los venezolanos.

Estamos asistiendo a una emergencia humanitaria de dimensiones gigantescas. Es importante que los organismos internacionales rompan el cerco del gobierno y lleguen al pueblo para evitar que siga muriendo más gente, que más niños nazcan sin un futuro posible, que el único camino para sobrevivir en Venezuela sea la huida.


Photo Credits: Celine Nadeau ©

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