Fue Venezuela el primer país contra el cual se activó la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos, OEA, en el 2002. En esa ocasión, la Asamblea General del organismo regional reaccionó a la salida del Presidente Chávez, la condenó encaradamente y pidió que fuese reintegrado y quedara restablecido el orden democrático en el país.
Hoy, una vez más, Venezuela marca una primacía al ser el primer país para el cual la Carta Democrática ha sido invocada por el Secretario General de la OEA y no por un país miembro.
Luis Almagro, ex canciller de Uruguay y actual secretario general de la OEA, ha presentado un informe de 132 páginas para denunciar la erosión de los parámetros democráticos en Venezuela y pedir una intervención del organismo multilateral. Queda ahora en manos de los 34 miembros de la organización decidir si en Venezuela existe realmente una alteración del orden democrático y si es suficientemente grave como para activar la Carta Democrática.
La OEA no tiene mecanismos punitivos para intervenir en otro país, como es el caso de las Naciones Unidas. No contempla ni embargos ni bloqueos y mucho menos intervenciones militares. Sin embargo, su peso diplomático es importante. El secretario general de la OEA, al plantear los problemas de Venezuela también ofrece algunas recomendaciones para que, a través de las gestiones diplomáticas, se promueva el diálogo, se active la ayuda humanitaria vuelta a mitigar la crisis de alimentos y medicinas, se liberen a los presos políticos y se ponga en marcha el referéndum revocatorio.
La suerte de Venezuela se decidirá la próxima semana en el transcurso de la Asamblea General que se llevará a cabo en República Dominicana.
Pero ya un primer tanteo de la situación se hizo en el transcurso de la reciente reunión del Consejo Permanente durante la cual, a pesar de sus intentos, el embajador venezolano Bernardo Álvarez, no logró que se aprobara un documento en el cual se negaban de forma absoluta los puntos que Almagro subrayó hablando de la crisis en la que vierte el país.
Aún en el caso en el cual la petición de Almagro no logre su objetivo al no obtener la mayoría calificada necesaria para su aprobación, de todas formas queda un precedente importante que rompe el círculo de indiferencia con el cual el resto de los países de la región siguió, hasta el momento, los acontecimientos de Venezuela. La mayoría de los gobernantes hubiera preferido seguir escudándose detrás de la fórmula de la soberanía popular por diferentes razones. Hay quienes deben o cuanto menos debieron a Venezuela su sobrevivencia económica y política y otros que sencillamente temen encontrarse en situaciones similares y por lo tanto prefieren evitar que se siente un precedente. El mismo Pepe Mujica se ha dado el lujo de comentar negativamente la actitud del Presidente Maduro solamente ahora, tras haber dejado la silla presidencial.
Por otro lado, es curioso que la candidata presidencial de Perú, Keiko Fujimori se haya adelantado a dar su apoyo a la activación de la Carta Democrática en Venezuela, sin recordar que esa Carta fue firmada el 11 de Septiembre de 2001 en Lima, para evitar que otro país pudiera sufrir los desmanes que hizo el padre Alberto Fujimori cuando, tras un autogolpe, rompió el orden institucional de su país.
La firme posición de Almagro con respecto a Venezuela, su capacidad de mantener una posición que no cayera en provocaciones y no se alejara de los límites de la diplomacia, también puso en evidencia a lo largo de todos estos meses, desde antes de tomar la decisión de activar la Carta Democrática, el grado de violencia e intimidación con el cual el gobierno responde a toda crítica interna e internacional.
Es evidente que cualquier solución para un país como Venezuela que está sufriendo una de las peores crisis de su historia, debe necesariamente pasar por un diálogo entre las partes. Lo saben las fuerzas políticas, saben que deberán hacer concesiones si quieren evitar un estallido social con consecuencias imprevisibles. Sin embargo todos temen ese diálogo. El gobierno porque no quiere perder un poder que ya no se sustenta sobre el favor popular y la oposición porque aflorarían sus divisiones internas en un momento en el cual necesita caminar unida.
En el mientras la situación se deteriora y las verdaderas víctimas son los ciudadanos quienes han olvidado lo que significa “calidad de vida” porque su única preocupación es sobrevivir.