Muertos, heridos y centenares de detenidos. La violencia brutal con la cual la Policía y la Guardia Nacional han reprimido las manifestaciones de protestas en toda Venezuela ilustra fehacientemente la coyuntura delicada que vive el País. La crisis institucional pareciera haber puesto el gobierno del presidente Nicolás Maduro con la espalda en la pared. Sin embargo, estarían muy equivocados quienes llegasen a pensar que la salida del poder del gobierno actual pudiera estar a la vuelta de la esquina. También lo estarían quienes llegasen a pensar que la presencia en la calle de miles de venezolanos protestando a diario y la presión internacional que se está transformando paulatinamente en aislamiento, pudieran ser suficientes para provocar los cambios que el País requiere y exige. Se tiene la sensación que el fin de la era “chavista” se estuviera gestando adentro del mismo gobierno, pero a fuego lento.
Paradojas e incongruencias. Venezuela es el país de las grandes contradicciones; contradicciones que el gobierno del presidente Maduro trata de esconder a través del cerco mediático al cual ha condenado la población. Censura y autocensura en los medios de comunicación, en su mayoría “chavistas” o alineados con el poder por conveniencia; noticias alarmantes, falsedades y un sinfín de especulaciones en las redes sociales, para confundir a la ciudadanía. Difícil establecer dónde termina la mentira y dónde empieza la verdad. Sin embargo, se puede esconder el origen de los problemas que vive el País, a través de la propaganda disfrazada de información; mas, no sus efectos. Y estos, coinciden los expertos en la materia, se harán sentir inevitablemente en los próximos meses. ¿Las consecuencias? El malestar en las urbanizaciones más humildes, en aquella porción de la población que aún cree en el “Socialismo del Siglo XXI”, invención del extinto presidente Chávez quien nunca supo darle contenido real.
La crisis de Venezuela se nutre de las contradicciones intrínsecas en el “chavismo». El gobierno del presidente Maduro no pierde ocasión para atacar a Estados Unidos y culpar al gran capital de una supuesta “guerra económica” para poner de rodillas a la “revolución”. Y, sin embargo, igual que el gran capital que critica y condena, a través de Citgo Petroleum, filial de la holding Pdvsa, realiza donaciones jugosas – superior al medio millón de dólares – al comité responsable de organizar la ceremonia de juramentación del presidente norteamericano, Donald Trump. Las donaciones de Citgo, filial hipotecada como garantía de un préstamo ruso por unos mil 600 millones de dólares, fueron superiores – por cierto no de poco – a las de las empresas Pepsi, Ford y Google.
Otra paradoja. A pesar de las pésimas relaciones con los Estados Unidos; relaciones que han caracterizado las casi dos décadas de gobierno “chavista”, Venezuela sigue vendiendo petróleo al coloso del norte. Es más, figura entre sus seis proveedores más importantes.
La economía de Venezuela depende del “oro negro” en un 90 por ciento. Y, con el barril de crudo a menos de 50 dólares, comienza a carecer de los recursos necesarios hasta para satisfacer las necesidades básicas de los venezolanos. ¿Peligro de default? Sí y no. Después de haber cancelado alrededor de dos mil millones de dólares, parte de los compromisos externos, es poco lo que queda en las arcas del gobierno del presidente Maduro; demasiado poco para importar lo que, antes de la “revolución”, se producía en el país.
El gobierno, ahora, pareciera encontrarse en una encrucijada: seguir cancelando su deuda creciente o importar productos para venderlos, a precio político, a través de los mercados populares, de las “comunas” o del “Comité Local de Abastecimiento y Producción”, un sistema paralelo de distribución de alimentos. El presidente Maduro pareciera haber llegado al final del camino. De cancelar las deudas pendientes para este año y el próximo, carecería de los recursos para satisfacer las necesidades básicas de la población. Y se sabe, “amor con hambre no dura”. Al contrario, de importar los productos que se necesitan para apaciguar el hambre de los venezolanos, carecería de recursos para honrar sus compromisos externo. El default sería inevitable. No importa cual será su jugada, al final siempre perderá. En fin, la oposición, sin dejar la calle, solo tendrá que ser paciente y esperar para su Jaque Mate.
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Photo Credits: Raul Alborela