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vacuna covid
Photo by: Chairman of the Joint Chiefs of Staff ©

Vacunas para todos

En un mundo ideal el acceso a las vacunas debería ser igual para todos, sin diferencia alguna entre países y clases sociales. La realidad dista mucho de ese ideal. Las únicas naciones que por ahora cuentan con vacunas, debidamente controladas y garantizadas, son las más desarrolladas y las más democráticas. 

China y Rusia también están desarrollando y distribuyendo sus propias vacunas. Sin embargo, sus ciudadanos tienen un acceso extremadamente limitado a la información y por lo tanto deben dar por buenas las garantías que les ofrecen sus gobiernos. Igual silencio oculta cualquier noticia sobre efectos colaterales negativos que podrían estar relacionados con esas vacunas.

Si la Covid-19 se ha difundido con mayor velocidad entre las clases más humildes de los países ricos, poniendo en evidencia las graves desigualdades sociales y las asimetrías regionales dentro de un mismo territorio, ahora la distribución de las vacunas está mostrando, en toda su descarnada realidad, la disparidad que existe no solamente en las sociedades sino entre unos países y otros.

Naciones Unidas a través de algunas de sus agencias como por ejemplo Unicef, está tratando de minimizar estas diferencias que comportarían no solamente un alto costo humano sino también económico. Un estudio realizado a finales de enero por el ICC Internacional Chamber of Commerce muestra como la economía global podría perder 9.2 trillones de dólares si la vacunación no procederá con igual eficiencia en todo el mundo. El informe subraya, además, que la mitad de esas pérdidas afectaría a las economías más desarrolladas. 

COVAX es el organismo a través del cual la Organización Mundial de la Salud en colaboración con otros organismos internacionales está tratando de facilitar la producción y distribución de vacunas en todo el mundo.  Sin embargo, los problemas que existen a nivel nacional e internacional son difíciles de sortear. 

Si por un lado algunos gobiernos dan prioridad a las necesidades de sus poblaciones y por lo tanto muestran la tendencia a acaparar las dosis que consideran indispensables para ellos, otros, corroídos por la ineficiencia y la corrupción son incapaces de dar una respuesta adecuada a sus poblaciones. Sin contar las áreas que están en guerra y por lo tanto carecen, no solamente de vacunas, sino de cualquier equipamiento médico.

Muchos países africanos, agobiados por conflictos internos, inestabilidad política y connivencia de la delincuencia organizada con algunos gobernantes, corren el peligro de recibir vacunas falsas junto con las reales. Las introduce el crimen organizado que, en gran parte, domina el tráfico de estupefacientes en conexión con el narcotráfico asiático y latinoamericano. Garantizar control, en algunos de los puntos de entrada de las mercancías destinada al continente africano, y rapidez en la distribución de las vacunas es casi imposible. 

Sometidos a las decisiones de los gobiernos, los pueblos, en este momento, son sujetos pasivos, asustados. Por más absurdas que parezcan esas decisiones, los ciudadanos tienen que acatarlas sin posibilidad de refutarlas.   

En América Latina uno de los peores ejemplos lo está dando una vez más el gobierno de Venezuela. Con una actitud totalmente errática Nicolás Maduro en un primer momento aceptó llegar a un acuerdo con la oposición para liberar una parte del dinero bloqueado en el exterior y destinarlo a la compra de las vacunas, y, al poco tiempo, se negó a aceptar las de AstraZeneca. Lo que podría parecer una preocupación legítima, vuelta a garantizar la mejor vacuna posible para su población, choca con la decisión que tomó inmediatamente después. Maduro anunció la llegada de las vacunas cubanas cuya efectividad real no ha sido comprobada fehacientemente y de las cuales aún se desconocen potenciales efectos colaterales nocivos. En consecuencia, los venezolanos se volverán los conejitos de india de los cubanos. La ayuda que recibieron de Rusia y China ha sido extremadamente escasa, muy por debajo de las necesidades de la población. Las dosis recibidas no satisfacen ni los requerimientos del personal sanitario cuyos índices de mortalidad son altísimos. Sin embargo, tanto Maduro como su esposa Cilia Flores, se vacunaron, información que han comunicado con orgullo.

En el resto de la región la situación varía. Según datos del Our Word Data, los países que han suministrado el mayor número de primeras dosis por 100 habitantes son Chile y Uruguay mientras que en los últimos lugares de la lista están Paraguay, Honduras y Venezuela.

El sueño de “Vacunas para todos” se divisa aún muy lejano, demasiado lejano.


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