Corrupción y podredumbre, por un lado; integridad y probidad, por el otro. Así es la política en América Latina. Dos ríos diferentes, que corren paralelos. El primero, escaso en aguas, pero ruidoso y retumbante. El segundo, caudaloso pero silencioso.
En la política latinoamericana emerge hoy un nuevo fenómeno. Algunos lo han ya bautizado con el nombre de “familiares incómodos”. En realidad, siempre ha existido. Mas, hoy, pareciera adquirir una importancia particular. Decimos, son los hijos, hermanos, esposos y hasta los padres de presidentes y ex presidentes de la República que aprovechan de su posición privilegiada para corromper y dejarse corromper. En fin, para enriquecerse con negocios ilícitos. Kirchner, Bachelet, Peña Nieto, “Lula”, Uribe, Chávez… La lista es larga. Hechos de corrupción reales o presuntos que vienen y que van al amparo de la impunidad que otorga los altos cargos en la administración pública.
La familia Kirchner de nuevo en el ojo del huracán. Hoy es una de las más poderosas de Argentina. Sobre el origen de su riqueza hay un mar de dudas. No obstante, nunca había sido involucrada en escándalos de tal magnitud como el que protagoniza hoy Maximo Kirchner. Al hijo de la presidenta se le vincula con presuntas cuentas bancarias multimillonarias en Estados Unidos e Irán; cuentas que compartiría con la ex responsable de la cartera de Seguridad y Defensa, Nilda Garré.
Un país en agitación y una popularidad que ha alcanzado los mínimos históricos. Michelle Bachelet, la presidenta de Chile, tiene hoy mucho en que pensar. Y el escándalo que involucra a su hijo no ayuda. Sebastián Dávalos estaría involucrado en jugosos negocios inmobiliarios. Se le investiga por tráfico de influencias y uso de información privilegiada. No es poca cosa.
Otro escándalo reciente, el cual tuvo repercusiones hondas en América Latina, ha sido el que tiene por eje central a Angélica Rivero. Esposa de Peña Nieto, presidente de México, ha sido cuestionada severamente por su mansión, realizada por un contratista del Gobierno. La tormenta fue de tal magnitud que el presidente Peña Nieto se vio en la necesidad de hacer pública su declaración jurada de bienes.
Del norte al sur. En Brasil, Fabio Luis “Lula” da Silva, hijo del ex mandatario Ignacio “Lula” Da Silva, ha sido cuestionado repetidas veces por sus negocios con grandes empresas, mientras su padre era presidente.
Álvaro Uribe tampoco escapa a la ráfaga de escándalos que sacude a los presidentes y ex presidentes de América Latina. Sus hijos, Tomás y Jerónimo, protagonizaron sendos escándalos en 2013, por aparecer en un largo listado de personalidades colombianas con inversiones sustanciosas en paraísos fiscales. Además, su hermano, Santiago, fue el centro de una polémica encendida al ser investigado por la Fiscalía. Se le acusó de ser colaborador en el asesinado de un conductor de colectivos en 1994; asesinado llevado a cabo como parte de una estrategia de amedrentamiento del grupo “para” bautizado “Los Doce Apóstoles” al cual el ex presidente Uribe estaría presuntamente vinculado.
¿Y qué decir de Perú? El hermano de Ollanta Humala, Antauro, paga condena de 19 años por una sublevación militar fallida en 2005, en la que perecieron 6 personas. ¿O de Nicaragua? Familiares del ex presidente Arnoldo Alemán estuvieron involucrados en hechos de corrupción en Estados Unidos, Panamá y Nicaragua. ¿O de Panamá? Marta Susana de Varela, tía del presidente Juan Carlos Varela, está siendo investigada por presuntos negocios ilícitos.
Venezuela es otra historia. La otrora humilde familia del difunto presidente Chávez ha sido culpada repetidas veces de presunta corrupción y enriquecimiento ilícito. Al padre, Hugo de los Reyes Chávez, y a sus hermanos, Argenis, Adam y Narciso se les acusa de haber adquirido en el Estado Barinas fincas inmensas gracias al tráfico de influencia, presiones indebidas y negocios ilegales. En un país en el cual el gobierno detenta todos los poderes, las imputaciones contra los Chávez, hoy una de las familias más ricas del Estado Barinas y de mayor poder en Venezuela, han sido desestimadas por la Fiscalía una tras de otra.
El río de la corrupción en la política no es seguramente el más caudaloso. No obstante, es el que más ruido hace. No representa a América Latina, mas es desafortunadamente la imagen que llega con fuerza más allá de nuestras fronteras. A él se contrapone otro río, sosegado pero caudaloso. Es el de jóvenes líderes políticos, de intelectuales, de gente humilde que trabaja tras de bastidores para construir un futuro mejor para América Latina. Es el de una mayoría silenciosa que apuesta en su país y lucha para que desaparezca el estigma de corruptos que hechos aislados transmiten en el exterior. Es la misma lucha que en Estados Unidos estudiantes, artistas, escritores, políticos, obreros y profesionales libran calladamente y con humildad para borrar el estereotipo que acompaña Latinoamérica y a los latinoamericanos. Es un trabajo de hormiga, de pequeños pasos, de conquistas insignificantes en apariencias pero importantes por sus alcances. Es una tarea diaria a la que no debemos, ni podemos renunciar.