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Ucrania y América Latina

Las bombas que incendian Ucrania muestran una realidad que, hasta tan solo unos meses, pensábamos imposible. El mundo se está acercando peligrosamente a una tercera guerra mundial. Un conflicto que sería muy diferente de los anteriores ya que esta vez los países tienen armas nucleares.

Aun tomando en cuenta el ciego narcisismo y deseo de poder de Putin, nos resulta difícil entender hasta dónde piensa llegar y si, en su locura, confía más bien en la cordura del resto del mundo.

Los intereses geopolíticos y económicos que se mueven detrás de sus acciones son evidentes, así como lo son los de Estados Unidos y Europa. Sin embargo, hasta este momento, conflictos similares se resolvieron transitando las vías diplomáticas. De no ser así Estados Unidos hubiera tenido que bombardear Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Argentina, Brasil, países todos que abrieron las puertas tanto a Rusia como a China y por lo tanto escapan, cada día más, de la influencia de Estados Unidos. 

Bien lo están demostrando en los actuales momentos. En cuanto empezó el conflicto ucraniano, Venezuela corrió a arrodillarse frente a Rusia y a asegurar todo su apoyo a Putin. Lo mismo hicieron Cuba, Nicaragua y con menos vehemencia Bolivia. Más cuidadosas las posiciones de Brasil y Argentina, cuyos presidentes coquetearon con Rusia al punto que Bolsonaro visitó ese país a pesar del conflicto creciente con Ucrania, y Fernández quien también fue a Moscú a principios de febrero, dijo que “Argentina debe ser la puerta de entrada de Rusia en América Latina”.

Andrea Arroyo
Ilustración por Andrea Arroyo

Desde el momento en el cual, gracias a Chávez en Venezuela, se abrió la posibilidad de tener una presencia fuerte en América Latina y además en un país particularmente cercano a Estados Unidos, Putin ha aprovechado para insinuarse y crear alianzas en una región que siempre estuvo bajo la influencia norteamericana. Lo mismo ha hecho en África, Asia y Oriente Medio. Su objetivo: el de volver a tener el poder internacional que un día fue de la Unión Soviética y que perdió tras la caída del Muro.

En ese contexto América Latina juega un papel al mismo tiempo marginal, por su lejanía de Rusia, y fundamental por su cercanía con Estados Unidos. Más de una vez de manera más o menos velada Rusia ha amenazado con posicionar misiles en Venezuela.  

Para alcanzar sus objetivos Putin ha empleado, hasta el momento, todas las tácticas de la guerra blanda, desde los hackers que lograron modificar las elecciones en Estados Unidos, hasta la entrega de vacunas contra la Covid-19 a varios países de América Latina, al apoyo económico a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia y a las promesas de ayuda a Bolsonaro y Fernández.

Sin contar el sostén a las campañas de desinformación de gobiernos que necesitan mostrar una realidad distorsionada a sus ciudadanos.

Si a esto agregamos el respaldo del ex presidente Trump a Putin y sus consideraciones sobre la necesidad de replicar sus acciones (es decir someter con las bombas) en México, la actitud complaciente de China, así como las simpatías de las cuales goza el líder ruso entre los movimientos de derecha en otras partes del mundo, se vuelve cada día más evidente que el conflicto en Ucrania responde sobre todo a una clara voluntad de construir un nuevo orden internacional. Ucrania representa solo un primer paso para alargar más y más las fronteras rusas e imponer una visión autoritaria de la gobernanza.

Eso conllevaría a la destrucción de todo vestigio democrático. Es lo que ya está pasando en Rusia, país en el cual la oposición es silenciada con la fuerza y los derechos humanos son regularmente pisoteados. 

Por esas mismas razones Rusia se está transformando en el sueño hecho realidad para los autócratas quienes consideran superflua toda concesión a la voluntad de las personas. El nuevo orden al que aspiran es claramente antidemocrático. Por un lado, pretende sofocar, a nivel interno las escogencias individuales de vida, y por el otro, a nivel internacional, desea someter los países más débiles a las decisiones de los más fuertes.

Muchas y graves son las consecuencias a las que llevará el conflicto que empezó con el bombardeo de Ucrania por parte de las tropas rusas.

Nadie en el mundo, y mucho menos América Latina, será exento de sufrirlas.


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