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mauro bafile

Trump y los retos para América Latina

Al día siguiente las elecciones en los Estados Unidos, América Latina despertaba en la incertidumbre. Donald Trump hizo añicos todos los sondeos y encuestas y demostró que en política no siempre se impone el sentido común. De esta manera, el triunfo del “magnate del ladrillo” representaba a la vez la victoria de las corrientes más reaccionarias y conservadoras y la derrota de la política tradicional. Nacionalistas y xenófobos nunca habían encontrado un candidato que enarbolara con tanta claridad sus banderas. La llegada del “tycoon” representa el fin de una era y la ruptura de décadas de continuidad en la política económica de la principal economía del mundo. 

Hasta hoy, a semanas de su elección y aun cuando populismo y demagogia, con toda su retórica, han ido mermando sus fuerzas al enfrentarse con la realidad, es difícil comprender cuál será la verdadera orientación del nuevo gobierno. Sin embargo, pareciera evidente que, aún con un margen de libertad relativamente estrecho impuesto por la realidad y por la lucidez de algunos de sus asesores, hará cambios importantes que sin duda alguna afectarán a nuestros países.

Pareciera que con Trump muere el neoliberalismo y nace el neonacionalismo – Marc Blyth dixit -. De ser cierto, habrá un viraje de 180 grados en la orientación económica del nuevo gobierno. Decimos, Trump, como se desprende de su retórica proteccionista, dará prioridad al mercado nacional. Y hasta podría provocar una guerra comercial.

El “efecto Trump” ya ha generado reacciones. En México, el peso, como era previsible, se ha depreciado significativamente. Y esto obligará a una política de ajuste fiscal más severa y a una política monetaria prudente y restrictiva. No es todo. De traducirse en medidas efectivas la retórica de la confrontación, la cual ha alimentado los sentimientos nacionalistas hasta ayer narcotizados de los americanos menos cultos y más pobres, las consecuencias no tardarán en sentirse en nuestro hemisferio. No se trata del abandono del “Trans-Pacific Partnership” o del desmantelamiento del “Transatlantic Trade and Investment Partnership”, cuyos resultados, después de todo, no deberían ser tan adversos para América Latina; sino de la guerra comercial que llevaría a una confrontación de bloques y a la creación de trabas a la circulación de productos y materias primas.

Es obvio que a América Latina le conviene la existencia de un mercado amplio, el cual le permita vender sus productos sin obstáculo; y de reglas claras, que garanticen la apertura comercial. Esta necesidad se torna cada vez más apremiante toda vez que la economía de China enfrenta el reto de una transformación profunda. Es decir, la evolución acelerada de un modelo que daba prioridad al mercado externo a otro que, al contrario, confiere importancia al crecimiento del mercado interno.

Las inversiones de China en América Latina no han experimentado un retroceso como, en cambio, lo ha hecho el comercio. El volumen comercial del coloso asiático, en el transcurso del año 2015, sufrió una contracción de 10,8 por ciento hasta 236 mil 545 millones de dólares. Para ser precisos, sus exportaciones mermaron en 2,97 por ciento al tiempo que sus importaciones lo hicieron en un 18,09 por ciento.

La nueva política norteamericana podría representar un nuevo aliciente para China, país que en la última década ha manifestado interés en un hemisferio el cual, a diferencia de Asia y África, podría constituirse en un mercado emergente importante. No menos interés podría despertar en la Unión Europea que necesita de nuevas áreas de influencia para colocar la producción de sus industrias y, de esta manera, permitir a su economía encontrar finalmente el camino hacia el crecimiento.

China, desde comienzos de este milenio, ha estado presente en América Latina desplazando en muchos casos a Estados Unidos. Sus inversiones, en la mayoría de los casos, han sido en la industria energética. De hecho, en Venezuela interviene en la exploración y explotación de los hidrocarburos, como aliado principal de la Holding petrolera nacional. En México, la compañía “China Ofshore Oil” ha obtenido sendos contratos en la zona fronteriza y ha ofrecido al gobierno de México ganancias generosas por cada barril. En Brasil, la presencia China es evidente en las industrias tecnológicas; en Argentina, en cambio, se afianza en el ámbito de las obras públicas.

¿El vaso medio lleno o medio vacío? Depende del prisma a través del cual se mire. Las amenazas de políticas proteccionistas en los Estados Unidos, de transformarse en realidad, sin duda alguna representarán un reto para América Latina. De hecho, podrían provocar el cierre parcial de uno de sus mercados principales. Nuestro hemisferio necesita espacios para sus materias primas. De venir menos el mercado norteamericano, podría cobrar fuerza la necesidad de industrias de transformación y generadoras de valor añadido.

Los precios de las materias primas, que hace apenas unos años fueron el motor del crecimiento económico del hemisferio (en particular de Brasil, de Argentina, Chile, Bolivia y hasta de Venezuela), han experimentado una contracción preocupante. Por eso es necesario que los países de América Latina dejen la retórica populista y la sustituyan por medidas concretas, coherentes y de largo plazo; medidas que pongan el acento en una etapa de re-industrialización en la cual se prioricen las nuevas tecnologías  y la robótica.


Photo Credits: Tony Webster

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