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editorial viceversa
Photo Credits: rey perezoso ©

Siembra odio, cosecha votos

En vísperas de las elecciones europeas Amnesty International Italia realizó un estudio para “medir” la aceptación de los mensajes lanzados en las redes por los candidatos de las diferentes fuerzas políticas. El resultado que emerge de ese estudio es realmente preocupante. Los tweets que recogieron mayor cantidad de likes fueron los que contenían mensajes de odio e intolerancia, en particular contra los inmigrantes. Es evidente que los políticos que fomentan el nacionalismo, el racismo, el rechazo hacia toda diversidad, son quienes logran compactar a una base electoral comprometida y fiel. Contrariamente a quien simpatiza por otros partidos y movimientos políticos, esa base no pierde tiempo en reflexiones, discusiones, análisis. Quiere acción y quiere la autorización para expresar su inconformidad, sus miedos y sus fracasos de manera violenta. Si el político les ofrece también un enemigo contra el cual dirigir tanta rabia, mucho mejor. Los líderes lo saben muy bien. En cada rincón del mundo, desde Estados Unidos hasta Rusia, desde China hasta India, desde América Latina hasta Europa, prosperan los populistas quienes siembran odio para cosechar votos.

Los objetivos contra los cuales se ensañan son como siempre los sectores más vulnerables de la sociedad: las minorías religiosas, los inmigrantes, los afroamericanos, las mujeres, la comunidad LGTBQ.

En Estados Unidos el Presidente Donald Trump ha declarado guerra a todos ellos. Cada vez que pierde popularidad, agudiza alguna de sus batallas. Sin embargo la preferida es la que libra contra los inmigrantes. Es el as en la manga que esgrime periódicamente para animar a sus hinchas. Cual prestidigitador saca de su sombrero nuevas amenazas, insultos, acusaciones. Recientemente, quizás al ver que el muro en la frontera con México se vuelve cada día más evanescente a medida que se acerca el final del mandato, ha propuesto una nueva ley de inmigración. Una ley que dejaría una fisura en su muro imaginario solamente para quienes llegan con estudios a cuestas y un buen conocimiento del idioma inglés. En realidad cuando nos referimos a estos últimos sería más oportuno hablar de movilidad. Los profesionales, los científicos, los artistas, a menos que no lleguen de países en los cuales les es imposible vivir y progresar, como es Venezuela en este momento, se movilizan, no emigran. El mundo del saber no conoce fronteras y está acostumbrado a mezclarse a sabiendas que de esas mezclas salen reforzadas las investigaciones, los estudios y la creatividad. Los gobiernos lo saben y nunca les cierran sus fronteras.

Los emigrantes, por el contrario, son personas que huyen de situaciones extremas. Sus vidas están en peligro a causa de la pobreza, las persecuciones políticas, la delincuencia, el narcotráfico y las bandas organizadas. Y finalmente la justicia internacional creó la institución del  asilo para garantizar protección a los individuos cuya vida, libertad o derechos fundamentales se encuentran amenazados.

Poco importan estos detalles al Presidente Trump quien, al ver que también esta propuesta tenía pies de barro cambió objetivo y sacó otro conejo de su sombrero: la guerra arancelaria contra México. Tras intentar similar estrategia contra los chinos, con escasos resultados, hinchó el pecho y volteó la mirada hacia un “enemigo” más vulnerable: México.

El diktat llegó, como ya es costumbre, a través de un tweet y sin que mediara diplomacia alguna. Si México no detiene la inmigración ilegal que filtra desde su frontera, Estados Unidos aplicará unos aranceles a sus productos. Agregó que, partiendo de un 5 por ciento, estos impuestos irían aumentando mes tras mes hasta llegar a un 25 por ciento. Fue suficiente la amenaza para ocasionar una caída del peso mexicano que en pocas horas pasó de 19,08 a 19,82 pesos por dólar. La aplicación de esas medidas hubiera podido provocar desde un retroceso en el crecimiento económico de México hasta una recesión. Sin embargo, como dice un antiguo adagio griego, “si Atenas llora Esparta no ríe”, en este caso si México lloraba Estados Unidos no reía. De subir los aranceles el impacto para la economía norteamericana hubiera sido igualmente negativo ya que México es el mayor socio comercial de Estados Unidos. Hay sectores industriales que son tan interdependientes que la producción norteamericana se vería seriamente afectada por un aumento de esos aranceles.

Una contracción del crecimiento económico de México daría, además, un nuevo impulso a la emigración ilegal de ese país y frenaría el flujo de regresos que, en los últimos meses, se ha incrementado gracias a las oportunidades que ofrece una economía mexicana en expansión.

Bien lo sabe el Jefe de Estado norteamericano quien, tras levantar la voz y mostrar los músculos, llegó a un acuerdo con el gobierno mexicano que se comprometió a endurecer la política contra los inmigrantes centroamericanos. Trump obtuvo así una victoria política. Su verdadero objetivo.

Más grave aun la repercusión de otra medida que quiere implementar la administración Trump, esta vez sin bombos y platillos, quizás a sabiendas del impacto preocupante que tendrá. Se trata del recorte de presupuesto destinado a garantizar los servicios en los refugios para menores inmigrantes. La vida de los niños quienes no pueden contar con la ayuda de un familiar será todavía más dura de lo que es actualmente. Es fácil mostrar los músculos con quien no puede defenderse. Esta medida se ensañaría contra el sector realmente más frágil y necesitado de apoyo de la inmigración.

¿Serviría de algo recordar al Presidente Trump y a sus seguidores que los inmigrantes son seres humanos marcados por el dolor del desarraigo quienes huyen de la violencia y solamente buscan paz y trabajo? ¿Serviría de algo decirles que una política tan insensible beneficia únicamente a la delincuencia organizada que lucra con el dolor ajeno? ¿Serviría de algo explicarle que hasta tanto se alimenten desigualdades, tráficos internacionales y guerras, no existirá frontera ni muro capaz de detener la oleada de personas en busca de un futuro diferente?

Posiblemente no, no serviría de nada. Menos en esta época de campaña presidencial.

Tanto Trump como otros líderes mundiales saben que la mejor manera para cosechar votos es sembrando odios. Y eso es lo que hacen.


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