50 años. Medio siglo. Tanto ha transcurrido desde que Martin Luther King, y otras 500 personas, comenzaran a marchar pacíficamente desde Selma con el propósito de llegar a Montgomery, su meta final. No pudieron alcanzar el objetivo. Era el 17 de marzo de 1965. Unidades de la policía esperaban a los manifestantes en proximidad del puente Edmund Pettus Bridge, el que une las dos riberas del rio Alabama. Aquel día fue bautizado con el nombre del “bloody sunday”, domingo sangriento. La represión policial, en efecto, fue brutal. La “Marcha de Selma” no fue simplemente otro episodio en la lucha contra la discriminación racial. Sus consecuencias fueron más allá de lo esperado. Un renovado entusiasmo impulsó al movimiento por los derechos de los afro-americanos. Y después de cinco meses fue aprobado el “voting act”, la ley que prohibía toda discriminación racial. En otras palabras, se robusteció el concepto de derecho al voto que defiende la 15ª enmienda de la Constitución. Fue el comienzo. Se dio inicio, así, a la inscripción en las listas electorales de las minorías raciales. Todas.
Los Estados Unidos, hoy, no son los mismos que hace apenas 50 años. Han sido muchas, y todas muy importantes, las conquistas sociales alcanzadas desde la “Marcha de Selma”. Con Barack Obama han roto tabúes y demostrado que pueden dictar pautas en temas de derechos civiles. Y con Hillary Clinton, quien podría ser la primera mujer en llegar a la Casa Blanca, se preparan a romper nuevos hitos. Mas, a pesar de todo, la “cuestión racial” sigue viva.
Michael Brown y Eric Gardner no son nombres tan sólo; nombres dichos al azar. Son historias que han sacudido la conciencia americana. Y han puesto el acento en un problema que sigue vivo en el norte y en el sur de los Estados Unidos, en las grandes metrópolis y en los pequeños centros urbanos; en un fenómenos que el País no logra dejar a sus espaldas: la discriminación racial.
Estados Unidos, el país de las oportunidades, aún niega instrucción y futuro a un sector de la población afro-americana. Una realidad que el reverendo Jamal Bryant, con pocas pero acertadas palabras en los funerales de Freddie Gray, ha puntualizado describiéndola como a una inmensa caja llena de estereotipos raciales, sin sueños, fantasías o ilusiones. Un golpe al estómago. Una realidad que, para quienes vivieron directa o indirectamente el camino triste de la inmigración como tantos latinoamericanos, resulta una bofetada dolorosa. Y trae a la memoria las discriminaciones, las humillaciones, el miedo a la deportación y el chantaje de la delación que demasiadas veces destruyen vidas. Sentimientos con lo que se aprende a vivir, pero que nunca desaparecen y jamás se olvidan.
Después de la ira por los hechos de Ferguson, luego de la indignación por lo acontecido en Charleston explota la rabia y la furia en Baltimore. El “Caso Baltimore” es muy distinto a los anteriores. Decimos, su alcaldesa es una mujer afro-americana. Y afro-americano es el jefe de la policía. Parecía que la ciudad, a diferencia de otras metrópolis, había logrado dejar atrás una historia de segregación y racismo larga y dolorosa. Por esta razón, es indispensable investigar la muerte de Freddie Gray, el joven de 25 años quien murió en un hospital de Baltimore, una semana después de ser detenido por cuatro policías por razones que aún se desconocen.
Ironía de la vida. Las protestas por la muerte de Freddie Gray, que ponen nuevamente al centro del debate la brutalidad policíaca contra las minorías, explotan el día en el cual Loretta Lynch se transforma en la primera mujer negra al frente del ministerio de Justicia, uno de los más importantes del País. Las protestas, hoy, son el reflejo de la rabia reprimida por años. Es la ira de un sector de la población al cual es prohibida toda ilusión y es negado el “sueño americano”.
Ferguson, Charleston, Baltimore y muchos otros casos, menos conocidos, de violencia, de segregación, de racismo, de injusticia. Violencia y racismo de los uniformados. Mas, no sólo. Son muchos los “casos abiertos” en los cuales investiga el Departamento de Justicia. El presidente Obama, hoy, tiene a su candidata, la primera mujer negra, al frente de un ministerio a todas luces fundamental. Luego de cinco largos meses de obstruccionismo – todo un récord -, los republicanos dieron su brazo a torcer. Loretta Lynch, en sus primeras declaraciones, tuvo palabras duras de rechazo y de condena a la violencia. No bastarían si no hubiese actuado también la justicia local. Finalmente seis policías están bajo custodia policial y tendrán que enfrentar cargos que van desde homicidio involuntario hasta asalto y negligencia por la muerte del joven Freddy Gray.
Quizás esta sea una señal de que los Estados Unidos han cambiado realmente desde la primera marcha de Selma.