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mariza bafile
Photo by: Anke Van Boxstael ©

Prensa amordazada

Último acto, por ahora, de atropello hacia la prensa en América Latina y el Caribe: en Guatemala la policía detuvo al Presidente del diario elPeriódico José Rubén Zamora, y allanó su casa y la redacción. Se le acusa de lavado de dinero. La misma que utilizan algunos presidentes cuando quieren sofocar las voces de la prensa independiente. Zamora quien fue presentado, esposado, ante un juez, afirmó ser víctima de un montaje construido por el Presidente de ese país Alejandro Giammattei, la Fiscal general Consuelo Porras y otras personas. Opinión que comparten muchos colegas, integrantes de ONGs y buena parte de la ciudadanía siempre más preocupada por la actuación de un gobierno que vira cada vez más hacia el autoritarismo. José Rubén Zamora y los colegas de  elPeriódico más de una vez han denunciado presuntos abusos de poder del Jefe de Estado y de su entorno. Por su parte la Fiscal que dirigió la operación debe al Presidente Giammattei la renovación de su mandato como Fiscal general, a pesar de haber sido acusada de obstaculización de la justicia y de ser parte de una lista del Departamento de Estado de Estados Unidos que reúne a personas consideradas antidemocráticas y corruptas.  

Las amenazas al periodismo independiente en América Latina y el Caribe se vuelven cada día más preocupante y abarcan siempre nuevos países.

En México, en lo que va de año, fueron asesinados 13 periodistas. El último, Ernesto Méndez, fue baleado en un bar de su propiedad por un comando armado. Débil la respuesta del gobierno con la agravante de un Presidente que muchas veces arremete contra los periodistas por sus artículos.

Ni hablar de Cuba, Venezuela y Nicaragua, tres países en los cuales las palabras libertad de prensa fueron borradas del diccionario. Tanto en Venezuela como en Nicaragua el acoso hacia la prensa libre ha sido tan fuerte que muchos periodistas sufrieron amenazas, acusaciones, fueron encarcelados y en muchos casos obligados a salir del país para salvar su vida. La autocensura, ocasionada por el miedo, silencia a los demás. Diarios y medios radiofónicos y televisivos han sido víctimas de verdaderas cacerías de brujas. Los primeros tuvieron que cerrar sus ediciones impresas y emigrar hacia el online o sencillamente desaparecer. Los otros no pudieron renovar las concesiones y por lo tanto fueron obligados a vender sus instalaciones o a interrumpir las trasmisiones.

Honduras y El Salvador son otros dos países en los cuales los periodistas saben que transitan por campos minados en los cuales en cualquier momento puede explotar la bomba que les arrebate la libertad o la vida. Nayib Bukele, desde que asumió el poder en 2019 en El Salvador, se ha dedicado a desprestigiar a los trabajadores de los medios señalándolos como enemigos del pueblo. Hizo aprobar, además, una ley que criminaliza la cobertura periodística relativa a la actividad delictiva de las pandillas, en un claro intento por silenciar a los medios que quisieran denunciar presuntos casos de corrupción y de connivencia entre el poder político y la delincuencia organizada.

Brasil es el otro coloso en el cual decir la verdad puede costarte la vida. El Presidente Bolsonaro, al igual que los otros mandatarios autoritarios, no pierde ocasión para descalificar la labor de la prensa y atacar a los profesionistas durante sus actos públicos. 

Prácticamente en casi toda América Latina la mordaza hacia la prensa se ha vuelto más y más asfixiante. Un silencio que contribuye al deterioro de la democracia, otro bien en peligro de extinción.


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