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Photo by: Encuentro de Feministas Diversas ©

Populismos machistas y cobardes

El populismo tiene denominadores comunes que lo caracterizan. Que se defina de izquierda o de derecha poco importa. Las analogías son mayores que las diferencias. Los populistas, para llegar al poder, cabalgan la indignación, los miedos, las preocupaciones de ciudadanías cansadas de la dialéctica democrática. Seducen con actitudes que van desde el paternalismo bonachón hasta la determinación del hombre fuerte. Prometen cambios y orden y escogen a un enemigo al cual achacar todos los males del momento. Según el color político con el cual decidieron disfrazarse, ese enemigo varía. En algunos casos son los migrantes, en otros los más ricos o los gobiernos anteriores. Lo único importante, para ellos, es tener una entidad indefinida a la cual hacer referencia cada vez que las cosas no funcionan. 

Entre las características que unen a todos los gobernantes populistas está el machismo. En algunos casos es más evidente, como, por ejemplo, Bolsonaro, Trump, Orbán, y en otros más solapado. Pensamos en López Obrador, Bukele, Uribe, etc.

El pasado 8 de marzo en toda América Latina y Centroamérica las mujeres han organizado eventos, marchas, reuniones online. Datos a la mano, una vez más han puesto en evidencia un problema que atraviesa todos los países: los feminicidios, las violaciones y en general la violencia de género. Pero no solo, hay otras cuestiones importantes que también muestran cuán lejos sigue estando la paridad de genero en nuestra región. En algunos países el aborto continúa a ser penado como delito. Las argentinas solo recientemente han logrado que se aprobara un proyecto de ley que legaliza y libera el aborto hasta la 14ava semana de gestación. El mismo derecho es garantizado solamente en Uruguay, Guyana y Guayana, Cuba, Ciudad de México y el estado de Oaxaca, en México.

En los demás países, pasamos desde un derecho parcial reconocido en casos específicos, como por ejemplo cuando peligra la salud de la madre o del hijo, hasta la prohibición total, como es el caso de El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Haití.

En las recientes elecciones para diputados y alcaldes en El Salvador, el actual Presidente Nayib Bukele obtuvo una victoria sin precedentes. Eso significa que podrá gobernar sin oposición alguna y someter todas las instituciones del estado.

Situación preocupante para la democracia que, en ese país, se ha ido esfumando entre las manos de un leader con evidente vocación autoritaria. Las alarmas se han disparado entre las mujeres cuyos reclamos, a pesar de las promesas electorales, han sido desoídos por el Jefe de Estado.

En El Salvador, una justicia criminal que considera el aborto ilegal siempre y en cualquier situación, llega a extremos tales que las mujeres corren el riesgo de ir a prisión hasta en los casos de abortos espontáneos. Se trata sobre todo de mujeres de escasos recursos quienes llegan a los hospitales buscando ayuda médica y salen presas. La ley, que prevé hasta 12 años de cárcel para quienes evitan denunciar cualquier sospecha de aborto, aterra a médicos y enfermeros quienes prefieren llamar a la policía aun en los casos en los cuales es prácticamente evidente la emergencia obstétrica. 

En el transcurso de la semana la Corte Interamericana de Derechos Humanos estuvo analizando uno de los casos más dolorosos de los últimos años. Se trata de Manuela, una salvadoreña quien vivía en una zona rural y sufría, sin saberlo, de un cáncer linfático que ocasionó la pérdida natural de su tercer hijo. Acusada de aborto voluntario fue llevada a la cárcel sin que le suministraran atención médica. Murió de cáncer a los dos años.

Gracias a la lucha de El Centro de Derechos Reproductivos y la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, con el acompañamiento de la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto, el caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que tendrá ahora la oportunidad de reconocer que la negación y penalización absoluta de servicios de salud reproductiva se convierte en discriminación y violencia contra las mujeres que sufren emergencias obstétricas.

Otro caso emblemático de populismo machista lo ha dado en estos días el presidente de México Andrés Manuel López Obrador. En diferentes ocasiones se ha mostrado insensible al altísimo número de feminicidios en su país, hablamos de una media de 11 mujeres al día; a los muchos casos de violación, trata y maltratos, y en general a la desigualdad de género que penaliza a las mujeres en México. Sin embargo, ahora superó todos los límites con el apoyo que sigue dando al candidato de Morena, para la gobernación del Estado de Guerrero, Félix Salgado Macedonio, quien fue acusado de violaciones y de acoso sexual. La rabia de las mujeres mexicanas, quienes asisten impotentes a las graves violencias y discriminaciones de las que son víctimas, explotó el pasado 8 de marzo cuando marcharon hacia el Palacio Nacional, sede del Ejecutivo y residencia presidencial. Como toda respuesta AMLO mandó a poner una extensa valla de metal alrededor de esos lugares. Un muro en el cual las mujeres escribieron los nombres de las víctimas de feminicidios y que demostró, una vez más, que machismo y populismo van acompañados de otra  calificación: cobardía.


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