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Mauro Bafile
Photo Credits: frankieleon ©

Populismo vs Realpolitik, el reto del futuro

Buenas nuevas para América Latina. O, por lo menos, así pareciera. Todas las proyecciones económicas, sin excepción, revelan un crecimiento global de la región. Puede variar la magnitud; pero, los números, todos o casi, indican que los países de la región estarían pisando en firme. Y que han comenzado a recorrer con paso seguro la senda del crecimiento. Luego de un largo periodo de crisis, antes; y de débil crecimiento, luego; pareciera que el Producto Interno Bruto de la región estuviera arrojando cifras concretas de signo positivo. Decimos, muestran una tendencia al crecimiento sostenido.

Los índices que maneja la Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico hablan claro. Chile, México y Brasil estarían cerrando este año 2017 con una marcada tendencia al desempeño positivo. El indicador de la Ocde mide las modulaciones del ciclo económico. Este, para el conjunto de los países que constituyen el exclusivo club de las 35 naciones más desarrolladas del mundo, subió alrededor de 5 puntos. Se colocó en 100,16. Es decir, por encima de los 100 puntos, que marcan la media a largo plazo. Es una evolución sin duda positiva.

Chile, este año, destacó por ser la nación que presenta el mayor incremento mensual. Es una tendencia que, aun cuando con menor intensidad, también reflejan México y Brasil. Lo mismo puede decirse de Argentina, que tarda en deslastrarse de los efectos negativos de años de demagogia y populismo económico. Para la nación austral pareciera haber comenzado un periodo de reorganización económica y de la producción con miras al crecimiento sostenido

Las proyecciones de la Ocde, si hubiera alguna duda, son confirmadas por la Comisión Económica para América Latina. La recuperación económica de las naciones industrializadas está oxigenando las economías latinoamericanas. Necesitados de materias primas, los países desarrollados están nuevamente motorizando las economías del hemisferio.

Las proyecciones de la Cepal, para el año en curso, indican una crecimiento económico global prudente pero fuerte del 1,2 por ciento. Este, para el próximo año, podría alcanzar y superar el 2,2 por ciento.

Todos los países del hemisferio, quién más quién menos, han logrado sacar sus economías de las fases negativas, promoviendo el desarrollo y el crecimiento industrial. De acuerdo con la Cepal, Panamá sería la nación con mayor crecimiento económico. Sin embargo, no falta la “oveja negra de la familia”. Es este el caso de Venezuela. Su balance económico y social sigue siendo más que preocupante.  Del político e institucional, ni hablar.

El Producto Interno Bruto de Venezuela caerá nuevamente este año. Y lo hará en un 14 por ciento, de acuerdo a los analistas. Todos los índices estarían mostrando un país al borde del colapso y del estallido social. Mal gobierno, represión y pobreza, abonados con una sobredosis de populismo, estarían conformando una mezcla explosiva. No se trata solamente de la inminencia del default, tantas veces evocado y tantas veces evitado, sino de una crisis tan profunda que sólo es comparable con la que vivió Zimbabue en años pasados. La industria de la construcción, que es la más dinamizadora en cualquier economía por ser empleadora de mano de obra intensiva, estaría paralizada. Se estima que su contracción, este año, será del 93 por ciento. El comercio, en el mismo período, experimentaría una caída del 66 por ciento. Y la industria, por su parte, estaría ocupando apenas el 35 por ciento, y hasta menos, de su capacidad productiva. En 20 años, la mortalidad industrial ha sido tal que de los más de 12 mil complejos fabriles que existían hace 20 años, apenas logran sobrevivir unos 4 mil. Y a duras penas. No sorprende, por lo tanto, que la contracción del Pib, a finales del año, pudiera calcularse entre el 8 y el 14 por ciento. En cuatro años, desde el 2013 hasta hoy, la contracción habría sido de más del 35 por ciento.

El continente latinoamericano, una vez más, tiene la posibilidad de cambiar su realidad económica. Y comenzar la transformación de exportador de materias primas a productor de valor agregado. Para eso, deberá trazarse una estrategia a mediano y a largo plazo. Dejar atrás el peso de su legado colonial. Y aceptar lo que, en opinión de los duchos en la materia, es el desafío del futuro.

Los gobiernos, llamados a emprender el cambio luego de la etapa populista que parecía encender a toda América Latina, tendrán que abandonar la demagogia por la “realpolitik”. Ser transparentes y comenzar a sembrar la semilla del desarrollo sostenido de las próximas décadas.


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