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Mariza Bafile
viceversa magazine

El peligro del olvido

Mujeres de toda las edades, el pasado 8 de marzo, llenaron Washington Square en Nueva York y muchas otras plazas y calles del mundo. Al ver ese mar de rostros que hablaban de edades distintas, orígenes diversos, e iguales anhelos, la memoria corrió inevitable hacia el pasado. Viejas imágenes se superponían a las actuales, se mezclaban las voces, las consignas, los coros. Intacto seguía el entusiasmo. Y una vez más entendimos cuán frágiles son y seguirán siendo los derechos humanos, cuan lejos estamos de una paridad de género y cuán largo es el camino que tenemos que recorrer todos quienes, no solo pertenecemos a las minorías actualmente discriminadas, sino que nos sentimos unidos por el deseo de un mundo más justo, más solidario, más ético y más respetuoso del ambiente.

Hay momentos en la historia de los países, hasta de los más desarrollados, durante los cuales muchas de esas metas parecieran alcanzadas. Sin embargo basta un cambio de gobierno para volver a poner todo en peligro de nuevo.

Con el descaro del poder nuevos gobernantes encuentran justificaciones para implementar medidas tan terribles como la tortura y las deportaciones, profundizan la inequidad en campos sensibles como la educación y la sanidad, determinantes para las diferencias sociales, implementan medidas vueltas a barrer o cuanto menos a limitar fuertemente derechos fundamentales como el aborto y pueden llegar a condenar a la humillación a enteras comunidades, como por ejemplo a los transgénero, negándoles el derecho a escoger su baño.

Es tan sutil la fuerza de quien quiere desmontar nuestros derechos y tiene el poder económico y muchas veces político para lograrlo, que no podemos dejarnos tomar por sorpresa. Tenemos que estar atentos a todo retroceso posible en el campo de los derechos humanos ya que solo así podremos prevenirlos.

Para lograrlo es fundamental recordar. El pasado puede indicarnos peligros, soluciones y errores. Los testimonios de eventos dramáticos que parecen alejados en el tiempo y que sin embargo siguen al acecho disfrazados y actualizados, son más importantes que nunca. No hay nada más peligroso que el olvido y la indiferencia. Es por esta razón que queremos compartir con ustedes el texto que Priscilla y Gustavo Gac-Artigas escribieron en ocasión de la exposición Memorias, Geografía de una década – Chile 1973-1983 que presentarán en el Instituto Cervantes.

Gustavo y Priscilla, son el testimonio vivo de lo que puede significar caer en el infierno mientras se vive un sueño.

Ellos escribieron: 

El 11 de septiembre de 1973 un rayo de fuego cruzó Chile de norte a sur, de la cordillera al mar, hiriendo el corazón y la razón de ser de un pueblo.

Las fuerzas militares silenciaron el canto con el ruido de la metralla y los cañones, en Santiago atacaron el Palacio de La Moneda, el edificio de gobierno, intentando destruir a la cabeza.

El 11 de septiembre de 1973, en la cordillera, en el norte, en la mina de cobre de Chuquicamata, Gustavo se preparaba con su grupo de teatro para continuar su última gira en Chile con un llamado a oponerse al golpe militar. Libertad-Libertad, resonaba el grito de jóvenes comediantes, obreros, estudiantes, trabajadores de otra mina de cobre, la de El Teniente, en el centro del país.

El 11 de septiembre de 1973, en los predios de la universidad de Puerto Rico, Priscilla desfilaba junto a otros cientos estudiantes pidiendo se detuviera la masacre y se respetara la vida de los presos políticos chilenos.

Cuando Gustavo iba camino a la cárcel de Rancagua, en el centro del país, 2000 kilómetros al sur de Chuquicamata, sin conocerla todavía, le dio las gracias.

Meses más tarde, expulsado de Chile y bajo el amparo de Naciones Unidas, Gustavo llegó a Francia, a la rue de Trévise, al primer refugio abierto en el corazón de París para asilados chilenos. 

En el refugio había una vieja sala de teatro abandonada. Se sentó en sus polvorientas butacas, bálsamo para las heridas del cuerpo y del alma, y comenzó a soñar en su primer espectáculo en el exilio: “L’Amérique latine chante au Chili” (América Latina le canta a Chile).

Los fotógrafos/reporteros de la agencia de noticias Gamma llegaron al refugio en busca de los rostros amigos de aquellos a quienes habían dado amparo con sus cámaras para ayudarlos a sobrevivir durante su trabajo en Chile en el momento del golpe.

Llegaron también en busca de nuevos rostros, de rostros que desde el silencio de una fotografía hablaran, denunciaran, conminaran.

No estaban seguros de si los seres que tenían delante eran un Van Gogh o un Picasso por los colores de sus caras y sus cuerpos.

A Gustavo lo encontraron en el teatro, escucharon su historia, registraron su rostro y le regalaron una serie de diapositivas tomadas el día 11 de septiembre de 1973 para ayudarlo a transitar nuevamente por los caminos del teatro.

Con el pasar del tiempo “L’Amérique latine chante au Chili”, volvió al teatro.

Años más tarde Priscilla se sumó a ese camino como parte del “Théâtre de la Résistance-Chili” y comenzaron giras por toda Francia, luego por toda Europa no solo como teatro sino llevando además pintura, artesanía, música en semanas dedicadas a América Latina en cada rincón, en cada sala, en cada festival internacional que les abría sus brazos.

De ahí en adelante existieron ya no como Chile sino como mundo. Les robaron la tierra en que pisaban, pero les entregaron el mundo para soñar.

Y así se fue compilando y conformando lo que es esta exposición.

Tras un intento fallido de regreso a Chile en 1984, la exposición se guardó en cajones y viajó por ríos subterráneos y por la cima de la cordillera, atravesó mares y océanos y no volvió a ver la luz hasta el día de hoy.

35 años pasaron hasta que en un viaje para participar en el Congreso de las Academias de la Lengua Española en San Juan, Puerto Rico, abrimos las cajas y de ahí saltaron de entre el polvo y las telarañas a nuestros brazos y de nuestros brazos a vuestros ojos, y esperamos, a vuestro corazón.


🇺🇸 Ahora puedes leer los Editoriales también en inglés: http://bit.ly/2mgylKr

Photo Credits: Oregon State University

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