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DACA
Photo Credits: Molly Adams ©

Muro versus seres humanos

La política no conoce de sentimentalismos, la política es cínica etc. etc. Cuántas veces escuchamos consideraciones de este tipo. Sin embargo no hay que olvidar que detrás de cada político está un ser humano. Y ese ser humano es quien toma las decisiones; es quien reacciona frente a situaciones particularmente dramáticas y dolorosas. Hablar de la política como de algo abstracto es peligroso por cuanto exime de responsabilidad a la persona que la ejerce.

La misión del político es o debería ser la de trabajar para el bienestar de otros ciudadanos quienes confiaron en él para construir y organizar la sociedad en la cual les toca vivir.

A raíz de estas reflexiones nos resulta realmente difícil entender la aparente indiferencia del Presidente de Estados Unidos frente al devastador terremoto que sacudió México. Su silencio, después del sismo de magnitud 8.2 que agregó muerte y destrucción a la que dejaron los huracanes, habló más de mil palabras. Solamente después de cuatro días llegaron tímidas expresiones de solidaridad de parte del gobierno norteamericano al pueblo mexicano.

Tanta dureza, ignara hasta de las reglas más sencillas de la diplomacia, frente al dolor de un país colindante, es realmente preocupante.

Igual preocupación genera el asistir al trueque entre la vida de casi un millón de personas y la construcción de un muro, que, como otros muros de doloroso recuerdo, sería el testimonio del rechazo de un pueblo hacia otro. Y entonces nos preguntamos: ¿Qué hacer para recordar al Presidente de Estados Unidos que los dreamers son personas de carne y hueso, con nombre y apellido, historias, familias y proyectos? Ese apelativo “dreamers”, soñadores, parece un resumen que transforma en un bloque único y sin vida a seres humanos diferentes y únicos.

La actitud contradictoria del Presidente Trump, las declaraciones que por momentos siembran el pánico y por otros devuelven la esperanza parecieran no tomar en cuenta, en lo absoluto, la repercusión que tienen en la vida de casi un millón de personas. Las primeras declaraciones del Presidente sobre la decisión de anular el DACA, la ley emitida por el Presidente Obama para ofrecer a quienes llegaron a Estados Unidos ilegalmente antes de los 16 años un estatus que les permita estudiar y trabajar sin problemas, cayeron como un balde de agua fría en más de 800mil jóvenes quienes no conocen otra patria que no sea Estados Unidos, jóvenes valiosos quienes día a día, en los más diferentes sectores, contribuyen al crecimiento de este país y en muchos casos a su seguridad enrolados en las filas de las Fuerzas Armadas. Poco después volvió la esperanza con las declaraciones de los líderes democráticos Chuck Schumer y Nancy Pelosi quienes sostuvieron una reunión con el Presidente para analizar cuestiones relativas el DACA y la seguridad fronteriza. Sin embargo el alivio duró muy poco porque esas declaraciones fueron desmentidas por el Presidente según quien no se había llegado a ningún acuerdo. Lo dijo como es usual con una serie de tweets y siempre por twitter poco más tarde volvió a abrir alguna rendija de esperanza pero dando a entender que iba a utilizar a los dreamers como moneda de intercambio para la construcción del muro que debería delimitar la frontera entre México y Estados Unidos. Es un dime y diretes que siembra incertidumbre y miedo.

¡Muro contra seres humanos! ¿Es posible comparar los unos con lo otro?

No debería serlo. Sin embargo en un mundo en el cual el ser humano, la solidaridad y hasta la piedad, van desapareciendo, sí es posible.

Quizás algo cambiaría si por un instante el Presidente Trump decidiera mirar en los ojos de esos otros estadounidenses, jóvenes que son tan norteamericanos como él, quien en su pasado también tiene una historia de emigración. Quizás en ese momento entendería que la vida humana no se puede barajar y que pertenecer a un país, sentirlo como patria, es algo que va mucho más allá de un pasaporte o una visa.


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Photo Credits: Molly Adams ©

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