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Marielle Franco
Photo Credits: Romerito Pontes ©

Morir de política

Era mujer, negra y lesbiana. Marielle Franco conocía la violencia y la miseria porque había nacido en A Maré, uno de los complejos de favelas más pobre y peligroso de Río de Janeiro.

Sabía también que el miedo es la estrategia que utiliza el poder para envilecer y silenciar y nunca se dejó amedrentar. Luchó tanto que la única manera de apagar su voz fue apagando su vida.

Marielle Franco regresaba de un mitin durante el cual había hablado de uno de los temas que más la apasionaba: la violencia de género. Un carro la esperó y la siguió durante cuatro kilómetros. Luego se le acercó y vomitó una lluvia de balas que la silenció para siempre. Esas balas pertenecían a un lote que la empresa CBC había vendido a la policía federal de Brasilia el 29 de diciembre de 2006.

En su última semana de vida, en ocasión de las celebraciones para el Día Internacional de la Mujer, había participado a diferentes marchas, conferencias y mítines. El 8 de marzo, en un discurso a la Cámara de diputados reunida en sesión plenaria, dijo: “En este Parlamento las mujeres somos solamente entre el 10 y el 13 por ciento, pero nosotras somos mayoría en la calle. Y, siendo mayoría en la calle somos una fuerza que exige dignidad y respeto”.

Todos saben quienes la querían muerta, pero nadie, si esos asesinos y sus mandantes terminarán presos, aunque el ministro de Seguridad Pública Raul Jungmann haya asegurado que seguirá personalmente la investigación.

Marielle Franco, de 38 años, militaba en un pequeño partido de izquierda, el Psol y había obtenido 46 mil preferencias resultando el quinto concejal más votado en Rio de Janeiro. Se había enfrentado a los militares en cuyas manos, violentas y sin escrúpulos, el Presidente Temer ha delegado la “seguridad” de Río de Janeiro. Sabía que la presencia de los militares en las favelas lejos de resolver el problema, lo había agudizado. Marielle luchaba contra los narcotraficantes. También con sus críticas valientes había denunciado los ajusticiamientos de la policía. Antes de morir escribió un tweet en el cual preguntaba y se preguntaba:  ¿Cuántas otras personas deberán morir antes que termine esta guerra?

Nadie lo sabe y ahora ella es una más de las víctimas de esa guerra.

La noticia de su muerte llegó como un balde de agua fría en la población que estaba mirando el partido de futbol del Flamengo para la Copa Libertadores.

Marielle Franco creía en la política, la vivía como una misión de vida, estaba en primera fila en la lucha por los derechos humanos. Era muy amada y la gente lo demostró saliendo a la calle, masivamente, para acompañarla en su funeral. Entre llantos y consignas le prometieron llevar adelante sus batallas, esas que le costaron la vida.

Franco combatía la violencia de género y encabezaba todo tipo de protesta contra la homofobia y transfobia. Según un estudio del Grupo Gay de Bahía el año pasado en Brasil fueron ajusticiadas 445 personas a causa de su orientación sexual. El incremento, con respecto al año anterior, es de un 30 por ciento. Un dato alarmante en un país cada vez más peligroso. Mueren delincuentes y policías en una espiral de violencia que se extiende indiscriminadamente. El gobierno no solamente no le pone coto al problema sino que ha eliminado el financiamiento a las políticas que estaban logrando débiles cambios positivos. Entre los proyectos que ya no cuentan con respaldo financiero está el que propiciaba la prevención entre los agentes policiales.

Marielle Franco entregó su vida a la política y la perdió. No es la única y no será la última. En Brasil uno de los años más sangrientos para políticos y activistas, ha sido el 2016. Fueron asesinados precandidatos, concejales y líderes comunitarios.

Lejos de ser prerrogativa única de Brasil el ajusticiamiento de políticos honestos, indígenas, activistas y periodistas es un mal que atraviesa toda América Latina con muy pocas excepciones.

En México la precampaña ha estado marcada por los asesinatos de alcaldes (electos o en funciones), ex-alcaldes o precandidatos a presidente municipal. En Venezuela cualquier disidencia puede llevar a la muerte y a la cárcel. La campaña electoral de Honduras dejó varias víctimas en el camino y en Centro América se multiplican los homicidios de indígenas quienes luchan para defender su territorio. En Colombia, en 2016, aumentaron considerablemente los homicidios de líderes sociales y defensores de derechos humanos y recientemente también fueron asesinados dos integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Estaban participando en una reunión del partido político “Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común” creado tras los acuerdos de paz que permiten a los ex guerrilleros la participación política activa.

Muchos los ejemplos que podríamos seguir enumerando. El camino de las luchas políticas y sociales en América Latina es un campo minado. En cualquier momento puedes pisar una mina y saltar al aire.

Marielle Franco luchó como una leona pero no logró evitar la mina que la hizo trizas.

Su muerte es un luto para las mujeres, para la comunidad LGTB, para los afroamericanos, para los pobres. Sobre todo lo es para la democracia.


Photo Credits: Romerito Pontes ©

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