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MoA - New York Times Cartoons Influenced San Diego Synagogue Shooter? Moon of Alabama

Miedo a la risa

Fue premonitoria la advertencia que Humberto Eco lanzó en su libro En nombre de la rosa: la religión y la risa son dos poderes enormes y eternamente en lucha.

Hace unos días el diario The New York Times, bastión del periodismo independiente a nivel internacional, ha tomado una decisión tan drástica cuan difícil de comprender: ya no aparecerán viñetas políticas en su edición internacional. Lo comunicó el responsable de las páginas editoriales, James Bennet , tras la publicación de una viñeta del ilustrador portugués Antonio Moreira Antunes el pasado 25 de abril. En ella un Donald Trump ciego se deja guiar por un perro con rostro del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu de cuyo collar cuelga una estrella de David. Una viñeta sin duda infeliz, no tanto porque se refiere a una religión sino en consideración de todo el dolor de un pueblo humillado y masacrado.

Hubiéramos entendido si el responsable del New York Times hubiese conversado con el ilustrador antes de publicarla para decirle que no la consideraba oportuna.  Sin embargo las cosas tomaron otro rumbo. Después de un mes y medio, y tras pedir repetidas disculpas, el diario norteamericano anunció el cierre de la viñeta política en su edición internacional. De la noche a la mañana dos grandes diseñadores: Patrick Chappatte y Heng Kim Song, quedaron sin trabajo.

Poco importó que el año pasado el mismo New York Times hubiese ganado por primera vez el Pulitzer en la categoría de viñeta política con una serie realizada por Jake Halpern y Michael Sloan sobre la historia de una familia de refugiados sirios en Estados Unidos.

Patrick Chapatte, quien lleva 20 años trabajando por el NYT, ha reaccionado con una carta en la cual se refleja el dolor por una decisión que sumerge en la incredulidad, y agregaríamos, en el miedo, a viñetistas y lectores. 

En nuestro último evento Bitter Laughter hablamos mucho con el ilustrador y director de la revista Mongolia Darío Adanti sobre los límites del humor, tema que expone en su último libro “Disparen al humorista”. En ese libro Adanti desarrolla un estudio muy serio sobre algo igualmente serio como es el humor. La conclusión es que humor y límites son un oxímoron, el uno no soporta al otro. También que una sociedad que sofoca el humor es una sociedad sin libertad y que la libertad para un viñetista es más un anhelo que una realidad.

Todos disfrutamos riéndonos de quien no nos gusta, pero torcemos el gesto cuando el blanco de esa risa es alguien quien nos gusta. Es entendible y normal. Cada persona tiene su manera de pensar y una particular sensibilidad hacia determinadas temáticas mas, es importante recordarlo, nadie está obligado a leer, comprar o compartir una publicación.

Y eso vale también para los medios de comunicación. ¡Cuántas veces el comité de redacción o el responsable de la sección de opinión considera oportuno limar un escrito o evitar la publicación de videos o fotos! Lo mismo pasa con las viñetas. 

Lo que resulta difícil de entender es la razón por la cual un medio, que para todos es un bastión de democracia y libertad, haya decidido suspender toda una sección tan importante como es la viñeta política tras haber publicado, sea de quien fuese la culpa, una ilustración. Sería como decidir suprimir toda la sección de opinión tras la publicación de un texto de opinión ofensivo para un sector de la sociedad.

Por otro lado todos conocemos el humor cáustico de António Moreira Antunes, un ilustrador que ha recibido casi todos los premios nacionales e internacionales y quien ha realizado viñetas irreverentes sobre el Papa Juan Pablo II a quien caricaturizó con un preservativo en la nariz o contra los islamistas después del atentado a Charlie Hebdo. Un atentado cuyo recuerdo nos indica cuán peligrosos pueden ser la intolerancia y el fanatismo religioso.

Meses más tarde, el 31 de agosto siempre en Charlie Hebdo, salió publicado un dibujo que representa a algunas personas atrapadas en una lasaña que derrite salsa-sangre. Hace menos de una semana el 24 de agosto, más de 300 personas habían muerto en Italia, víctimas de un terremoto. Cuando salió esa viñeta todavía estaban escavando en busca de cadáveres.

No entendimos entonces y no lo entendemos hoy cómo se puede reír a partir de tanto dolor, si bien sabemos que la viñeta apuntaba el dedo contra los grupos mafiosos que habían construido muchas de las casas que se derrumbaron. Sin embargo sea cual sea la opinión acerca de la oportunidad o menos de ese diseño, a nadie se le hubiera ocurrido disparar contra los viñetistas o cerrar el semanario satírico.

La decisión que acaba de tomar el diario neoyorquino nos llena de preocupación. Demuestra, una vez más y de manera contundente, que la libertad de expresión está en peligro. Y no solamente en los países en los cuales la palabra libertad fue borrada de sus diccionarios, sino también en aquellos en los cuales esa palabra existe. Todos deberían sentir la responsabilidad de luchar por quienes no pueden hablar.

Como bien dijo Patrick Chapatte en la carta que publicó tras su despido: “Las ilustraciones políticas cruzan fronteras”. Los ilustradores necesitan de la ayuda que, a través de prestigiosos medios, reciben de sus colegas quienes evitan que el mundo los olvide. Si esas voces están obligadas a callarse, ¿Quién los recordará?.

Chapatte expresa esa preocupación cuando escribe: “¿Quién mostrará que el Emperador Erdogan está desnudo cuando los dibujantes turcos no puedan hacerlo? Uno de ellos, nuestro amigo Musa Kart, se encuentra ahora mismo en la cárcel. Dibujantes venezolanos, nicaragüenses o rusos se han visto forzados al exilio. En los pasados años algunos de los mejores ilustradores de Estados Unidos, como Nick Anderson y Rob Rogers fueron despedidos porque su trabajo fue considerado demasiado crítico con Trump”.

Vivimos momentos difíciles. Crece en el mundo la violencia y retumban con fuerza eslogan políticos que incitan al odio, al racismo y a la xenofobia. Europa, en su carrera ciega hacia los nacionalismos, parece haber olvidado los horrores del pasado. La cultura y la educación, nuestras únicas armas contra la intolerancia, se vuelven cada día más débiles y la censura, las amenazas, los asesinatos vuelven siempre más peligrosa la profesión periodística.

¿Y si nos quitan también el humor? Entraremos de lleno en esa Edad Media en la cual, el religioso Guglielmo da Baskerville y su discípulo Adsoda Melk, protagonistas de la novela de Eco, descubren que la estela de muertos que está ensangrentando la abadía benedictina tiene una única causa: el miedo a la risa, a su poder demoledor, a su capacidad de hablar un idioma universal, sin fronteras, ni migrantes, ni visas, ni pasaportes.


Photo Credits: MoA – New York Times Cartoons Influenced San Diego Synagogue Shooter? – Moon of Alabama ©

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Gasmira Benahoare
Gasmira Benahoare
4 years ago

Vivo en Caracas, y todos los días repito que EL HUMOR no me lo quitarán!

Irene Prieto
Irene Prieto
4 years ago

Muy interesante artículo. Estoy plenamente de acuerdo. Sin libertad de crítica y aún más, de crítica humorística, estamos perdidos.

Marlene Pohle
Marlene Pohle
4 years ago

En primer lugar, ya que se habla en la nota de lo reconocido que es el colega António, en el caso de este cartoon en discusión, no se trata de una viñeta infeliz, y tampoco es antisemita como pretenden por ahí. Es contra el sistema, eso sí, y eso es legítimo. En segundo lugar, el NYT ya tenía pensado acortar la publicación de viñetas extranjeras, o políticamente «incorrectas», probablemente aprovechó esta ocasión para dar el paso previsto. Y tercero, quién dijo que los cartoons políticos son para reír? Hay infinidad de chistes gráficos sobre mil temas diferentes, que pueden hacer… Seguir leyendo »

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