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Melanie Marquez Adams
Melanie Marquez Adams

Melanie Márquez Adams: mi escritura es resultado de una amalgamación de dualidades y contradicciones

Leer Querencia de Melanie Márquez Adams requiere valor. Su honestidad en el desmenuzar sentimientos, sensaciones, percepciones del mundo exterior a través de los ojos del alma, reverbera en cada persona que ha transitado y sigue transitando sus mismas búsquedas. Melanie no emigró por necesidad, llegó con estudios consolidados y pasó sus primeros años en Estados Unidos en un pueblo sumergido entre las montañas de Apalache. Panorama profundamente diferente del que había dejado a sus espaldas, en Ecuador, y sin embargo igualmente hermoso, de esa hermosura que conmueve como solo la naturaleza puede hacerlo. Un panorama humano igualmente diferente, predominantemente blanco, la obligó a enfrentarse con su identidad. Las reflexiones que surgen de sus experiencias y que relata en los cuentos de Querencia, con sinceridad conmovedora, son un espejo en el cual nos hundimos, nos encontramos, nos perdemos. Hay momentos en los cuales tenemos que detener la lectura por las emociones sobrecogedoras que sus palabras desatan en nuestro interior. Descubrimos que, en este mundo fluido que hemos decidido transitar, la única tabla a la que deberíamos aferrarnos es la solidaridad. Melanie lo entendió racionalmente cuando decidió realizar unas antologías a través de las cuales dar visibilidad a otras escritoras. Con Querencia nos dice lo mismo pero, ya no solo desde la racionalidad, sino desde las emociones. Y su mensaje llega hondo.

 

Melanie Marquez Adams

 

 

Tu libro Querencia está compuesto por relatos que surgen de tu ser más íntimo y profundo.  Casi de una necesidad. La necesidad de encontrar una armonía entre tus dos almas: ecuatoriana y norteamericana. ¿Es así?

En efecto, existe una búsqueda de la armonía entre dos identidades, pero más allá de mi doble nacionalidad, pienso que esta dualidad queda marcada por la complejidad de transitar dos identidades: latina y latinoamericana. Las etiquetas y adjetivos son parte importante de la dinámica de este país y es imposible que esto no se traslade al ámbito de la escritura. El inicio de mis publicaciones en distintos medios sucedió casi paralelamente en mis dos idiomas. Rápidamente me di cuenta de que, para publicar en inglés, necesitaba establecer mi identidad étnica/cultural. Incluso en algunos medios te piden una declaración y justificación respecto a tu identidad como latina writer. Eso influyó a que me planteara también desde qué lugar se estaba dando mi escritura en español. Descubrí que no me veía en realidad como una escritora ecuatoriana: tal vez porque no encuentro que mi escritura se ancle necesariamente a mi país de origen, a ser ecuatoriana. Entonces intenté ubicarme en una identidad latinoamericana que no me calzaba del todo porque la estaba anclando a la comunidad de autores latinoamericanos que escriben en español desde EE. UU. Pero, aunque hay muchas cosas que me unen a esa comunidad, mi escritura está atravesada por los dos idiomas, por cuestionamientos que parecen no influir la escritura de buena parte de mis colegas latinoamericanos afincados en este país, tales como raza, privilegio, color, etc. Empecé a encontrar interseccionalidades en los temas que me interesaba contar en mis crónicas personales con aquellos que preocupan a los autores latinx que escriben en inglés y por eso la identidad de latina writer se acomodó a esas búsquedas y cuestionamientos. Hoy en día he llegado a la realización de que mi identidad es totalmente fluida, flexible. Puedo ser latina writer y escritora latinoamericana. Escritora feminista también. Tanto mi identidad como mi escritura son demasiado complejas para atarme indefinidamente a una sola etiqueta.

 

El largo relato que construyen tus cuentos/crónicas, muestra momentos de nostalgia, casi una sensación de desarraigo y otros de alegría por el disfrute de nuevos horizontes. ¿Cuál pesa más en tu vida real?

Pienso que los dos tipos de experiencia son parte de mi vida cotidiana. Entiendo que la experiencia migratoria puede resultar dolorosa y marcada principalmente por la nostalgia para muchos migrantes latinoamericanos. Tal vez, en mi caso, el haberme percibido toda la vida como alguien fuera del mainstream, me ha hecho tolerante y fuerte ante esa sensación de desarraigo a la que te refieres, incluso una que llega a ser muy intensa al vivir en un lugar bastante conservador donde prácticamente no se pueden encontrar otros latinoamericanos que tengan un background, una historia de inmigración similar a la mía. Al mismo tiempo, si no viviera acá, en la región sureña de este país, tal vez no me habría planteado todos esos temas relacionados a si soy o no una “writer of color” o a la sensación de descolocamiento al no ser una persona blanca. Por ejemplo, al inicio de mis veinte viví en Florida del Sur y jamás me sentí “de color”. Otro ejemplo: hace un par de años participé en una lectura junto a otras escritoras en Nueva York. Al mencionar mis cuestionamientos sobre ser una escritora de color, una de las otras autoras —sudamericana como yo—quien tiene muchos años viviendo en NYC, me pidió que le explicara “qué era eso de ser escritora de color”.  Entonces, aunque vivir en una zona rural de Tennessee representa ciertos desafíos —más que nada comentarios ignorantes y fuera de lugar —si no navegara este mar de blancura como latina, pienso que tal vez no habría salido de la burbuja de privilegio en la que todavía se encuentran otros latinoamericanos que viven acá.

Por otro lado, Tennessee es el lugar que me brindó el espacio y la tranquilidad para sentarme a escribir con la intención de publicar. La escritora norteamericana Terry Tempest Williams dijo en una entrevista: “Silence is where we locate our voice, both as writers and as human beings”.  Mi nuevo entorno me regaló ese silencio, ese que yo necesitaba para escuchar mi voz de escritora. Por años viví en la región de los Montes Apalaches (ahora me encuentro cerca de Nashville) así es que esa querencia de mis crónicas vibra con imágenes de las montañas azules, de los lagos y del bluegrass propios de la región.  

 

Melanie Marquez Adams

 

¿Hasta qué punto esa dualidad que hay dentro de ti influencia todo tu trabajo de escritora?

La mayor parte de los textos que componen Querencia surgen a partir de experiencias vividas desde el lado personal, momentos que han afectado profundamente a la Melanie persona. En estos textos, es la Melanie latinoamericana la que narra, la que muestra, la que filtra lo que observa enteramente desde su subjetividad, sus preocupaciones, sus miedos, sus prejuicios. Desde su resistencia a estos prejuicios, al privilegio que se intenta ejercer sobre ella y al privilegio que ella misma se percata que tiene sobre otros inmigrantes latinoamericanos, busca un sentido de pertenencia en una latinidad que ella misma debe construir. Por lo tanto, sí. La tensión entre los distintos matices de mi identidad tiene una influencia importante en mi trabajo literario. Pero no se trata solo de la dualidad latina/latinoamericana. Pienso que mi escritura en general es resultado de una amalgamación de dualidades y contradicciones—los dos idiomas y culturas que transito, mi catolicismo arraigado y los conflictos que tengo con la iglesia, los cuestionamientos de cómo yo ejerzo mi privilegio y al mismo tiempo este se ejerce sobre mí, el respeto a la tradición y mi rebeldía contra los géneros literarios. Ni qué decir de la amalgamación de lecturas que me formaron —porque de pequeña y adolescente no tuve ninguna guía para mis lecturas. Yo leía lo que encontraba, lo que tenía a mano en la biblioteca de la escuela, en mi casa y en casa de los amigos de mis padres, de mis tíos.  Una semana yo podía estar leyendo una novela de Charles Dickens para luego encontrarme en casa de mi tío con un artículo sobre los asesinatos de Charles Manson. Nunca hubo discernimiento ni límites y dentro de ese contexto se desarrolló mi universo escritural. Por eso hay muchos elementos de la “cultura pop” en mis relatos de ficción y noficción. Sin ningún tipo de elitismo, sin las restricciones del canon (afortunadamente). 

 

Melanie Mrquez Adams

 

 

Hablas en diferentes momentos de la dificultad que ha significado para ti el “ser diferente”. A pesar de lo complejo que es adaptarse a un entorno del cual destacamos por color de piel, acento, cultura etc., ¿consideras que en nuestro trabajo artístico esa “diferencia” puede ser un aspecto positivo, algo que enriquece?  

Definitivamente estas diferencias, estas relaciones desiguales de poder, me afectan a mí y a mi obra literaria. Lo curioso es que las experiencias relacionadas a sentirme diferente con respecto a mi entorno no solo han ocurrido en un contexto anglo —es decir, con aquellas personas e instituciones conservadoras de Tennessee con las que interactuó en mi vida cotidiana. En realidad, gran parte de estas situaciones se han manifestado en un contexto académico y no siempre en mi interacción con norteamericanos o caucásicos. He aprendido que el etnocentrismo no es algo exclusivo de los norteamericanos blancos. Por ejemplo, he tenido experiencias muy negativas con personas provenientes de España. He conocido académicos españoles que ven al español latinoamericano y latinx muy por debajo del español peninsular. Durante mi tiempo en la Universidad de Iowa me tocó ver cómo se restaba importancia a nuestro español y nuestra literatura. No precisamente en el contexto del programa de escritura, pero sí en el departamento de español en general. Por ejemplo, durante mi último semestre como asistente de cátedra, cambiaron el libro correspondiente a las clases de español 1 y 2 y fue terrible para mí descubrir que se trataba de un libro totalmente centrado en la cultura y el español peninsulares. 

Aparte de esto, me encontré con un alto grado de elitismo, etnocentrismo y una serie de -ismos en el programa de escritura creativa. Era un ambiente burbuja donde se escribía y se leía como si fuéramos un satélite de España o Latinoamérica, y se desestimaba por completo el entorno estadounidense con todas sus complicaciones y sus matices. Algo inaudito para mí, especialmente considerando el ambiente político hostil hacia los latinos y el español en este país. Enfrentar esa situación tuvo un enorme impacto tanto en mi obra literaria como en la construcción de mi identidad latina. Mucho de lo que he escrito estos últimos años ha surgido desde mi resistencia y mi reacción frente a todos esos -ismos que encontré en Iowa —en el departamento de español en general y en el programa de escritura en particular. La hegemonía y el privilegio eurocéntrico se palpaban en todo momento. Me sentía como la única escritora latina en el medio de un grupo de escritores latinoamericanos y españoles y siempre me quedó claro lo que se pensaba en el programa acerca de la literatura latinx, sobre todo la que estamos creando en español dentro de Estados Unidos. La ven muy por debajo de la tradición de la literatura latinoamericana —en realidad, ni siquiera la ven. En las lecturas para los talleres, no se incluían obras de escritores latinx, ni en español ni en inglés, ni siquiera alguna de Junot Díaz, el clásico token que suelen utilizar acá en las clases universitarias de literatura y escritura para aparentar diversidad. 

No podría haber imaginado que Iowa acabaría inspirándome a cuestionar la mirada privilegiada que filtraba absolutamente todo. En Iowa aprendí también acerca de mi propio privilegio, lo distorsionada que estaba mi perspectiva del mundo debido a los códigos hegemónicos de los que fui parte en Latinoamérica. Solía pensar que no me interesaban ciertos asuntos políticos, pero el clima turbulento por el que pasé en aquella universidad, en aquel programa de escritura creativa terminó de romper la burbuja que traje conmigo a este país. Fue un proceso duro, pero me alegro de que haya ocurrido. Los cambios han sido enormemente positivos y me han enriquecido como mujer, como persona y como escritora. 

 

Melanie Mrquez Adams

 

Además de escribir te dedicas a promover el trabajo de otr@s escritor@s a través de antologías, entrevistas etc. ¿Consideras que solo a través de la unión entre todos quienes escribimos en español en Estados Unidos, podremos tener un espacio de respeto y visibilidad en el país?

Por supuesto. Somos un grupo muy pequeño y si no trabajamos juntos y nos apoyamos, será complicado que nuestros libros y nuestras antologías salgan adelante en este país. Pero el problema es que muchos nos quedamos solamente en la apariencia de apoyar y de abrir espacios. Existe un egocentrismo excesivo y algunas de las plataformas e iniciativas parecen estar diseñadas alrededor de otorgar visibilidad a su creador sin que exista por detrás una auténtica intención de contribuir a que la literatura latino-estadounidense que estamos creando gane visibilidad en EE. UU. y Latinoamérica.

 

Catalogas tus relatos en el género de noficción creativa. Al hablar de la crónica periodística García Márquez escribió: La crónica es la novela de la realidad. (…) Es para mí el género, la rama del periodismo que más se acerca a la literatura en cuanto a la forma de recolección de información, de la organización y del ojo que analiza”. ¿Cuáles de tus relatos se acercan más a la noficción creativa y cuáles a la crónica periodística y por qué?

Varios de los textos que se entretejen en mi libro Querencia surgieron de una necesidad de examinar el espacio sureño y country que no deja de parecerme deliciosamente colorido y particular. Yo tenía experiencia con el género del cuento —mi primer libro fue una colección de cuentos y relatos— por lo que orgánicamente empecé a utilizar esos mismo recursos literarios para plasmar mis experiencias personales. Fue en el momento de pensar dónde podía publicar esos primeros textos que llegué a la realización de que estaba escribiendo crónicas.  En realidad, utilizar la etiqueta de “crónica” ha sido el resultado de una negociación conmigo misma porque en español todavía no hablamos a menudo de la noficción creativa, un género muy popular actualmente dentro de la escritura en inglés, tanto en entornos académicos y editoriales. Considero que el único término firme que tenemos en español para acercarnos a un texto de noficción creativa es el de la crónica. Pero claro, esa tampoco es la etiqueta ideal porque la crónica latinoamericana se ha desarrollado principalmente dentro del periodismo y mis textos poco o nada tienen que ver con ese campo. Surgen por entero a partir de mi apreciación subjetiva del entorno. Hace poco en una conferencia del festival literario Agua Viva, una editora mexicana comentaba que para ella el mejor término en cuanto a noficción creativa es el del ensayo porque piensa que se presta a lo híbrido y a lo experimental, a esos textos inclasificables, disidentes. Pero a mí en cambio el término “ensayo” (no en inglés, pero sí en español) me lleva enseguida a un contexto académico. De todas formas, últimamente mi postura es que en Querencia confluyen la crónica y el ensayo. Veremos qué tal me va con este posicionamiento por ahora. Al final, es importante recordar que los géneros y las categorías son constructos, no son inmutables. Para mí esto es como un mantra ya que actualmente una de mis prioridades es subvertir las reglas.

 

Melanie Mrquez Adams

 

Háblanos un poco de tu trabajo de docente y en particular de tus talleres de escritura creativa.

He disfrutado enseñando español, tanto en mi experiencia como asistente de cátedra y la de ser instructora tiempo completo en una universidad pequeña en Virginia. El problema es que las universidades en EE. UU. se están manejando cada vez más como empresas. Entonces, si hace más de una década decidí abandonar el mundo corporativo, acabar nuevamente en ese ambiente y encima por la mitad de la compensación… Siento que impartir clases en una universidad es solo un 20% de interactuar con los estudiantes y trabajar con el material que se enseña. El resto del trabajo es lidiar con la burocracia excesiva y con los egos inflados de las cabezas de departamento.

Tuve la oportunidad de dar un taller gratuito de escritura creativa durante la pandemia y lo disfruté muchísimo. Recibí comentarios muy positivos. Luego quise continuar la experiencia, esta vez con la expectativa de compensación y eso ya no gustó mucho. Por un lado, creemos que lo artístico no merece compensación y por el otro, no valoramos la importancia de pulir nuestra escritura. Y la realidad es que, como en todas las profesiones y oficios, el talento no basta. Es necesario pasar por talleres, recibir feedback, pulir y pulir. Es la única manera de conseguir el siguiente nivel en nuestra escritura. Pero siempre hay sorpresas alentadoras. Hace poco un espacio mexicano me ha invitado a dar una sesión dentro de un taller de literatura fantástica que están organizando para escritoras emergentes y desde el primer momento me han ofrecido compensación. Merecemos que se valore nuestro trabajo y para lograrlo, es primordial que empecemos por valorarlo nosotras mismas. 

 

¿Cuáles son tus proyectos futuros?

Actualmente estoy en el proceso de revisión de un proyecto híbrido que fue mi tesis creativa en Iowa. En mi manuscrito se entretejen cuentos, microrrelatos, poemas en prosa y viñetas. Son narraciones que juegan y subvierten tropos de lo femenino. Que otorgan voces a personajes de mujeres, dándoles agencia para que sus historias vayan más allá del lobo y del príncipe. Pienso que es un proyecto en el que de cierta forma hay una elaboración del trauma y de los miedos que implica habitar un cuerpo femenino. En esta nueva obra de ficción siento que he querido mirar de frente a los monstruos y resistir.

También continúo trabajando para cumplir mi objetivo de destacar el trabajo literario de mujeres. Ahora mismo estoy curando una serie de ensayos feministas para el dossier de la revista El BeiSMan y estoy en la etapa final de un nuevo proyecto editorial. La escritora y periodista cubana Dainerys Machado me invitó a trabajar y coeditar junto a ella una serie de entrevistas a autoras latinoamericanas que viven en EE. UU. Son once autoras en total. La obra va a ser publicada por Editorial Hypermedia y se compartirán fragmentos de cada una de las entrevistas de manera digital a través de la Revista Hypermedia. 

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