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Mauricio Macri

Macri, esperanza de cambios en Argentina y América Latina

“Una nueva etapa”, “un cambio de rumbo”, “un triunfo histórico”. Hay mil maneras para definir el desenlace de las elecciones en Argentina. Todas son válidas. Depende del cristal por el cual se mira. Y, por supuesto, del bagaje ideológico, la formación filosófica, la cultura política y la sensibilidad social de cada quien. Lo cierto es que Argentina, después de la borrachera de una larga jornada electoral, despertó asechada por los mismos problemas.

Entró en escena un nuevo actor. El peronismo, o mejor deberíamos decir el kirchnerismo, ha sido desplazado del poder. La derrota no ha sido aplastante, como se creía después que se dieran a conocer las proyecciones de los exit-poll y los primeros resultados oficiales. Propuesta Republicana (Pro) – la coalición que reúne “Compromiso para el cambio” liderado por Macri, “Recrear para el Crecimiento”, dirigido por Ricardo López y el “Partido Federal” encabezado hasta su muerte por Francisco Manrique – no tendrá mayoría parlamentaria. Estará obligado a gobernar por consenso. Y esto, sin duda alguna, tendrá incidencia en el peronismo en cuyo seno, ya desde que se dieran a conocer los resultados, comenzaron las polémicas y las pugnas entre quienes sostienen la necesidad de un cambio que promueva una renovación profunda del movimiento y quienes, en cambio, defienden tesis más conservadoras.

Con el voto, los argentinos, en esta ocasión, castigaron al kirchnerismo. Decimos, rechazaron la prepotencia del poder, la corrupción, el recurso al chantaje y a las amenazas, las intimidaciones a la libertad de expresión, de opinión y de prensa. En fin, el mensaje fue claro: los argentinos quieren un cambio en el manejo de la política nacional y local.

Un nuevo equilibrio. La democracia superó la prueba. Las instituciones, en el país austral, funcionan a pesar de sus debilidades. Y de las urnas salió un país político nuevo. El mapa, ahora, está completo. Se han redefinido los roles de las organizaciones políticas. Ningún terremoto. El peronismo, aun cuando debilitado, sigue dominando. Y, después de casi dos décadas, un candidato no peronista ejercerá la presidencia de la República.

Son muchos los desafíos que tendrá que enfrentar Macri. A saber, en lo económico las dificultades que se derivan de la inflación, del tipo de cambio, del gasto público y, dulcis in fundo, la reactivación de la actividad empresarial. En lo institucional, la gobernabilidad. Macri no tiene mayoría parlamentaria. Se encuentra en un campo minado. No podrá avanzar sin pactar con los actores económicos principales. Decimos, empresarios y trabajadores. Deberá proponer y, al mismo tiempo, mediar. Y en lo social, deberá escuchar a los argentinos de a pie. Quienes votaron por él lo hicieron no sólo pensando en el cambio político. También con la esperanza de que el cambio se traduzca en mejoras en su calidad de vida y en soluciones a los problemas de la cotidianidad. En especial, educación, salud y seguridad. Temas a los cuales el kirchnerismo, a pesar de las promesas, no ha logrado dar soluciones.

Por lo tanto, en el plano interno, la agenda presidencial será todo un reto. Macri, si aun no lo ha hecho, deberá tomar conciencia de la magnitud de la herencia que recibe. En especial, en el ámbito económico. El y su equipo deberán fijar prioridades. Y una de esta será el tipo de cambio. La devaluación es un hecho. Tan sólo habrá que ver cuáles serán las medidas orientadas a paliar el impacto en la población más humilde y en la clase media. El éxito de Macri, en los próximos años, dependerá de su habilidad de negociación con los agentes económicos.

La leyenda, transformada en mito, señala que solo los presidentes peronistas logren asegurar la gobernabilidad en el país austral. ¿Un cuento? Tal vez. Sin embargo, la historia enseña que hasta ahora ha sido así. Ningún presidente no peronista ha logrado concluir su período constitucional. Arturo Frondizi en 1962 y Arturo Illia en 1966 fueron derrocados por golpes militares. Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa fueron obligados a renunciar por las circunstancias económicas y un país conmocionado por las protestas. Un gran reto para Macri, por lo tanto, será desmentir mitos, cuentos y leyendas.

Otro dolor de cabeza para el presidente electo será inaugurar una política exterior incluyente. Un desafío, en un continente en transformación permanente y con grandes contrastes. Promover relaciones económicas y comerciales más estrechas con los aliados tradicionales. Decimos, Estados Unidos y Europa. Esta ha sido una de sus promesas electorales. No será tarea fácil. El kirchnerismo, más que el peronismo, ha provocado una fractura entre el coloso del norte, Europa y Argentina. Años de polémicas, confrontaciones sazonados con un lenguaje violento y de desafío, han llevado al enfriamiento de relaciones que siempre habían sido muy fluidas. El “default técnico” fue el resultado del choque promovido más por el kirchnerismo que por los acreedores; un choque que probablemente se hubiese podido evitar a través del diálogo.

El presidente electo, a diferencia de lo que muchos temen, no pareciera orientado a abrir indiscriminadamente las fronteras a las importaciones. Como empresario sabe que la medida daría al traste con muchas industrias nacionales. No obstante, como ha anunciado en su campaña electoral, promoverá la apertura del Mercosur a Estados Unidos y a Europa y la firma de convenios para incrementar el intercambio comercial. Desde hace casi dos décadas, Mercosur y la Unión Europea discuten sin éxito un convenio comercial. Macri prometió volver sobre el tema.

En nuestro hemisferio pareciera inevitable la confrontación con el gobierno populista y autoritario del presidente Maduro. En la rueda de prensa, al día siguiente de las elecciones, Macri dijo que solicitará la “Cláusula Democrática” contra Venezuela, por las reiteradas violaciones de los Derechos Humanos, el cerco a las libertades democráticas y el encarcelamiento de líderes políticos de la Oposición. Por ahora, ha sido una advertencia. En realidad, habrá que esperar los resultados de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela. De ganar la Oposición y de no respetarse los resultados electorales, amenaza reiterada públicamente por el presidente Maduro quien dijo no estar dispuesto a “entregar la revolución” si los resultados fueran adversos al “chavismo”, Macri mantendría su promesa. Y hasta los aliados tradicionales de Venezuela, por ejemplos Brasil y Uruguay, carecerían de argumentos para la defensa de un “gobierno de facto”. Por ende, la derrota del kirchnerismo podría representar indirectamente el ocaso de las corrientes demagógicas y populistas que cobraron fuerza con la llegada del “chavismo” en Venezuela. Y cuyos efectos se hicieron sentir hasta en el viejo continente.

Se espera que la Argentina de Macri promueva una recomposición de los equilibrios internacionales con la defensa de las libertades, de la democracia y de la independencia de los poderes como norte. Libertad, democracia e independencia de poderes que en algunos países son hoy expresiones que populismo, demagogia y autoritarismo se han encargado de despojar de su verdadero significado.

El triunfo de Macri promete traer cambios en Argentina y el comienzo de una nueva etapa en la historia de América Latina.


Photo Credits: Mauricio Macri

 

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