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Angelina Jaffe

Los “halcones” danzan

Así titula una noticia el domingo 15 Le Monde en su edición matutina. Refiere a la actitud adoptada por Nicolás Sarkozy y Marine Le Pen frente a los recientes atentados yihadistas en París. Lejos de convocar a la unidad nacional frente a la tragedia, como lo hiciese el Presidente Hollande, estos dos líderes de la oposición piensan sacarle provecho a lo sucedido, con el ojo puesto en las elecciones presidenciales del 2017. No veremos pues marchas multitudinarias en las ciudades de Francia, como sucedió luego de los atentados contra la revista Charlie Hebdo.

Pero el viraje hacia postura duras y la tentación de aislarse no la veremos sólo en Francia, Europa entera está en shock y donde más fuerte se percibe el golpe es en Berlín: Una Angela Merkel enjuta y parca se apresta a condenar los atentados ante los micrófono. Ella sabe que de alguna manera, cierta opinión pública la corresponsabiliza por lo sucedido a causa de su política de apertura migratoria hacia el torrente de refugiados sirios, iraquíes y afganos. Ya apareció un pasaporte sirio que da cuenta de la entrada por Grecia de uno de los atacantes muertos.

¿Peligra entonces la integridad de Europa a causa del mundo musulmán, como lo afirmase premonitoriamente el escritor Michel Houellebecq? Veremos en los próximo días una vez más el enfrentamiento entre los adalides de la corrección política y los defensores de la Nación. El Acuerdo Schengen estará en el ojo del huracán y se estrecharán aún más los lazos entre Putin y Marine Le Pen. Ciertamente es una disyuntiva difícil de desbrozar. Porque es una disyuntiva de Occidente, causada por un factor externo extremadamente virulento, aún dentro del propio mundo musulmán. El Mufti de Egipto Shauqi Alam condenó los hechos y ya ha habido varias manifestaciones de repudio en países árabes. Eso hay que celebrarlo, pero nos retrotrae el debate planteado por personas como Ayaan Hirsi Ali sobre la necesidad de reforma del islam. Y ese debate sólo puede surgir del seno del islam mismo.

El mundo musulmán debe lidiar con las contradicciones entre su interpretación religiosa de la vida social y política que hace del Corán y la indetenible penetración tecnológica y conceptual (el lugar y el tratamiento hacia las mujeres, por ejemplo), que entusiasma incluso a las facciones más radicales como puede verse por los vehículos y armamento militar que usan.

El simbolismo de atacar ciudades emblemáticas como París o Nueva York en su momento, no sólo es un mensaje a Occidente, sino también es uno a los seguidores de Alá. Atentados hay en todas partes, pero el impacto es muy distinto si se produce en Ankara, Addis Adeba o Níger y no porque sean ciudades periféricas, sino porque esos atentados no ponen en evidencia la profunda contradicción que hay en el mundo islámico entre la preservación de teocracias religiosas y la adopción de formas de vida modernas. Así como Ángela Merkel correctamente interpreta que el flujo de refugiados es indetenible y opta por una política de hospitalidad, el mundo musulmán no puede vivir sin el influjo de ideas y de tecnología que permean la rígida estructura teocrática y autocrática de sus sociedades. La “primavera” árabe, que comenzó en Túnez y fracasó en Libia y Egipto, fue un llamado de atención para los radicalismos extremos. Los tímidos avances democráticos experimentados por los tunecinos, fueron objeto de un atentado sangriento que advertía que cierto mundo musulmán, no podía permitir el éxito de una sociedad en búsqueda de un esquema de vida más libre y tolerante.

El Assad declara que lo que vivió París esta semana es lo que vive Siria todos los días en un intento cínico de victimizarse, obviando que él mismo es la máxima expresión de la contradicción totalitaria y pro occidental de Oriente.

Europa tendrá que volver a debatir principios claves inherentes a su identidad y valores, algunos como Cameron verán su postura frente a Europa fortalecida, otros como Merkel sufrirán un aumento de presión por parte de su propio partido respecto al tema de los refugiados y el insondable Putin se debe estar preguntando si su apoyo a El Assad no lo va a pagar muy caro.

Lo cierto es que el debate ahora no es económico. No se trata ya de la Eurozona amenazada por el Grexit. Se trata del “alma europea”, con lo cual más de uno le buscará sacar provecho, hasta del otro lado del Atlántico, como lo demuestran las declaraciones del magnate inmobiliario Donald Trump.

Y el mundo musulmán sigue en su laberinto, masivamente huyendo hacia Occidente al grito de “Germany”.


Photo Credits: Bianca Dagheti

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