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Mariza Bafile
Mariza Bafile - viceversa magazine

Los destrozos del populismo

Las recientes elecciones en Ecuador obligan a una profunda reflexión. Tras 10 años de gobierno del actual Presidente Rafael Correa, el país ha llegado nuevamente a las urnas con muchas heridas y escasos remedios a problemas viejos y nuevos.

Cada vez que un populista llega al poder, con toda la fuerza de su personalidad arrolladora, un discurso agresivo, miles de promesas y la convicción de ser el único mesías capaz de enderezar los entuertos de su país, buscamos las causas que lo han llevado a la presidencia. Y siempre las hay. Es inevitable.

La política condiciona y decide nuestras vidas así que también es la gran culpable de todas nuestras insatisfacciones. Las sociedades, casi todas, son el vientre en el cual incuban muchos males: pobreza, corrupción, diferencias sociales, desempleo. Problemas todos que son el caldo de cultivo de las frustraciones, rabias, desilusiones, miedos que los líderes populistas utilizan como plataforma de lanzamiento.

Lamentablemente así como es fácil explicar las razones de su ascenso al poder, también es posible predecir las heridas, muchas veces fracturas profundas, que dejará el paso de un gobierno en manos del populismo. Por razones de sobrevivencia el populista está obligado a mentir, miente durante la campaña electoral mientras extiende promesas imposible de mantener, miente cuando escoge a los culpables necesarios para justificar sus fallas, miente cuando habla de logros, con cifras y estadísticas construidas ad hoc.

Para que este mundo de mentiras pueda sustentarse lo primero que hace es acallar la prensa que pone al descubierto la desnudez del rey.

Es el ritornelo, condimentado de insultos, amenazas, retorsiones de vario género al que hemos asistido en estos últimos años en muchos países de América Latina y en particular en Venezuela, Argentina, Nicaragua, Bolivia. Es lo que estamos viendo también en Estados Unidos. Aquí, en el país por excelencia de la prensa libre, sin censura, del periodismo que ha sacado a flote escándalos como el Watergate, la Casa Blanca cerró sus puertas a varios importantes medios y los acusó de ser los grandes enemigos del pueblo.

Correa tampoco ha sido una excepción. La violencia verbal con la cual, durante sus programas de los sábados, ha apostrofado a varios periodistas, cineoperadores y humoristas llamándolos por nombre y apellido, fue constante. Libertad es una palabra que le queda grande a cualquier gobierno populista y autoritario.

La vulgaridad, pobreza de lenguaje, actitud de guapetón de barrio son otras características que acomunan a esos políticos quienes, con su ejemplo, permiten el surgimiento de una sociedad que desconoce las reglas del respeto, de la decencia y de la tolerancia.

Poco a poco inoculan el virus del odio, del miedo, del resentimiento, de la envidia, y lejos de superar los problemas para los cuales fueron electos, profundizan las divisiones y se ceban de ellas. La sociedad va cambiando, los opositores políticos se transforman en enemigos personales, se pierden amistades y se dividen las familias.

Es así como, después de un largo gobierno populista los países en gran mayoría enfrentan problemas tan graves o peores de los que un día tuvieron la esperanza de solucionar porque a los viejos males se suma un reguero de heridas difíciles de sanar.

Y, cuando vuelven a las urnas, los candidatos oficialistas se enfrentan a otros radicalmente opuestos, fruto de los odios de la minoría acosada y reprimida. Es un péndulo peligroso que, al moverse de un extremo al otro, produce devastadoras fallas telúricas dentro de las sociedades.

Las recientes elecciones en Ecuador pusieron en evidencia esas fracturas alimentadas por un Correa quien ha actuado todo el tiempo con la prepotencia de un capataz en lugar de la diplomacia de un Jefe de Estado. Si bien el candidato oficialista Lenín Moreno pareciera más dado al diálogo y haya tratado de crearse un perfil propio muy diferente al de Correa, hay mucha desconfianza entre sus opositores. Por otro lado el candidato opositor, el conservador Guillermo Lasso, asusta a la otra mitad del país que teme un gobierno “para y de los ricos”.

Los tres días que tardó el poder electoral para dar los resultados oficiales profundizaron el clima de tensión y desconfianza ulteriormente agravado por la sombra de los militares.

Ecuador hoy, tras diez años de gobierno populista, está sumergido en una crisis económica, debida sí a la caída de los precios del petróleo pero sobre todo a una mala administración y a la corrupción que se ha ampliado como metástasis en los años de vacas gordas.

El próximo turno de las presidenciales se llevará a cabo el venidero 2 de abril. En esa fecha los ecuatorianos decidirán qué rumbo dar al país. Lo único deseable es que poco a poco las fracturas se puedan sanar para recuperar un país donde se respeten la prensa libre, la diversidad de opiniones, sin dejar de lado políticas vueltas a disminuir la pobreza, la desigualdad y la corrupción. Un camino en subida que deberá enfrentar el nuevo Presidente sea quien sea el que resulte electo.

En medio de tanta incertidumbre, cual disonancia estridente, llegan las declaraciones del Presidente Correa, quien asegura que, de ganar Lasso, se sentiría en deber de dejar Bélgica- país en el cual piensa transcurrir algunos años- para volver a Ecuador y retomar la lucha contra el capital, el imperialismo, la derecha internacional etc. etc. etc. Está seguro que nadie podría hacerlo mejor que él. Una vez más debería «sacrificarse» por el bien común.

Definitivamente el ego del populismo no conoce límites.


Photo Credits: Ginexín

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