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families belong together
Photo Credits: jonny goldstein ©

Los desaparecidos de Trump

La repercusión de los traumas en el psiquismo del niño es proporcional a la precocidad de su estado de inermidad

(Freud, S. vol XVI)

Inmigrante no es sinónimo de delincuente. Las diferencias no son amenazas. Quizás deberíamos repetir estas palabras como un mantra. En un mundo plagado por nacionalismos ignorantes es importante recordar que los otros, aquellos que huyen de la miseria, de la violencia, de las guerras, no son enemigos.

Encerrados en sus pequeños mundos, sectores cada vez más amplios de las sociedades de los países desarrollados, cuyos privilegios se ven amenazados por crisis y malos gobiernos, prefieren no ver ni oír los dramas ajenos. Prefieren creer en las palabras de quien grita y punta el dedo contra los sectores más vulnerables de todas las sociedades en todos los tiempos: los emigrantes.

En Estados Unidos la emigración se ha transformado en el tema central de una administración que necesita urgentemente ganar batallas fáciles para desviar la atención de otros problemas y acusaciones mucho más graves. Es de estos días la decisión del gobierno de proponer una ley que permita alargar el límite de detención de menores, actualmente fijado en 20 días, y de hacerlo en lugares controlados por auditores externos. En este momento a raíz del acuerdo judicial conocido como “acuerdo Flores”, esos lugares de detención deben estar certificados por los estados y garantizar higiene y buenos tratos. El mismo acuerdo prevé también que el límite de detención de menores sea de 20 días, tiempo durante el cual los jueces deben analizar las demandas de asilo. De pasar la nueva normativa todas estas garantías peligrarían.

Sigue así la política de “tolerancia cero” hacia los inmigrantes que hace apenas dos meses llevó a otra decisión inhumana con consecuencias gravísimas. En junio, por decisión del Presidente Trump, las familias inmigrantes que cruzaron la frontera de manera ilegal fueron separadas de sus hijos. Estamos hablando de niños que a veces no llegaban a los cinco años, niños que no conocen su propio nombre y mucho menos el de sus padres, que no saben cuál es el país del cual huyeron. Frente al profundo rechazo que causó una medida tan desalmada y tras la decisión de un juez, el gobierno fue obligado a “recomponer” las familias rotas. Sin embargo para centenares de esos niños y padres el calvario no ha terminado y posiblemente nunca terminará. ¿Dónde están los niños que se han perdido? ¿Dónde están sus padres?

En muchos casos parece imposible reconstruir los lazos familiares por errores en el procedimiento de los registros, en otros sencillamente resulta imposible porque los niños están desaparecidos. Cuando la prensa y las organizaciones que luchan por los derechos de los inmigrantes, dejarán de hablar de esta problemática, esos niños y esas familias quedarán en el olvido. Separados y desaparecidos para siempre.

Sin embargo aun para los niños y adolescentes quienes tras transcurrir semanas alejados de sus padres han logrado reencontrarlos, las consecuencias en su psique y a veces en su cuerpo quedarán como heridas abiertas que los acompañarán de por vida.

Al respecto solicitamos una opinión profesional a Yubiza Zárate, Psicólogo- Psicoanalista Titular de la Asociación Chilena de Psicoanálisis y con función didacta de la Asociación Venezolana de Psicoanálisis, Psicoanalista de Niños y Adolescentes, miembro de la International Psychoanalytical Association (IPA), y de la Federación Psicoanalítica de América Latina FEPAL.

Esta fue su respuesta:

«La situación de separación estará marcada por una emocionalidad abrumadora que hará sentir al niño y al joven (púber/adolescente primario) impotencia, ira y miedo.

Si se toma en cuenta la variabilidad individual, en función de las circunstancias del trauma, edad, historia previa de la diada padres/hijos, los recursos personales de cada quien, puede que la ira, el miedo y la impotencia desemboquen en cambios permanentes de la personalidad en formación. La separación en el contexto de inmigración se vive como un trauma, y puede dejar secuelas bio-psico-sociales: Algunas de las secuelas pueden permanecer en el tiempo; por ejemplo, la experiencia traumática de separación puede generar estrés post traumático, el cual puede pasar de un estado agudo a crónico, afectando la fisiología corporal. Otros efectos que se pueden referir son, el desarrollo de trastornos de ansiedad, trastornos depresivos y alteraciones permanentes de la biología corporal, es decir, generar enfermedades del sistema inmune y cerebral.

En el ámbito Psicológico los síntomas del trauma se describen como intenso malestar psíquico y físico, cuando el niño, y/o el adolescente se expone a estímulos externos o internos que recuerdan simbólicamente el episodio de separación vivida. En tales casos, se re-vive la experiencia, tipo flash back, como recuerdos recurrentes e intrusos, presentando sobresalto e hipervigilancia al ambiente, debido a que la figura de apego confiable que le da la sensación de continuidad, contención, seguridad y maniobras para enfrentar la realidad ya no está, por ende el infans y/o joven se ve desamparado, desvalido, pudiendo presentar signos de depresión, restricción emocional, anhedonia (Bowlby, 1979; Ainsworth, MD, 1989; Cichetti D, 2002, 2010). En otros casos, se podría generar una alteración permanente del comportamiento, puede ser del tipo inhibitorio, pasivo, aislado del mundo que lo rodea o pudiera ser del tipo contrario, mostrarse agresivo, impulsivo, desafiante de la autoridad como una defensa ante un ambiente que supone no es justo y les debe algo. De ese modo se perfila a futuro un niño, /joven irritable, impulsivo con problemas disociales. En fin, el trauma puede desembocar en signos de inutilidad, falta de apetito, problemas del sueño, falta de energía, pensamientos de muerte, con tendencias actuadas circunstanciales de suicidio, por ejemplo sufrir de accidentes, verse envuelto en riñas.

El trauma puede alterar la bioquímica, lo más frecuente es la elevación del cortisol, la alteración en la comunicación de los neurotrasmisores que afecta la funcionalidad de áreas del cerebro que tiene que ver con el aprendizaje, y la modulación de la emocionalidad lo que puede reflejarse en problemas cognitivos y de aprendizaje (Weiner, MR, Crowley, DJ, 2014 citado por M.López, 2014) y tal vez en el futuro presentar mayor riesgo de conductas adictivas y trastornos psiquiátricos.

Ahora si tomamos en cuenta la edad en que se padece tal separación pues podemos afirmar que a menor edad, mayor dependencia de los padres, la confianza se basa en la afectividad y en lo que transmite la lengua materna, entonces podríamos hipotetizar que la ausencia por separación a edades tempranas podría producir afecciones en el habla, en la confianza básica, y registrar comportamientos de apego ansioso o errático. Algunos niños/jóvenes pueden sentirse heridos en su moral y dignidad, estas huellas en la memoria permanecerán y posiblemente serán transmitidas a sus descendientes a través de generaciones. (Carrillo, 2004)

No puedo dejar de señalar que aun las conductas resilientes se podrían ver afectadas ante la experiencia de ser separado violentamente de la figura de apego que les garantiza las necesidades básicas para sobrevivir y ser un individuo socialmente adaptado (apego, afectividad, lenguaje). (Moneta, ME 2007)».

La respuesta de la dra. Zárate no necesita de mayores palabras. A raíz de la decisión inconsulta de separar a los padres de sus hijos muchos niños desaparecieron y todos los otros perdieron una parte de sí mismos. Ya nadie volverá a ser como era.

Nos queda una reflexión importante: el drama de los inmigrantes es un drama que nos involucra a todos. El silencio y la indiferencia nos vuelven cómplices de atropellos que pisotean todo sentido de humanidad y solidaridad.

El resultado: sociedades cada vez más débiles, individuos más aislados, gobiernos más autoritarios. 


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