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venezuela elecciones
Photo Credits: Gabriela Camaton ©

La Venezuela invisible  

Las elecciones en Venezuela se desarrollaron en un silencio tan insólito como significativo. En ese silencio que rompían sin muchas ganas algunas consignas de los “puntos rojos” escuetos y amenazantes, se podían escuchar todas las palabras de rabia, desilusión, amargura de los venezolanos todos, chavistas y antichavistas, unidos por el mismo destino de un país destruido. Y en silencio los venezolanos, todos, asistieron a la farsa de la lectura de los resultados, a la falsa euforia del Presidente “reelecto”, y a la intempestiva e inconstitucional (palabra que dejó de existir en el léxico del gobierno) juramentación que se realizó el pasado jueves en la Asamblea Nacional Constituyente. 

El futuro pareciera de un negro compacto, sin fisuras capaces de mostrar el más mínimo halo de luz. Las arcas del estado están vacías, la mayoría de los países occidentales, incluidos casi todos los de la región, desconocieron los resultados y ya no le temen a la palabra dictador cuando hablan de Nicolás Maduro. Las sanciones internacionales, in primis las que impuso Estados Unidos pero no solo, volverán muy difícil, para no decir imposible, el acceso a financiamientos a corto plazo, medida que va a tener repercusiones muy negativas sobre la empresa petrolera PDVSA ya de por sí agonizante.  Hiperinflación, caída de la producción agrícola, carencia de alimentos y de medicinas, reaparición de enfermedades que habían sido debeladas, dibujan un panorama sombrío y desalentador. Venezuela es un país de rodillas sobre el cual tiene el ojo puesto Rusia, cuyo apoyo al actual gobierno, lejos de ser gratuito, cobrará con intereses altísimos.  

Sin embargo en medio de ese desasosiego, tristeza y preocupación hay una Venezuela que lucha para seguir adelante. Paralelamente al crecimiento de sectores de la sociedad rapaces y sin escrúpulos que buscan el enriquecimiento fácil a todos niveles, hay otros que están redescubriendo valores como solidaridad, trabajo, creatividad y honestidad. Son islas, casi invisibles; pero existen y van creciendo. Es la misma solidaridad que, en tiempos de guerra y de posguerra, vivieron los pueblos europeos. Surge en esos momento en los cuales la destrucción del entorno es tal que los seres humanos empiezan a mirarse los unos a los otros y a entender lo absurdo de una guerra política o militar que los ha utilizado a todos como marionetas. 

Por otro lado, en las filas del chavismo, la tensión es palpable y el descontento evidente. Las rivalidades entre corrientes se agudizarán y es muy posible que la alianza granítica que se basa en necesidades y peligros compartidos, empiece a resquebrajarse. Muy probablemente asistiremos a purgas internas similares a la que se está desarrollando en las Fuerzas Armadas.  

Para la oposición, que ya es aplastante mayoría, es el momento de la reorganización.  

El vacío de los centros electorales, respuesta digna y contundente del pueblo a una elección sin elección, ahora debe ser llenado por una estrategia política nueva, más trasparente, unitaria, participativa. Hay que dejar el espacio apropiado a las nuevas generaciones y a una nueva visión de la política. Los ejemplos que surgen de la sociedad civil van estimulados y fortalecidos y los venezolanos en el exterior deberían seguir llevando adelante un trabajo de sensibilización internacional desde el mundo de las artes, las academias, los medios de comunicación, la política. 

A pesar de las muchas calamidades que debe enfrentar en patria y en los diferentes caminos de la emigración, el pueblo venezolano, ha demostrado una vez más que está dispuesto a luchar para volver a tener país. 

Ahora está en manos de los líderes políticos, económicos y sociales, la gran responsabilidad de capitalizar ese inmenso patrimonio humano. 


Photo Credits: Gabriela Camaton ©

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