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La Opep y nuestro hemisferio

¿Asombro, desconcierto? Nada de todo eso. No se produjeron golpes de timón; mucho menos, anuncios extraordinarios. El libreto ya estaba escrito. Y todos los protagonistas recitaron sus papeles, tal y como habían sido planeados. No se añadieron líneas nuevas, nadie improvisó. En fin, la ‘Cumbre’ de la Opep no reservó sorpresa alguna. Después de todo, estaba claro que el ‘cartel’ no iba a cerrar drásticamente el grifo. Todos lo sabían desde la víspera del ‘summit’. Sin embargo, nadie esperaba que la organización de Viena pudiese casarse con el neo-liberalismo de manera tan radical. En especial, luego de la ofensiva diplomática de Rusia, de Nigeria, Irán y Venezuela.

En Viena, como era de esperarse, se impuso la línea dictada por Arabia Saudita. En consecuencia, fue pospuesta cualquier decisión sobre hipotéticas reducciones de producción. No hubo recortes. Y, extrañamente, tampoco un llamado a la disciplina y al respeto del techo de producción de 30 millones de barriles al día. El futuro de los precios del crudo ha sido dejado en manos del mercado: el ‘laissez faire’ de smithiana memoria. Aun así, pareciera que la Opep estuviera orientada a fijar una banda de precios, en la cual dejar flotar el valor del crudo. ¿El ‘price-floor’ de referencia? 60 dólares el barril, centavo más, centavo menos.

La decisión, decíamos, se consideraba inevitable. La Opep necesitaba conquistar nuevamente cuotas de mercado de las cuales, cómplices los altos precios del barril de crudo, se habían adueñado otros productores. Decimos, Canada, Estados Unidos  y algunos países del Mar del Norte. La Opep, desde el mismo instante en el cual había abandonado su disciplina, perdida su capacidad de evitar el ingreso de nuevos productores y le había sido imposible conservar su cuota dominante de mercado, había dejado de ser un ‘cartel’, condición que hoy trata de recuperar.

La línea trazada en Viena por Arabia Saudita y sus aliados del Golfo tiene un único objetivo: obligar a los demás productores – léase ‘trackings’ americanos – cortar sus niveles de producción. De hecho, una banda de precios alrededor de los 60 dólares le resta competitividad a muchos proyectos de ‘shale oil’. Y restituye en parte al ‘cartel’ su poder de mediación y de decisión.

Un trago amargo. La estrategia de la Opep, sin embargo, es una medicina muy amarga para aquellos países que, para mantener las políticas populistas y demagógicas sobre las cuales han construido su poder, necesitan ingresos altos y constantes. En fin, con precios tan bajos, sus castillos de naipes se vendrán abajo. Y, con ellos, la ilusión de bienestar de la población. Operaciones contables artificiales de alta cirurgía estética podrán maquillar la realidad; mas, no cambiar las bases de arcilla sobre las cuales descansa. Podrán posponer decisiones, mas no evitarlas. 

Tan lejos y, sin embargo, tan cerca. América Latina, por supuesto, no está exenta de las consecuencias que trae consigo una reducción importante del precio del crudo. En especial, en aquellas naciones que, en mayor o menor cuantía, dependen de los ingresos petroleros. A saber, México, Venezuela, Argentina, Ecuador y Colombia. Los efectos de la crisis en los países desarrollados, que tardan en salir de la recesión y en poner nuevamente en marcha sus aparatos productivos, ya tuvieron sus repercusiones en nuestro hemisferio a través de la contracción en las ventas de materias primas. Ahora, las economías latinoamericanas, cuyo presupuesto depende  en gran medida de la venta del crudo, se verán obligadas a revisar necesariamente sus prioridades y a aplicar una ‘spending review’ cuidadosa pero severa.

Cambios, reajustes. La caída de los precios del petróleo en los mercados internacionales pudiesen tener efectos más profundos de los esperados en nuestro hemisferio. De hecho, particular interés despierta sus implicaciones en la realidad de Venezuela. Su economía, en un 96 por ciento, depende de los ingresos petroleros. La contracción experimentada por los precios del barril de crudo impacta en toda su estructura de gastos. Obligará a cambios de estrategias en el delicado ámbito  social – léase amortizadores sociales, por demás necesarios – y acelerará la toma de medidas impopulares. ‘Dulcis in fundo’, a una revisión profunda de su política hemisférica. Se gestan cambios geopolíticos significativos, en el corto y en el largo plazo.

Efectó dominó. La decisión del ‘cartel’ petrolero afectará necesariamente las relaciones hemisféricas de Venezuela. Por ejemplo, ya no podrá seguir financiando, cuando menos por un tiempo y en la cuantía actual, las economías de los países miembros de Petrocaribe. Y tampoco la de sus aliados más cercanos: Cuba, Ecuador, Bolivia y Argentina. La diplomacia del petroleo se verá disminuida, debilitada. Y, con ella, la influencia geopolítica del País. Un duro golpe a las aspiraciones hegemónicas de Venezuela y al afán manifiesto de exportar su revolución: el “Socialismo del Siglo XXI”.

No un tsunami sino una transformación progresiva. Mas bien, una evolución. La resolución de la Opep, en el corto y en el largo plazo, pareciera estar destinada a provocar cambios geopolíticos importantes en nuestro hemisferio.  Y a construir nuevos equilibrios.

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