La ciudad nace. La ciudad muere. La ciudad surge de los escombros, renace y se hace en los escombros. La ciudad vive entre las ruinas. La ciudad es siempre sus propias ruinas, las nuestras. Andamos en el vaivén del murmullo de las calles y los edificios que caen, que se erigen. En ellos nos vemos, nos reconocemos. Los nuevos íconos de la ciudad nos marcan. Estamos ante la máquina perfecta, la creación que nos opaca. Pero los restos no desaparecen. También somos lo que derruimos y olvidamos. En el origen del nuevo hito está un abandono de casa, y en su final un apuntalamiento. Nosotros somos los que vivimos en sus redes para hacernos hombres. Nosotros morimos la ciudad. Nosotros somos las ruinas, somos los escombros de lo que quisimos, de lo que seremos y todo lo que no fuimos.
Texto por Carlos Noyola
Fotos por Diego Leyva