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comunismo venezuela izquierda
Photo Credits: Brennan Degan ©

La izquierda imperialista

Hace ya muchos años, desde que en el universo político venezolano apareció Hugo Chávez con una boina roja en vez de la negra que mejor hubiera encajado con su personalidad, que la izquierda democrática venezolana sufre ataques inclementes de parte de la intelectualidad de cierta izquierda internacional.

Allí donde los ideales dieron paso a un bienestar acomodaticio, encontró terreno fértil un sueño que, sin poner en riesgo su cotidianidad, les permitía evitar mirarse en el espejo de su propio conformismo. Para inflamar sus espíritus necesitados de aventuras… ajenas, ¿quién mejor que un comandante, como Hugo Chávez, con un gran olfato político, capaz de hablar horas delante de un micrófono, de decirle a los periodistas extranjeros todo lo que ellos querían escuchar mientras disfrutaban del calor tropical y de llamar a Bush satanás en un encuentro internacional? ¿A quién le importaba el pasado militar de Chávez y los diez años transcurridos a preparar un golpe de estado, como él mismo confesó? ¿A quién interesaba la erosión de valores democráticos que no se aprecian en los cuarteles, allí donde Chávez transcurrió su vida desde la adolescencia hasta la adultez? ¿A quién le importó saber que el primer asesor de Chávez fue Norberto Ceresole, personaje nefasto quien también había asesorado a Videla y al asesino Viola en Argentina? Ese Norberto Ceresole, quien según informaciones confirmadas por el Equipo Nizkor, de gran prestigio en la defensa de los derechos humanos, fue un doble agente que vendía a los militares informaciones sobre los guerrilleros de quienes se fingía amigo. Gracias a sus comunicaciones muchos fueron torturados y asesinados. Ceresole consideraba que los partidos políticos son una dispersión inútil de energía. Su teoría caudillo-ejército-pueblo es la que sintetizó Chávez en una de sus frases famosas: “Con Chávez manda el pueblo”.

Difícil, a veces imposible, resultaba superar el muro, ese sí real e implacable, que cierta izquierda creó para evitar la filtración de la verdad. El mito revolucionario era más atractivo que la realidad, les permitía soñar, repetir slogan, sentirse anticonformistas, eso sí, sin perder ni un ápice de las conquistas democráticas y del bienestar económico del que gozaban en sus países.

Y así personas con un pasado de lucha, trasparente, honesto, animadas por ideales serios, como Teodoro Petkoff, Manuel Caballero, Pompeyo Márquez, Luis Manuel Esculpi, Americo Martín, Aléxis Márquez, para nombrar solo algunos, han tenido que explicar, decir, soportar la condescendencia crítica de quienes hubieran tenido que respetarlos y apoyarlos. Animados por un ego desmesurado, los “ideólogos” de esa izquierda internacional, consideran que en los países desarrollados se estudian y elaboran las teorías mientras que el mundo en desarrollo pone la lucha y la sangre. Critican, opinan, definen políticas, sin preocuparse de la repercusión que tienen sus palabras. Muchos de ellos nunca estuvieron en Venezuela, otros transcurrieron allí temporadas más o menos breves viviendo en hoteles de lujo. Todos usaron la realidad de ese país para fines diferentes: inflamar electorados, escribir ensayos, participar en conferencias, realizar reportajes que les merecían premios y reconocimientos en sus cómodas vidas. Poco importaba lo que dejaban atrás: la pobreza, el amedrentamiento a los comunicadores, la violencia en las calles, la erosión inexorable de la democracia.

Decir que Chávez y el chavismo son movimientos de izquierda es un insulto a la izquierda verdadera, la que ahonda sus raíces en ideales de justicia, democracia, solidaridad, inclusión. Es una mentira que esos mismos “izquierdistas” que se rajaron las vestimentas para defender a Chávez y al chavismo, sirvieron en bandeja de plata a la derecha internacional debilitando inexorablemente la izquierda democrática del país.

Pasaron los años y el país perdió a Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez, Manuel Caballero, Alexis Márquez, quienes murieron sin ver el fin de un régimen al cual se opusieron con entereza profesional, humana e ideológica. Venezuela es un país con una crisis sin precedentes a pesar de los ingresos petroleros que durante casi diez años inundaron las cajas del gobierno, la corrupción de personas ligadas a la administración pública es un hecho que ya nadie puede desmentir, la población tiene hambre, resurgieron enfermedades que habían sido debeladas, la gente muere por falta de medicinas o sencillamente porque los hospitales quedan sin electricidad, la violencia mata cada año a más personas de una guerra. ¿Suficiente para una crítica o una autocrítica? No, parece que no. Esos mismos personajes que durante años han criticado a la izquierda democrática de Venezuela hoy levantan de nuevo su voz para juzgar y gritar al golpe. Y no se preguntan: ¿Qué valor tiene la palabra democracia en un país en el cual el futuro está en manos de la decisión de los militares? ¿O piensan que democracia es una palabra demasiado grande para un país de América Latina? Con paternalismo y un humillante sentido de superioridad ponen en guardia a los venezolanos para que no caigan en el juego de Trump y de Bolsonaro. Deberían tener la humildad de preguntarse: ¿Quién está dejando el juego en manos de Trump y Bolsonaro? ¿Los venezolanos desesperados por salir de una situación de hambre, miedo, enfermedades, que emigran como pueden para reinventarse a cualquier edad en otros países, o los “pensadores” quienes en sus países ricos, dispensan consejos y advertencias y usan la tragedia de un pueblo para fines políticos personales? ¿Con qué autoridad hablan ellos, quienes en sus países no han sabido escuchar ni ver y han permitido el ascenso de un populismo de derecha y el resurgimiento de movimientos xenófobos y racistas?

El imperialismo de derecha es odioso, ha hecho grandes daños y nadie en América Latina desea volver a las épocas oscuras de las dictaduras del siglo pasado. Sin embargo lo es también el de izquierda, esa izquierda que marca rutas, juzga, condena y asesina con palabras que en algunos países son piedras pero en otros se transforman en proyectiles.


Photo Credits: Brennan Degan ©

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Rolando Peña
Rolando Peña
5 years ago

Apreciada Mariza, te confieso que no encuentro palabras como felicitarte por tan extraordinario, brillante, esclarecedor artículo sobre las izquierdas. Tienes toda la razón, las izquierdistas imperialistas son un asco. En general, son opinadores que buscan notoriedad a costa de pactar con el horror y las mentiras. Es muy lamentable porque el daño que causan es infinito. Tu lo has dicho muy bien, te felicito y te doy las gracias. Este artículo es muy importante y debería de ser viral por el bien de la verdadera izquierda.

esteban escalona
esteban escalona
5 years ago

Estimada Mariza, esta editorial es un importante aporte a la discusión sobre el concepto de «izquierda» en Latinoamérica donde, olvidando sus valores, solo se hace uso de ese concepto para fines personales que siempre van en contra del pueblo que dicen defender; peor aún, gracias a ellos la derecha más extrema ha encontrado un buen argumento para poco a poco ir escalando en Latinomerica. Felicitaciones!!

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