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San Suu Kyi

La esperanza se llama San Suu Kyi

El mundo sigue con la mirada fija en el terrorismo del Isis, los atentados que han dejado estelas de muertos en Francia, en Mali y que, pocos días antes, había abatido un avión ruso con 224 pasajeros.

Pero, aún antes de estas tragedias que han borrado, con su fuerza, las demás noticias, su elección no había merecido muchos centimetrajes en la prensa internacional y mucho menos en la de América Latina.

Una cotidianidad plagada de problemas que se transforman en noticias de primera plana, ha quitado rápidamente protagonismo al éxito, rotundo, imparable, de la líder birmana Aung San Suu Kyi en las primeras elecciones libres que se celebraron en Myanmar-Birmania después de 25 años de gobierno militar. Y es lamentable porque éxitos como los de San Suu Kyi representan un espacio de esperanza en un mundo que parece enloquecido de rabia, violencia, dolor y venganzas brutales.

El gobierno contra el cual se ha enfrentado San Suu Kyi, ha mantenido el poder con el terror de las armas y de la represión. Corrupto e ineficiente ha llevado el país a la ruina y ha intentado por todos los medios acallar la voz de la líder profundamente amada, prohibiéndole, aún hoy, el camino hacia la presidencia con una ley que impide ese cargo a quienes tienen hijos en el exterior. Hijos que Suu Kyi ha tenido que dejar cuando eran niños y que ha podido volver a abrazar ya adultos. Pero esa prohibición no amedrenta Madre Suu, el poder finalmente está en sus manos con todos los pro y los contra de lo que eso significa.

Aung San Suu Kyi ha sacrificado su vida, sus afectos más importantes, el de los hijos y el del esposo, para su país. Hija del héroe de la independencia birmana, el general Aung San, a quien mataron cuando ella tenía apenas dos años, tras un paréntesis de “normalidad” en Oxford con su esposo y dos hijos pequeños, viajó a Myammar para asistir a su madre enferma y nunca más regresó. Nunca contestó con violencia a la violencia pero nunca se dobló y vivió en silencio sus dramas personales. Aceptó el Premio Nobel para la Paz pero, temerosa de que no la dejaran volver a entrar en su país, pidió a su hijo mayor recibirlo en su nombre. Sabía que con esa decisión iba a alejarlo más ya que él nunca pudo entender las razones que la llevaron a anteponer el amor a su pueblo al de una familia que también la necesitaba.

Esta dama de aspecto frágil y carácter de acero está consciente de las dificultades que va a encontrar en su camino. Sabe que superar los graves problemas de Myanmar-Birmania es muy cuesta arriba y que debe fortalecer su partido La Liga Nacional para la Democracia.

Birmania es un país desmembrado por odios étnicos y religiosos. En los años de la dictadura se ha transformado en paraíso del narcotráfico, los índices de pobreza son altísimos y las asimetrías regionales muy marcadas, los sistemas educativos y sanitarios tienen carencias endémicas, el sistema institucional es prácticamente inexistente y el ejército sigue siendo peligrosamente fuerte. Sin contar las dificultades que, en política exterior, conlleva el tener a dos colosos como vecinos: China e India.

Son muchas las expectativas que alimenta la victoria de Suu Kyi entre las miles de personas que la aman y la veneran. Ella sabe que no logrará cumplirlas todas. Sin embargo sabe también que la historia de este país agobiado por años de una insensata dictadura está destinada a cambiar y cambiar para mejor.

Ya ahora, tras unos años de tímida apertura de la dictadura con la disolución en 2010 de la Junta Militar, la liberación de San Suu Kyi, y las elecciones parciales que se celebraron en 2012 y le dieron un escaño en el Parlamento, el país ha registrado un leve crecimiento económico.

Al igual que otros grandes como Mandela y Gandhi, Madre Suu abre las puertas a la esperanza. En su país pero también en otros que, sin llegar a los extremos de Birmania, igualmente sufren las consecuencias de gobiernos ineptos y corruptos.

La victoria de Aung San Suu Kyi demuestra que las dictaduras, los gobiernos autoritarios, deben y pueden ser derrotados en las urnas.


Photo Credits: Eden, Janine and Jim

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