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Mariza Baifle

La dictadura dinástica de los Ortega

Bajo la mirada indiferente del resto del mundo, la familia Ortega ha dado un golpe de estado en Nicaragua, transformando la frágil democracia de ese país en una dictadura dinástica. Daniel Ortega, tras engañar durante años y años a sus conciudadanos, se ha quitado definitivamente la careta y, no solamente ha anulado toda oposición en el Parlamento, sino que también ha presentado su candidatura a la Presidencia para el próximo período, y ha nombrado a Rosario Murillo, su esposa, como vicepresidente, asegurándole así la sucesión al poder.

Paralelamente los tentáculos de sus siete hijos siguen apropiándose de todos los espacios de poder político, de información y cultural de la nación centroamericana.

Ni el más mínimo eco de las palabras revolución e izquierda, que tanto y tan mal ha usado el padre para amasar su fortuna, llega hasta los jóvenes Ortega Murillo.

Laureano Ortega, quien viste y vive como banquero de Wall Street, maneja el patrimonio nacional/familiar, en calidad de asesor presidencial en inversiones y dirigente de ProNicaragua, institución que mantiene los contactos con los inversionistas extranjeros. Es suyo el proyecto faraónico de un canal interoceánico que habrían tenido que financiar los chinos.

El hermano Rafael se ocupa de los negocios locales y, junto con su esposa Yarida Leets, maneja los recursos que produce la distribución del petróleo (venezolano).

Juan Carlos Ortega dirige el Canal 8, pésimo ejemplo de periodismo, un juguete que les costó más de 10 millones de dólares. Pero su capricho, que no dudaron en complacer los padres con dineros del Estado, era el de aparecer en una pantalla grande y no solamente en Nicaragua sino en Estados Unidos. El joven Juan Carlos, quien un día también intentó ser rockero, invirtió 400mil dólares en la realización de la comedia sentimental Drunk Wedding, en la cual actuó, y que fue filmada en una playa de Nicaragua. Lamentablemente para su ego y sobre todo para las arcas del país, Drunk Wedding fue un completo fracaso. The New York Times, en un artículo, subrayó que fue proyectada en salas menores del país y que recolectó poco más de tres mil dólares en taquilla.

Los hermanos Carlos Enrique, Maurice y Daniel Edmundo controlan otros canales de televisión privados así como el que debería ser público pero que en realidad pertenece a la familia presidencial, y también otros medios de comunicación.

Camila, princesa de la casa, ama las pasarelas y se desenvuelve en el mundo de la moda. Es la gran líder del evento Nicaragua diseña que debería abrir posibilidades de desarrollo a los mejores estilistas jóvenes del país pero que en realidad ofrece un espacio solamente a sus amigos y lacayos.

Los Ortega son, sin duda alguna, la dinastía perfecta. Nadie mejor que ellos para manejar, como negocio propio, las arcas de un país que se ha enriquecido gracias a la generosidad del ex Presidente de Venezuela Hugo Chávez. El Jefe de Estado bolivariano no solamente ayudó a Daniel Ortega en la carrera presidencial que lo devolvió al poder en el 2007, sino que ha inyectado regularmente capitales que la familia presidencial ha ido incrementando gracias a los negocios que mantiene con el actual gobierno de Nicolás Maduro.

Los Ortega no pueden permitirse perder tantos beneficios. Por esa razón Daniel Ortega ha cancelado toda oposición en el Parlamento, inhabilitando a 28 de los 90 diputados. Todos los expulsos habían resultado electos en 2011 y militan en el (PLI) Partido Liberal Independiente y en el (MRS) Movimiento de Renovación Sandinista, donde confluyeron tras denunciar el autoritarismo de Ortega y dejar el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

A tres meses de las próximas elecciones de noviembre, durante las cuales se elegirán un nuevo Presidente, el vicepresidente, 90 diputados y 20 representantes para el Parlamento Andino, Ortega quiso evitar cualquier revés que pudiera poner en peligro su permanencia en el poder. Lo hizo por medio de una sentencia del Consejo Supremo Electoral, órgano manejado por el gobierno que, disfrazando de legal un golpe de estado, ha quitado los curules a los opositores para asignarlos a diputados simpatizantes del gobierno. Es la misma amenaza que, tanto el Presidente Maduro como sus aliados, lanzan repetidamente a los diputados de la Asamblea Nacional venezolana, institución dominada por la oposición, que ha quedado prácticamente sin poder alguno, gracias a las continuas sentencias de inconstitucionalidad que emana el Tribunal Supremo de Justicia.

La maniobra autoritaria de Daniel Ortega comenzó con la reforma constitucional que permite la reelección presidencial indefinida y continuada y el último acto ha sido la elección de la esposa a la vicepresidencia.

Culmina así, con un nuevo gobierno autoritario, el sueño sandinista que animó a tantos nicaragüenses, sobre todo jóvenes, a arriesgar sus vidas para derrocar la feroz dictadura de Anastasio Somoza y construir un país más justo y democrático.

Hugo Chávez inventó el término Socialismo del siglo XXI, quizás sería mejor hablar de Dictaduras del Siglo XXI.

Las botas de los militares han sido sustituidas por el guante de seda de las instituciones dominadas por los simpatizantes de los gobiernos. Las democracias quedan reducidas a cáscaras vacías y los ciudadanos son víctimas de los mismos abusos de las viejas dictaduras. Sin embargo la pátina de democracia que dan las votaciones, permite al resto del mundo lavarse las manos y voltear los ojos hacia otro lado. Sobre todo cuando el drama se gesta en un país poco importante para los intereses económicos internacionales como lo es Nicaragua.


Photo Credits: Jon Skilling

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